Problemas para acceder a créditos. Falta de medidas concretas por parte de las autoridades. Incertidumbre a nivel regional. La real disposición de un artista extranjero para venir hasta Chile y la del público local por invertir su dinero en entretenimiento, en medio de una histórica recesión.
Todas las anteriores son algunas de las interrogantes y angustias que hoy rondan en la cabeza de los encargados de la música en vivo en Chile, como parte de una compleja ecuación que deben resolver para aspirar a un eventual retorno del sector. Un horizonte que hoy se ve aún más lejano que hasta hace un par de meses. Es más: muchas voces estiman que es muy difícil que el país vuelva a tener conciertos durante 2020.
Si entre marzo y abril pasado las estimaciones del gremio apuntaban al último trimestre de este año como posible fecha de reapertura, hoy esa proyección es más difusa en vista del recrudecimiento del contagio en Chile y Latinoamérica, sumado a la cancelación de algunos de los mayores festivales de Estados Unidos, como Lollapalooza Chicago y Coachella, que esta semana fueron aplazados para 2021. Señales preocupantes para una cartelera que todavía tiene más de una veintena de shows agendados entre septiembre y diciembre, incluyendo el debut de Metallica en el Estadio Nacional y festivales como Creamfields y Lollapalooza, ambos en noviembre.
¿Qué pasará con esos conciertos? Desde DG Medios, la productora que trae a Metallica el 7 de diciembre, aseguran que el recital del cuarteto -aplazado desde abril- sigue en pie. Lo mismo el show de A-Ha en septiembre y el de Harry Styles un mes después.
Los más optimistas del gremio proyectan que Chile pueda seguir el camino de países europeos que empezaron el desconfinamiento después de tres o cuatro meses complejos, como Italia o España, para volver de forma gradual a los eventos, aunque en aforos acotados y con distanciamiento social.
Los últimos casos en Estados Unidos tampoco son auspiciosos. Según la prensa norteamericana los organizadores del festival Coachella sabían hace semanas que hacer en octubre el tradicional megaevento en el desierto californiano era inviable. Simplemente se demoraron en comunicarlo porque se debatían entre dos opciones: moverlo para abril de 2021 con público limitado o para octubre del próximo año con capacidad completa. Se optó por la primera alternativa.
En Lotus, la compañía detrás de Lollapalooza, dicen que la suspensión de la versión de Chicago del festival -que partía el 31 de julio- no repercute directamente en la edición santiaguina.
Sebastián de la Barra, director de Lotus, asevera: “Es difícil y es poco probable que tengamos conciertos de cualquier tipo este año. Y es probable que debamos mirar las fechas de 2021. Pero por ahora no hay nada. Por ahora los shows van, los artistas no han dicho lo contrario y hasta que no se tenga más información no vamos a poder confirmar una nueva fecha para Lolla. Estamos semana a semana analizando la situación”.
En la productora reconocen que están trabajando en distintas alternativas: en caso que la cita no se pueda hacer en los días pactados el 27, 28 y 29 de noviembre, se mudará para su fecha tradicional en marzo. Por lo mismo, la parrilla aún no ha sido anunciada y se descarta un Lollapalooza “a menor escala”; vale decir, hacerlo en otro lugar, con menos público y menos artistas. De la Barra complementa: “Por ahora hay que tener paciencia. El festival va, sin embargo existe la opción de reevaluar esa fecha. Esa información la podremos ratificar en las próximas semanas”.
Hay un punto también bajo análisis: Lolla Chile es parte de la triangulación del mismo evento que se hace con Brasil y Argentina. Con una descontrolada escala de contagios en Brasil, la eventual suspensión del festival en ese país -está anunciado para el 4, 5 y 6 de diciembre- pondría también en peligro el resto de los Lollapalooza latinoamericanos.
En el caso de las productoras medianas y pequeñas la incertidumbre es la misma pero el margen de maniobra es más amplio. “Mover un elefante es mucho más lento y complicado que mover a una hormiga”, asegura Carlos Quezada, de Spider, que tiene fechas en el Club Chocolate para septiembre y diciembre, de bandas como Tesseract y Soen.
“Hay mayor voluntad de las bandas para venir y las agencias que venden este tipo de shows son más pequeñas y tienen la facilidad de poder moverse con cierta libertad para reacomodar fechas”, detalla.
Más allá de los casos puntuales, todas las productoras coinciden en el mismo diagnóstico: que el escenario cambió drásticamente entre mayo y junio, tanto en Chile como en la región. Y que efectivamente de nada servirá un eventual control de la pandemia a nivel nacional mientras la “nueva normalidad” no llegue a países como Brasil, el segundo país del mundo con mayor número de contagiados y cuyo gigantesco mercado condiciona la oferta musical que llega a Chile.
Jorge Ramírez, de la Asociación Gremial de Empresas Productoras de Entretenimiento y Cultura, lo corrobora: “Miramos Brasil con extrema preocupación, a Perú con suma preocupación y a Colombia con una interrogante. Y lo mismo a nosotros en Chile. No sacamos nada con que en Uruguay se pueda hacer un show si no se puede hacer en Buenos Aires”.
En cuanto a los conciertos de la productora de Ramírez, Multimúsica, es casi un hecho que todos se moverán para el próximo año. “Los eventos que de un modo u otro no alcanzamos a poner en venta, como Ricky Martin, que anunció en Viña del Mar su regreso a Latinoamérica en noviembre, se moverán con seguridad a 2021”, indica. Mientras que la visita de Raphael, fijada para tres meses más, “se ve regional y localmente muy lejos de materializarse en septiembre”, asegura.
Créditos y protocolos
Los encargados de los espectáculos en vivo trabajan en medidas de contención más drásticas y una planificación de más largo plazo. Así, si en abril representantes de productoras, ticketeras, recintos y sellos comenzaron a dialogar con los ministerios de Hacienda y Economía para solicitar un plan de “rescate urgente” al gremio de le entretención, proponiendo formas de evitar el reembolso de entradas y conseguir la devolución de impuestos ya pagados; hoy se ha sumado a Corfo y Banco Estado a las tratativas.
El objetivo de los promotores es acordar derechamente una política pública específica para el sector.
Tras plantear la realidad de las productoras chilenas -al menos dos de las más grandes del negocio reconocen haberse acogido a la Ley de Protección al Empleo- y los 800 mil trabajos que la industria genera, el objetivo del gremio es poder acceder a créditos a la medida de sus necesidades.
“Tenemos un problema con el acceso, porque los bancos consideran que somos un sector de riesgo, como todos, pero también de incertidumbre. Y en eso tienen razón”, comenta Ramírez. “Los créditos Fogape (créditos Covid-19 con aval del Estado) consideran 6 meses de gracia antes de comenzar a pagarlo. Eso no nos sirve a nosotros porque en seis meses no va a haber shows. Tenemos que darle 12 a 18 meses a las productoras para que se recuperen”.
De la Barra acota: “Nuestra idea es generar apoyos para poner en valor la importancia que tiene la cultura y las artes; desde el punto de vista de la salud, la música te proporciona menos estrés. El gobierno debe impulsar mecanismos que faciliten la reapertura lo antes posible y que a futuro existan menos trabas para el ingreso de artistas y la organización de shows”. Muchos productores creen que una salida prudente en los próximos meses serán los conciertos en recintos pequeños.
De hecho, ya se han planteado a las autoridades protocolos para la reapertura, ya sea parcial o total. Una hoja de ruta en línea con el documento que el Gobierno presentó esta semana para abrir bares y restaurantes.
Lo propio ha hecho Mamchi, la asociación gremial de mánagers de músicos chilenos. “Empezamos a trabajar en un documento con consejos de cómo debe ser esta etapa, en lo estratégico y en la sanitización. Primero en las transmisiones por streaming pero también planteando una etapa de vuelta a los conciertos, tal vez con capacidad reducida”, cuenta Juan Pablo Ibeas, presidente de la agrupación.