Columna de Marcelo Contreras: la historia según Bob Dylan
Las letras son explícitas y junto a la música en un rol mullido y sugerente se desarrolla un ambiente capaz de transmitir, entre distintas sensaciones, esa desolación abrumadora en las grandes plumas estadounidenses, como imaginar el pueblo de Holcomb y la familia Clutter en A Sangre fría de Truman Capote, la convivencia trágica y azarosa de la belleza y la brutalidad.
“Cuando todavía quieres más y lo has hecho todo” canta Waylon Jennings, una de las más grandes leyendas del country, en Rough and rowdy days. El trigésimo noveno álbum de Bob Dylan se titula casi igual -cambia “days” por “ways”-, pero el verso es válido para su figura y temple. Si por ahora no puede continuar con la gira interminable que arrancó en 1988, hay nuevas canciones, las primeras originales desde Tempest (2012) y tras ganar el premio Nobel de literatura en 2016. El artista que a los 79 años lo ha hecho todo aún quiere más.
Estas “maneras ásperas y ruidosas” como se traduce el título, encajan en estos días alterados de enclaustramiento donde nos preguntamos por nuestras vidas visitando recuerdos personales y colectivos, y nos asaltan dudas sobre la condición y el futuro de la especie, obra con vistas al pasado con numerosas citas a la historia universal y la cultura pop, líneas inclinadas hacia la crónica y la reflexión antes que las metáforas. Las letras son explícitas y junto a la música en un rol mullido y sugerente se desarrolla un ambiente capaz de transmitir, entre distintas sensaciones, esa desolación abrumadora en las grandes plumas estadounidenses, como imaginar el pueblo de Holcomb y la familia Clutter en A Sangre fría de Truman Capote, la convivencia trágica y azarosa de la belleza y la brutalidad.
I contain multitudes y False prophet, las dos primeras, son caras confesionales de la misma moneda. Edgar Allan Poe, The Rolling Stones, Ana Frank, Indiana Jones, un Cadillac rojo y un guiño al cantante Liam Clancy, amigo de Dylan (el mejor baladista que ha existido según su juicio), desfilan en el primer corte mientras Bob, más que cantar, recita sobre la trayectoria y el rol que ha ejercido como figura pública sin aspavientos.
Deja así la caída para False prophet, un rock endurecido, medio cachondo y sulfuroso, letra para degustar con humo y alcohol. Tiene consonancias con este periodo de encierro pero también es Dylan contando con sinceridad qué sucede cuando te conviertes en un símbolo al que se asigna la responsabilidad de contar con todas las respuestas:
“Otro día que no termina, otro barco saliendo
Otro día de ira, amargura y duda
Yo sé cómo sucedió
Lo vi comenzar
Abrí mi corazón al mundo y el mundo entró...”
La siguiente, My own version of you, inspirada en Frankenstein de Mary Shelley, se envuelve de un aire juglaresco, un poco burlón para hablar de una relación con alcances a autores como Shakespeare y John Steinbeck, y personajes como Al Pacino en Caracortada (1983), Marlon Brando en El Padrino (1972) y Julio César, repitiendo el hábito de mezclar figuras reales con otras ficticias.
“Solo me lleva un tiempo darme cuenta de las cosas”, confiesa con cierta humildad el genio reconocido por su agudeza en I’ve made up my mind to give myself to you y sus resonancias lúgubres provenientes desde el acompañamiento vocal y una instrumentación de voltios reducidos en medio de versos románticos. La siguiente, Black rider, se desdobla en significados. ¿Acaso Dylan le canta desafiante a la muerte? “El camino en el que estás, el mismo camino que conoces, simplemente no es lo mismo que hace un minuto”, dice en la primera estrofa, como si hablara de cuanto acontece en este presente incierto, con la banda siguiendo su voz de manera instintiva como el caballo que guía a su jinete a casa mientras duerme. “Mi alma está angustiada, mi mente está en guerra, no me abraces, no me halagues…”, entona entre enfado y ruego.
Goodbye Jimmy Reed vuelve al blues y el rock con referencias al legendario músico que inspiró a Elvis y los Stones entre varias leyendas. El repaso de figuras históricas vuelve en Mother of muses y su ambiente de elegía con alcances a la II Guerra Mundial y las consecuencias en favor de Estados Unidos.
“Canta de Sherman, Montgomery y Scott
Y de Zhukov y Patton, y las batallas que libraron.
Quién despejó el camino para que Presley cantara
Quién talló el camino para Martin Luther King
¿Quién hizo lo que hicieron y siguieron su camino?
Hombre, podría contar sus historias todo el día”
Recaída en el blues con Crossing the Rubicon. Guitarras que se arrastran mientras Dylan se sincera y amenaza. “Puedo sentir los huesos debajo de mi piel, y están temblando de ira. Haré viuda a tu esposa, nunca verás la vejez”. Key west (philosopher pirate) ofrece más confesiones y reflexiones personales asumiendo su lugar en el mapa artístico. “Nací en el lado equivocado de la vía del ferrocarril. Como Ginsberg, Corso y Kerouac. Como Louis, Jimmy, Buddy y todos los demás”.
Cierra Murder most foul, el single de 16 minutos y 54 segundos, una epopeya que podría integrar planes de estudios escolares, una síntesis precisa con hitos y protagonistas de la historia de EE.UU. donde el asesinato de John Kennedy -”un día que vivirá en la infamia”, canta Dylan cogiendo las palabras de Roosevelt para acusar el ataque a Pearl Harbor- es el epicentro de un relato magnífico, dulce y melancólico que hojea y apunta las últimas décadas del imperio que domina Occidente en el atardecer de su poderío.
No hay mejor voz y pluma que la de Bob Dylan para reflexionar el pasado y repensar el futuro. El hombre que lo ha visto y vivido todo aún quiere más porque tiene para dar.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.