Charly García (68) puso en práctica el concepto de protocolo médico mucho antes que el coronavirus lo transformara en un vocablo tan común y tan temido por todo el planeta. “Mucho antes que de todos usáramos la palabra protocolo, Charly ya tenía su propio protocolo. Un orden para cuidarse que incluye cada cierto tiempo las visitas de su fisioterapeuta o su médico de cabecera”, completa su actual mánager, José Palazzo. La vanguardia es así: parece incluso ir más adelante que el Covid-19.
La noche del pasado viernes 29 de mayo, mientras descansaba en el departamento que habita hace cerca de 40 años en Coronel Díaz con Santa Fe, en el barrio bonaerense de Palermo, el músico comenzó a sentir fuertes dolores musculares, una tos que no daba tregua y una fiebre que a momentos miró de cerca los 40 grados. Las dos personas con las que vive -la exmodelo Mercedes “Mecha” Iñigo, su novia desde 2008, y Guillermo “Tato” Vega, un abogado ultrafan que terminó convertido en su asistente a tiempo completo- se preocuparon más de lo habitual.
Aunque desde hace poco más de una década -desde aquel mismo 2008 en que batalló con su crisis más severa entre clínicas neuropsiquiátricas y sospechas de lo peor- su condición de salud parece transitar un frágil equilibrio entre la alerta y la normalidad, esta vez el escenario era otro. La amenaza del coronavirus sobrevolaba como un fantasma nuevo.
Pero en los casi 70 días que habían transcurrido desde que el 20 de marzo comenzó la cuarentena total en Buenos Aires, García había extremado sus cuidados bajo un encierro infranqueable que lo llevó a suspender todos los conciertos que manejaba su agenda y a poner en pausa gran parte de sus proyectos. La vanguardia, lo sabemos, es así: tiene que ir más adelante que el Covid-19.
“Charly ya es una persona grande y tiene que estar guardado. Está bien que así sea. Ha hecho toda la cuarentena en su casa y siempre estuvo adentro. Se ha cuidado bastante, mucho más”, detalla el tecladista Fabián “Zorrito” Quintiero, su aliado histórico, el único músico de su actual conjunto que ha perdurado desde los 80.
La misma agrupación que desde 2001 integran tres chilenos. Uno de ellos, el baterista Antonio “Toño” Silva, agrega: “Íbamos a tocar en marzo y abril, pero todo quedó detenido por la pandemia. Hablamos con él a principios de marzo y nos dijo: ‘chicos, nos vemos muy pronto’. La idea era retomar estos meses. Él quería y quiere puro volver a tocar. No se pudo”.
Ingresado el sábado 30 en el Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento, en el barrio porteño de Recoleta, al cantautor de inmediato le hicieron un test por coronavirus, el que un día después arrojó resultados negativos. Su círculo más íntimo respiró aliviado; los miles de fans en Latinoamérica que leyeron la noticia, también.
“Fue gracias a Dios un ‘siga participando’. Todo el pueblo ‘say no more’ ya pudo volver a estar tranquilo”, rememora Palazzo. Luego sigue: “En el hospital lo recibieron y lo primero que le hicieron fue un hisopado. Como estaba con mucha fiebre, y por su edad y sus antecedentes, decidieron dejarlo internado. Ya horas después informaron que dio negativo de Covid y que todos los estudios estaban muy bien. Ahí optaron por mudarlo a una habitación común. Finalmente lo que tenía era una infección urinaria, nada que ver con ese maldito coronavirus. Todo se amplificó por eso: con un poco de síntomas, sus cercanos debieron volar al hospital”.
Con ese diagnóstico, el artista se mostró de buen humor y hasta bromeó con algunos doctores, según cuentan sus cercanos. En los días siguientes se le realizó un tratamiento para bajar la fiebre y las dolencias musculares, además de una observación generalizada de su organismo, sobre todo en la cadera: el pasado 29 de enero, Charly sufrió una caída doméstica que lo llevó a estar internado y debió guardar un mes de reposo, cancelando su presentación en el festival Cosquín Rock. La cadera es uno de sus flancos más débiles, ya que hace cinco años fue operado en esa zona, para un tiempo después someterse a una nueva cirugía por una infección.
“Él se quebró la cadera en su momento y nunca quedó del todo bien. Por eso camina con dificultades y le duele mucho. Es incómodo para él, por ejemplo, hacer viajes muy extensos”, ejemplifica Silva. Por lo mismo, en los últimos años en todos sus shows se lo ve sentado tocando guitarra o teclados, tal como sucedió en el Movistar Arena en 2019.
Limpieza de camarín, regeneración celular
Pero para el “pueblo say no more”, la calma definitiva vino el último miércoles 6 de junio, cuando el hombre de No me dejan salir fue dado de alta. Lo trasladaron de inmediato a su departamento. Para muchos, en ese lugar está la clave de su mayor estabilidad, de que sus recientes recaídas de salud no sean letales y de que haya mirado el coronavirus como una amenaza fantasma: el cantante redujo al máximo su núcleo cercano y sólo se quedó con quienes le revelaban un cariño genuino.
“Gente que lo quiere mucho”, subraya Quintiero, mientras Silva añade: “Su rehabilitación desde hace mucho ha sido superordenada, pero hace un tiempo había mucha gente en el medio que daba muchas órdenes y otros que se subían por el chorro. A Charly le empezó a molestar, se dio cuenta y todas esas personas ya no están. No se mueve una hoja sin que él lo decida”.
A “Mecha” la conoció en 2007, cuando ella tenía 18 y se presentó ante el músico tras enterarse de que estaba buscando una chica para un segmento visual de sus conciertos. Tienen 36 años de diferencia, aunque nunca ha sido un obstáculo: ella es menor, él es normal… “Mi relación con él siempre fue re natural. Siento que no tiene edad, podés hablar de todo. Hay cada boludo de 20 con el que no podés hablar de nada”, contó “Mecha” en una entrevista de 2011.
En tanto, “Tato” tiene 33 años y durante mucho tiempo llegaba todos los días, desde muy lejos, a esperar a su ídolo en la puerta de su edificio. Donde muchos pudieron ver un peligro -caso Lennon-, el cantante vio una oportunidad: lo convirtió en su asistente de día y noche.
Con ellos, García ha pasado la cuarentena viendo TV, tocando teclado y haciendo música desde su iPad, el que descubrió hace tres años. Es uno de sus “juguetitos” predilectos. No tiene celular, por lo que se contacta con sus amistades a través de sus asesores. Descansa yendo de la cama al living, del living a la cama y de la cama a su estudio casero, pero activo “24/7”, según cuantifican desde su entorno.
Recibe visitas periódicas de un fisioterapeuta, un kinesiólogo y su médico de cabecera, quien lo sometió hace casi un año a un tratamiento multidisciplinario personalizado basado en la regeneración celular. Cada cierto tiempo, le realizan un perfil bioquímico para aplicarle un proceso regenerativo con células madre, además de inducirlo a terapias de suero para la longevidad y para rejuvenecer sus órganos.
La alimentación también es otra rutina bisagra: sigue una estricta dieta balanceada que le permite mantenerse en forma para sus presentaciones.
El guitarrista Kiuge Hayashida, otro de los históricos instrumentistas chilenos que forman el trío que completa el bajista Carlos González y que tocaron por última vez con Charly el 11 de diciembre en el Luna Park, acota: "Él está bien con su vida actual. Esperamos volver a tocar apenas se pase todo esto, es lo que todos queremos”.
Un foco de preocupación ha sido su madre, Carmen Moreno, quien a principios de mayo fue evacuada de un geriátrico bonaerense por un contagio masivo de Covid-19. Según los medios trasandinos, presentó la enfermedad de manera asintomática y hoy se recupera sin problemas. La vanguardia de los García Moreno parece ser así: siempre van por delante incluso de la peor de las pandemias.