Álex Anwandter, músico

Yo creo que las canciones son objetos mágicos, en el sentido de que no entendemos completamente ni cómo funcionan en sí, ni su función en el mundo. Aparte de acompañarnos de vez en cuando, de estar ahí en el tiempo, van avanzando en el tiempo con nuestra vida.

Algo hermoso del arte es que no es cuantificable. No medimos ni su efecto en el mundo, no sabemos cómo cambia una canción al mundo, ni sabemos por qué la necesitamos tanto. Yo empecé a trabajar con el lenguaje del pop más conscientemente por dos razones súper importantes. Una, es porque me gustaba. Eso es lo más importante, es algo que me nace. Y la segunda razón, sobre todo canciones que tenían contenido “un poco más social”, fue por lo que percibí como una necesidad de renovar estéticas de protesta, o estéticas de disidencia. El pop es como el caballo de Troya perfecto para eso, una canción entretenida, con la que puedes bailar y al mismo tiempo que te está diciendo “este mundo de basura tengo que cambiarlo”.

Lo que me pasó con mis primeras canciones, y que entendí más o menos rápido, fue que, más que aprender a crear o que te salga algo increíble espontáneamente, era más importante tener algo que decir. Y ese fue el verdadero obstáculo inicial con el que me encontré. Siento que escribir una canción es más estar alerta a algo que forzar algo. Y en ese sentido, estoy alerta a todo, es vivir en un estado como bien vulnerable emocionalmente todo el tiempo. Alerta a ideas que quiero que tengan canciones, ritmos, estéticas que quiero explorar. Si uno analiza demasiado lo que está creando, mientras lo estás creando, empiezan a colarse en el proceso cosas que no tienen que ver con el arte mismo, sino con inseguridades, con comparaciones con otras cosas, y yo siento que el gesto artístico inicial tiene que ser lo más puro posible. Ese impulso artístico inicial, yo creo que más que conservarlo, después del proceso más intelectual y más del oficio de la música, se trata de potenciarlo.

Yo me inspiro con despedirse de alguien, ver a alguien sufrir, empatizar con el dolor de otra persona, cuando se quiebran cosas en la vida. Todo eso a mí me dan ganas de capturarlo, capturarlo como uno se hace un tatuaje, yo hago canciones.

Trabajar en música tiene mucho de estar encerrado solo, y las ideas, cuando uno está encerrado solo mucho tiempo, dejan de dialogar con otras cosas, sino que están como dando vueltas en círculo. Entonces, simplemente salir a caminar y ver gente, ver un cerro, ver un paisaje te puede hacer pensar otra cosa, tener una idea nueva con respecto a lo que habías estado pensando en tu pieza o en tu estudio durante días. Así que esa es la manera en que intento destrabar cuando me encuentro con obstáculos.

Las canciones se transforman en vehículos donde la gente convive con su dolor, o convive con su propia experiencia, y ese proceso nace en ese punto donde yo estoy conviviendo con eso y en ese sentido estoy dialogando con gente. Yo me permito ser vulnerable, porque sé que estoy tirando una cuerda que después llega a otra persona.

Caiozzama, artista callejero

Encuentro que el arte urbano, sea cual sea la técnica, enriquece el lugar. Puede cambiar un lugar. Es un poco lo que pasa en San Miguel con el Museo a Cielo Abierto. Que era un lugar que quizás estaba un poco descuidado, las plazas no estaban tan bonitas ni nada, y hoy en día, gracias a los murales, la gente empezó a preocuparse más de su entorno, arreglaron las plazas, todo está muy bonito, llegaron los turistas, y creo que esa es un poco la función del street art.

Si yo llego y encuentro una muralla blanca, pulcra, ahí no lo voy a hacer. Me gustan las murallas que ya están intervenidas, que tienen tags, que están sucias. Esas son las que yo busco y me gustan. Primero, me atrae mucho que la gente se siente dueña de la calle. O sea, si yo veo algo en la calle, pósters, no sé, por decirte: “Vuelve, Pinochet”, yo voy a llegar y lo voy a romper, porque estoy en contra de eso. Pasa mucho con mis obras, que a la gente de repente no les gustan, las rompen, las intervienen, agregan cosas que las hacen también mejores, o les agregan frases. Cosas que no pasarían en una galería. Si tú ves una obra en una galería, tú jamás vas a llegar a “oye, no me gustó esto. Le voy a agregar, le voy a romper”. No. En la calle sí, y eso es increíble. Me encanta. Siento la libertad de apropiarme de la calle. O sea, yo hago la obra y una vez que ya la terminé, quedó ahí en la calle y que pase lo que pase nomás.

La inspiración viene desde muchas plataformas y maneras. De repente veo mucho las noticias, leo mucho en internet. Paso por todos lados, y enterándome de las cosas, y ahí de repente hay temas que me interesan más que otros y voy... Y se me ocurren cosas, es así de simple. También viendo páginas de memes, veo hartos memes.

Yo veo que hoy en día, al tener toda esta tecnología, toda esta información en los teléfonos, en las redes, en vez de despertarnos, de tenernos más comunicados y ser algo positivo, hace todo lo contrario y nos tiene como zombies, mucho más dormidos.

El 18 de octubre, yo supe y me enteré de lo que estaba pasando, pero nunca le tomé el real peso. Yo vivo en Plaza Italia, así que al otro día me asomo por la ventana y me doy cuenta de que Chile había despertado. Y ahí agarré mi cámara. Bueno, yo estudié foto periodística. Trabajé muchos años en prensa. En Plaza Italia llegan las tanquetas, ese día fue una locura o algo que yo jamás me hubiera esperado. Tengo la responsabilidad, un poco, de documentar todo eso. Y al mismo tiempo protestar. Yo no trabajo para ningún medio ni nada, yo soy independiente.

Mi manera de alterar la realidad es con los murales. Poner esto en un lugar estratégico que yo sé que la foto toma una potencia gigante con el mural. Y al mismo tiempo también trato de no entrar en la catarsis, sobre todo de la violencia. A mí la violencia no me gusta. Entonces, trato como de calmarme y hacerlo por el otro lado. Por eso me gusta, sobre todo en este momento, ocupar a los ángeles, que son todo lo contrario a la violencia. No me había pasado nunca que un mural fuera parte de la historia de todo lo que pasó, lo que está pasando. O sea, alguien va a ver una foto en 40 años más y quizás van a ver fotos del ángel y el contexto. Eso lo encuentro alucinante y no me había pasado nunca. O sea, este es un momento histórico y poder estar ahí creando es lo máximo.