¿Es el comienzo o es el fin? Pocas veces en la promoción de series o películas se había jugado con esa interrogante sin que sonara vacía o facilista, hasta que Netflix la incorporó con Dark. Quizás porque la ficción de origen alemán ha sido un producto atípico desde su concepción en 2017, la pregunta cobra urgencia y se ajusta a la previa de la llegada al streaming de la tercera y última temporada este sábado.
Lo que comenzó con las dudas en torno a la desaparición de niños en el pueblo Winden -a raíz de eso asociada pasajeramente a la idea de una Stranger things más adulta-, no tardó en desplegarse como un ambicioso y sombrío ejercicio de viajes en el tiempo y misterios que lucía como un rompecabezas imposible de resolver.
Cada vez más retorcido y opresivo, con los años sólo ha incrementado su popularidad. Es, de hecho, desde comienzos de mes un nombre fijo en el listado de los diez títulos más vistos de Netflix, algo que en la espera del estreno de un nuevo ciclo consiguió de manera incluso más consistente que la última La casa de papel, la serie extranjera número uno de la firma hasta ahora.
La tercera parte de Dark es un evento mundial y su plataforma lo maneja con destreza, al confirmar la fecha de debut sólo a fines de mayo. Cómo será su desenlace es la gran pregunta que hoy tiene a sus seguidores revisando nuevamente los 18 capítulos disponibles en el servicio de streaming o leyendo múltiples teorías acerca de lo que podría venir, sobre todo después del catastrófico final de su temporada dos, en que una vez más se insistió en que, sin importar lo que hagan sus personajes, todo parece conducir a un mismo desesperanzador punto.
En su adiós la serie se enfrenta a contestar interrogantes originadas por el juego con el tiempo, pero también con el espacio. En la ficción creada por Baran bo Odar y Jantje Friese hay un segundo mundo, en el que ahora la versión juvenil de Jonas (Louis Hofmann) debe indagar en la manera de encontrar la salvación personal y de Winden. Edificada como tragedia griega, los ocho episodios que concluyen la historia no son más digeribles ni más simples que los anteriores, pero sí fieles a la construcción atmosférica y narrativa que la han hecho tan elogiada y querida, además de ofrecer, al fin, respuestas a esas múltiples dudas que se han acumulado en dos años y medio.
Así, no parece haber forma en que Dark no termine encumbrada como un éxito rotundo de la era del streaming. Una época definida por series no habladas en inglés reclamando un lugar entre los productos televisivos más vistos, y en que los géneros archiconocidos han encontrado nuevo sabor, desde el policial al atraco perfecto.
En muchos casos, la ganancia es por diferenciación, frente a “una determinada manera de ver el mundo de la ficción, que es la gramática norteamericana o anglosajona”, describía el mes pasado a Culto Álex Pina, el creador de La casa de papel. “De pronto la gente quiere otras cosas. Consume seis o siete horas de ficción al día, se hace un experto al cabo de la semana, y ya se cansa de los mismos patrones”, advertía.
En específico en torno a la serie alemana está la astucia de hacer propia y ejecutar con solidez una idea familiar, la del pueblo chico en que lo sobrenatural y el misterio se apoderan de la trama. “Esos ingredientes se llevan bien de por sí”, dice el guionista Enrique Videla, escritor de series como Gen Mishima y La jauría. “Cuando esos ingredientes están bien armados, bien dirigidos y bien actuados, enganchan, es muy difícil que no funcione”, aunque añade que “Dark no es lo que a simple vista uno diría que va a ser un hit, porque por su atmósfera, ritmo y distintas líneas de tiempo no es tan fácil de seguir”.
“Creo que es inusual que una serie como Dark sea tan popular tanto entre los críticos como entre el público en general, especialmente considerando el quebradero de cabeza que es la historia”, plantea a Culto el crítico Reyzando Nawara, autor de una de las primeras reseñas sobre la última temporada de la ficción alemana, en que la sitúa como el mejor programa original de Netflix.
“Supongo que lo que la hace tan querida por mucha gente es porque básicamente está envuelta en el drama adolescente. Cuando una serie tiene un grupo de adolescentes angustiados corriendo por una ciudad y tratando de resolver un misterio, independientemente de lo complicado que pueda ser, creo que siempre reunirá a muchos espectadores. Además, no menosprecia a los personajes ni al público. Todo es tratado de manera excelente”, opina el crítico de sitios como Awards Watch.
Ante Stranger things, título con el que inicialmente se le vinculó, Nawara indica que “definitivamente es muy superior”, al igual que en su frente a frente con otras historias televisivas de esta época: “Lo que particularmente me gusta de Dark, en comparación con otras series de ciencia ficción como Westworld o Altered carbon, es la manera en que sabe cómo aprovechar su teoría científica sin complicarla en exceso sólo por el valor de impactar. Todo lo que sucede en Dark, incluidos los giros, se basa en los personajes y en sus emociones. Es por eso que es más fácil conectar con ella que con otras series de ciencia ficción”.
Excepcional en su alcance, la producción alemana se acaba luego de sólo 26 episodios. Sus creadores, de hecho, al igual Pina, ya trabajan en nuevos proyectos exclusivamente para Netflix. Pero ahí quizás está la mayor astucia: despedirse cuando la historia lo demanda. “A la gente le gusta el misterio, pero tarde o temprano te va a empezar a exigir respuestas”, señala Videla. “Mientras más estires el chicle, mayores van a ser las expectativas, y si sigues, dará lo mismo lo que contestes y nunca va a ser suficiente, que es lo que le pasó por ejemplo a Lost. Para una serie de misterio con viajes en el tiempo y elementos sobrenaturales, no es malo tres temporadas”, concluye.