2019 cifró un récord para la industria de la televisión. Por primera vez en la historia se transmitieron (ya sea vía señal abierta, por cable o por streamings como Netflix, en el ámbito anglosajón) más de quinientas series de TV, un guarismo que, de acuerdo con FX quebró, con un valor de 532 shows, el récord anterior de 495 alcanzado en 2018 y que significó un incremento del 52% respecto del número de 349 series de 2013. Y no solo eso, sino que los datos de consumo también habían presentado cifras estratosféricas: solo Netflix había saltado para 2019 de las 70,8 millones de suscripciones en 2015 a 167,1 millones. A la sobreoferta de programas respondía una sobredemanda, asociada a maratones de series los fines de semana comiendo botanas o seguimiento compulsivo de ciertas obras como Black Mirror, The Crown, Stranger Things o Mindhunter.
Eran tiempos de cuentas alegres para las ficciones televisivas.
Que tardarán mucho en regresar.
La crisis de la producción televisiva
Uno de los efectos más notorios de la pandemia del Covid-19 sobre lo que Frédéric Martel denomina “industrias creativas” es la imposibilidad de generar nuevos contenidos debido a los confinamientos y el distanciamiento social. Ese efecto ha sido muy explícito en la industria del cine de Hollywood, con cancelaciones, posposiciones, retrasos en los estrenos, pero también impacta a la televisión, en especial a las series, en particular en aquellas que se producen en los Estados Unidos.
De acuerdo con un reportaje de Vanity Fair de mediados de mayo 2020, el impacto del coronavirus sobre la producción se sitcoms y dramcoms solo es comparable, en el presente siglo, con el que significó la huelga de guionistas en Hollywood de 2007-2008, que se prolongó por más de catorce semanas (cien días) e implicó un costo para la economía, particularmente de Los Ángeles (Estados Unidos), de alrededor de mil quinientos millones de dólares.
Las cancelaciones y posposiciones de la producción de series de TV y otros, de acuerdo con Los Angeles Times, ha afectado, en el caso de la pandemia actual, a productoras tales como la señal abierta ABC (Grey’s Anatomy) o los streamings como Apple TV+ (The Morning Show) y el personal -correspondiente a miles de personas- que trabaja en este tipo de productos creativos empieza a resentir el freno de mano que se ha impuesto al desempeño de su oficio.
Un informe de Ampere Analysis estima que el efecto de las cancelaciones y posposiciones de programas alcanzará para 2021 un valor de entre un 5 y un 10 por ciento, lo que significará que la oferta de series nuevas descendería a valores por debajo del número mágico de los cinco centenares que se había alcanzado a fines de la década de los 2010.
Sin embargo, los datos de consumo, en especial de las plataformas de streaming no hacen sino crecer. La batalla que se ha desplegado entre el líder Netflix y contendientes como HBO Max o Disney+ ha reportado para cada uno de ellos una demanda cada vez más creciente.
¿Cómo se las batirá la industria creativa de la televisión con la falta de stock de obras nuevas?
Hollywood Report y otros sitios especializados en televisión y cine indican que algunas de las estrategias que se están desarrollando en estos días corresponden a básicamente a una logística de racionamiento: habrá que olvidarse de estrenos de dos capítulos seguidos en una sola semana, encontrarse con divisiones de temporadas para paliar la falta de nuevos episodios, y también con hiatos más extensos en los calendarios habituales -que suelen seguir la norma de estrenos cada semana, una detención para hacer retransmisiones a mitad de año y luego la emisión de los cierres de temporada-.
Reciclaje
Tal como la ausencia de competiciones deportivas en vivo de los últimos meses abrió una ventana de oportunidad para recordar los buenos viejos tiempos de, por ejemplo, la NBA noventera y los Chicago Bulls con The Last Dance, en estos días se ha experimentado, por ejemplo, un revival de The Wire que ha permitido a muchas personas volver a visionar dicha serie del pasado y también ha significado la irrupción de una nueva fanaticada.
En ese sentido una de las soluciones a la crisis de stock de series de TV va a venir a ser una especie de “retromanía obligatoria”.
Por otro lado, en las labores de reciclaje, no será nada de extraño que los gigantes de la televisión estadounidense empiecen a rebuscar las ofertas de obras de otros países, en especial de Canadá, que es más cercano tanto en lenguaje como en cultura, pero quizá también de otras latitudes.
Si eso llegara a ocurrir es probable que en 2021 la oferta de los streamings se diversifique en cuanto al origen de las producciones que se llevan al stream y eso guardará claramente un paralelo con la crisis de la producción cinematográfica en los Estados Unidos y Europa de los años cuarenta del siglo XX cuando, debido a la Segunda Guerra Mundial, la generación de nuevas obras tuvo una caída importantísima.
Fue esa caída uno de los principales causantes del ascenso del cine mexicano que, tanto en Latinoamérica, como especialmente en Chile, significó un fenómeno cultural de tal alcance que sus ondas expansivas llegan hasta nuestros días.