Ricky Martin y The Beatles: más allá de la meditación y el tributo en Viña
Cuando Ricky Martin hizo su inesperado homenaje a los fabulosos de Liverpool en su segunda presentación en nuestro país, no imaginaba que cuatro años después terminaría siguiendo sus pasos más allá de lo musical: viajaría rumbo a la India para iniciar su propio misterioso viaje mágico.
Miércoles 16 de febrero, primer día de Viña 94. Ricky Martin aparece de camisa abierta, pantalón suelto, aros de argolla y melena sentando acaso las bases de una estética latin lover que atravesaría toda la década —y que tendría en Los Fantasmas del Caribe el destello de una imitación menor.
El puertorriqueño aterrizó en Chile con dos discos publicados en solitario y un arrastre que no pasó desapercibido, aun en la misma jornada de la estelar Donna Summer, el tenor Plácido Domingo y el humorista Palta Meléndez.
Los gritos de sus seguidores apenas permitieron escuchar un setlist dominado por su debut homónimo de 1991 —el de "Fuego contra fuego" y "El amor de mi vida"— y Me amarás (1993), aquel disco que le compuso y arregló el productor español Juan Carlos Calderón y que ha sido relegado casi al olvido a pesar de una artillería de temas notables como "Me amarás" y "Lo que nos pase, pasará" —imposible de obviar una comparación con el himno del reggaetón "Lo que pasó, pasó".
"Ahora viene una parte del show muy importante", presentó riendo entre el griterío y ubicado sobre una pequeña plataforma que lo elevaba apenas sobre el horizonte de los músicos de su banda.
Luego siguió: "A mí me llena muchísimo porque estamos haciendo tributo a unas personas que, de una manera u otra, pues en una época, revolucionaron la música... revolucionaron la forma de pensar de muchos jóvenes y le cantaron a la paz".
Esa noche, sacada de una época de revistas adolescentes con cancioneros coleccionables y estrenos de películas blockbuster, un sonriente Ricky Martin rindió tributo a The Beatles con un popurrí de marcado acento McCartney.
El viaje a los 60 comenzó con "Let it be" —que nombra al último disco de los ingleses—, siguió con una aséptica "Yesterday", el merseybeat de la temprana "I want to hold your hand" —cuando volvió a clavarse al frente del escenario—, y un cierre estelar con "Hey Jude" tocada con el efecto de fundido final y cargado de redobles y voces femeninas.
El misterioso viaje mágico
Curiosamente, aquella canción con la que Ricky decidió finalizar su medley, fue escrita por McCartney a la vuelta de Rishikesh en 1968 como parte del material registrado por la banda en las sesiones de su influyente y exploratorio Álbum Blanco, un disco cuyo arte -en contraste total con la portada cargada de personalidades múltiples de Sgt. Pepper- parecía reflejar el estado mental de la banda: el vacío y la búsqueda.
Aparte de estar dedicada originalmente a Julian Lennon, el hijo de John con su primera esposa Cynthia, a modo de una canción cargada de esperanza para afrontar la separación de sus padres, ese single de 7 minutos de duración encarnaba también la búsqueda de paz que los mismos Beatles pretendían conseguir en la India tras la muerte de Brian Epstein, su manager y guía.
30 años después de aquél viaje de los cuatro de Liverpool, y 4 tras aquella presentación en Viña, el puertorriqueño terminó siguiendo sus pasos más allá de lo musical: se embarcó en un viaje a la localidad de Puri, ubicada en la zona oriental de India. Ahí, junto al swami Yogeshwarananda Giri, el astro del pop latino se inició en la práctica del yoga.
"El hecho mismo de ponerme de rodillas y tocarle los pies sucios a otro hombre fue un gesto muy simbólico para mí, muy fuerte, porque tuve que dejar a un lado mi ego y esa imagen engrandecida que tal vez yo tenía de mí mismo por todo lo que había logrado (...) desde ese instante sentí que algo vibró dentro de mí", cuenta en Yo (2010, RM Enterprises), sus memorias, respecto a aquel primer encuentro con este maestro espiritual.
Ricky Martin, a través del estudio y práctica del kriya yoga junto al swami, refiere haber abierto "el llamado kundalini -una energía evolutiva, invisible e inconmensurable que sube por la columna vertebral atravesando los siete chakras del ser".
El sonido del silencio
"Me había ido a la India de paseo porque me parecía un país interesante, porque necesitaba descansar (...) pero no tenía ni la menor idea de lo que estaba buscando. Ni me imaginaba todo lo que iba a aprender", prosigue. La revelación llegó en la forma del silencio.
"Según la ciencia del kriya yoga, el cuerpo está poblado de sonidos y flujos de energía que vienen y van; lo que pasa es que nosotros, con nuestro afán de vivir en el mundo moderno, los ignoramos. Pero esos sonidos son en realidad lo que ellos llaman el sonido del silencio".
Su estadía junto al swami cambió su vida por completo, y las enseñanzas llegaron en el momento exacto de su carrera, ad portas de su éxito internacional y consagración como punta de lanza del pop latino en el mercado anglosajón.
Aquella sería una época convulsionada que se iniciaría con su presentación en el escenario de la 41ava entrega de los Grammy en el año 1999 (interpretando “La copa de la vida”) y el éxito mundial del single “Livin’ la vida loca” (que alcanzó el puesto número 1 del Billboard), extraído de su primer álbum en inglés titulado simplemente Ricky Martin y producido por Desmond Child, el compositor detrás de “I was made for loving you” de Kiss, “I hate myself for loving you” de Joan Jett y “Livin’ on a prayer” de Bon Jovi.
“La bulla, los sonidos, se habían convertido en una droga para mí pues así me anestesiaba, (...) después que regresé de la India, comencé a buscar lo opuesto. Quería silencio. Necesitaba silencio. Todas las mañanas me tomaba entre treinta y cinco minutos y una hora para hacer yoga y meditar, y hacía lo mismo al atardecer. Esos momentos se volvieron una parte sagrada de mi día y el saber que los tenía me ayudaba a sentir mucha más calma cuando estaba en medio de la locura”.
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