La figura de Benny Mardones en Chile arrojó capítulos escalonados, como si se tratara de un personaje que va mostrando diversas capas en un tiempo limitado. A principios de los 80, irrumpió en la FM local gracias al hit “Into the night”, una balada algo lasciva que se adhirió a la programación de señales como Concierto o Carolina. Un tiempo después, cuando algunos conductores radiales introducían el tema, la frase siempre era la misma, se repetía de manera inequívoca con más dudas que pruebas: al parecer el cantante tenía raíces chilenas, su apellido sugería cierto vínculo local difícil de rastrear en el mundo pre internet, lo que resultaba tremendamente llamativo en un nombre que había adquirido el estrellato global.

Por décadas, tal leyenda merodeó locutorios, discotecas, clubes nocturnos -donde la canción ganó amplia rotación- y la curiosidad de los seguidores del pop. Y era real: Rubén “Benny” Mardones era hijo de un santiaguino del mismo nombre que abandonó el país en 1941 para batallar por Francia en la Segunda Guerra Mundial.

Cuando el conflicto terminó, Mardones padre se mudó a Nueva York y se inscribió en una academia de baile, donde conoció a Betty Smith, compañera de escuela con quien se casó. De ese matrimonio nacieron Louise y Rubén hijo, el cantante que muchos años después se transformaría en efímera estrella gracias a Into the night.

Pero en 1947, cuando precisamente “Benny” era un bebé de apenas seis meses, su padre abandonó a su mamá. El progenitor se quedó viajando por Norteamérica, fue perseguido por la policía por “vagancia”, levantó sospechas por supuestamente asaltar una joyería y fue deportado a Chile. “Nunca le pregunté por qué se separó de mi madre, pero asumo que ya no se soportaban”, dijo Benny Mardones a La Tercera en 2016.

Ya más adulto, el artista partió a la guerra de Vietnam, donde una explosión casi lo dejó ciego. De vuelta, no sólo se concentró en la rehabilitación: también optó por abrazar la música. Fue ahí que empezó un puerta a puerta -tan típico de esos años de bonanza de una industria discográfica que semejaba una infinita mina de oro- que lo llevó a conocer a Joel Diamond, un productor de CBS que le dio trabajo como compositor.

De hecho, para muchos ejecutivos de esa época, incluyendo a Andrew Loog Oldham, histórico mánager de los inicios de The Rolling Stones, Mardones estaba destinado a ser una estrella.

Tras un primer disco, escribió junto a Robert Tepper, su socio durante los 80, el hit que lo llevaría a las radios de todo el orbe. Basado en una joven de 16 años que vieron en el barrio neoyorquino de Harlem, el tema trepó a los lugares del avanzada del ránking Billboard en 1980, donde se mantuvo por 20 semanas. Su carrera, como esas historias de fama que culminan en el despeñadero, nunca más fue la misma: se hundió en los excesos y en álbumes irregulares, rematando cada cierto tiempo en esos especiales de “¿qué fue de?” o en los listados de grandes one hit wonder que aparecen cada tanto.

En Chile, “Into the night” sigue sonando en las radios. Sobre todo cuando ayer se informó que su mentor murió a los 73 años en California, debido a las complicaciones derivadas del mal de Parkinson. Es el adiós de un hombre con una carrera y una vida singular: nunca alcanzó la estatura de superestrella, pero sí la del dueño de un hit inolvidable.