"¡Oh por Dios! ¡Está completamente calva!", grita asombrado un periodista desde fuera del local. Su voz refleja lo que el resto del público pensó después: estaba realmente atónito, no lo podía creer. Britney Spears, la princesa del pop, yacía en una camilla de mala muerte, con ojeras y cara cansada, hinchada, haciéndose un tatuaje a altas horas de la madrugada mientras con sus manos tocaba su ahora inexistente cabellera.

Esa y otras imágenes de su extraña noche, que se transformaron en un ícono de la cultura pop, fueron retratos del clímax de una historia que la revista Rolling Stone tituló en su momento como "Una tragedia americana", la caída del reinado de Britney Spears.

Britney Spears

Mucho antes de que Britney saliera de su auto en una gasolinera a golpear paparazzis con un paraguas en la mitad de noche, lo único que golpeaba eran los primeros puestos en las listas de ventas. El título de princesa del pop no le cayó del cielo. El camino al éxito (aunque fuese corto) fue sólido y hablaba de una carrera bien ejecutada desde sus primeras participaciones en concursos estatales, pasando por el Club de Mickey Mouse en televisión, hasta el lanzamiento de su primer álbum en 1999.

Nada de eso parecía ser un problema. Pero su temprana exposición en los medios terminó en algo aún peor: el público, que la conoció cuando era solo una niña, se hizo dueño no solo de su música, sino de su imagen, de su cuerpo y de sus acciones fuera del escenario.

Nacida en 1981, en una pequeña ciudad de Mississippi, Britney Spears comenzó a construir su carrera con carisma y una actitud angelical y puritana. Esa actitud, muchas veces movida por su fe cristiana y su crianza conservadora, fue la que amasó la primera contradicción entre sus espectadores.

Britney era una joven sensual cuando estaba en el escenario. De hecho, su primer videoclip también se convertiría en un ícono pop y de liberación de la época. Vestida de escolar, con inocentes trenzas, la adolescente de 17 años le canta al amor en una blanca camisa amarrada sobre el ombligo, ejecutando movimientos sexys. Ni a la prensa ni a su público le parecía tan relevante. Todos disfrutaron del himno pop y jugaron a parecerse a Britney Spears en aquel famoso video de "Baby one more time".

En el 2000, Britney lanzó Oops!...I Did It Again con una imagen aún más sexy, y la audiencia se escandalizó. Britney pasó de declarar-en-entrevistas-que-llegaría-virgen-al-matrimonio-porque-eso-decía-en-la-biblia, a bailar con una pitón sobre sus hombros, tener una relación pública con Justin Timberlake y, un par de discos y destapes después, hasta darse un beso en la boca con Madonna en la televisión abierta.

Madres contra Britney, todos contra Britney

La obsesión con la imagen pública de la —a esas alturas ya denominada— princesa del pop, creció hasta el punto en que habían más noticias sobre rumores de su vida privada que sobre su música. A pesar de su exitoso disco homónimo en 2001 y el álbum In the zone en 2003, con el que ganó un Grammy por "Toxic", la cultura paparazzi de principios del 2000 se encargó de sobresaltar una guerra que ya había empezado con la "inesperada" sensualidad de la cantante: Britney Spears como un mal ejemplo para las jóvenes.

Canales de televisión preguntaban en la calle a las madres qué opinaban de la joven artista y las respuestas siempre eran parecidas: "Si tuviera la posibilidad de dispararle a Britney Spears, lo haría", declaraba la esposa del gobernador del estado de Maryland.

Britney Spears y Madonna

Un espiral sin salida

Lo que vino después en la vida de Britney Spears fue tan fugaz como determinante. En un par de años se casó en Las Vegas con un amigo de toda la vida, luego se separó en menos de 55 horas. Después, se emparejó con el bailarín Kevin Federline, se casaron y tuvieron dos hijos. En medio de un reality show sobre su matrimonio que grababan para la televisión, Britney canceló su tour por una lesión en la rodilla y todos estos pasos fueron seguidos de cerca por la prensa, que no la dejó sola en ningún momento y que encontró un nuevo rol que juzgar: el de madre.

Aquí comenzó el verdadero problema. Después del acoso mediático con ella y sus hijos, se abrió una investigación para aclarar si ella estaba realmente capacitada para cuidar de ellos, a quienes, según la prensa, había expuesto demasiado.

Luego, en 2006, se separó de Federline y comenzó a salir a fiestas, emborracharse y juntarse con celebridades como Paris Hilton, mientras más de una docena de fotógrafos la seguía a todos lados. Llorando en una entrevista con NBC, la cantante pedía que la dejaran tranquila: "Necesito mi privacidad, respeto. Esas son cosas que uno tiene que tener como ser humano".

El día de furia

Para febrero de 2007, Britney ya no tenía control de su crisis personal. La persecución de los tabloides le había pasado la cuenta. Su familia decidió internarla en rehabilitación pero ella solo duró 24 horas dentro. Un día después, fue hasta California en mitad de la noche, entró a una peluquería y en frente de miles de cámaras que la perseguían, se rapó completamente. Luego fue a otro local y se tatuó. Su extraña conducta y posterior golpiza a los paparazzis terminó con su ex esposo tomando la custodia de sus hijos, y Britney, aparentemente en el punto más bajo de su vida y su carrera.

El renacer

Completamente derrotada y después de pasar por todas las penurias, nadie se podía imaginar que lo que iba a resultar de una crisis así era espectacular. En octubre de 2007, Britney Spears lanzó su quinto álbum Blackout, y a diferencia de lo que la prensa estaba esperando, ese disco es, hasta el día de hoy, uno de los trabajos más aclamados de la cantante.

Con excelentes críticas, y con Britney aún luchando por la custodia de sus hijos, Blackout representa todo lo que había vivido en esos cuatro años de silencio, su batalla con los paparazzis y su vida privada. "Soy la señorita del mal karma con los medios, otro día otro drama. No veo cuál es problema de trabajar y ser una mamá. Con un niño en mis brazos sigo siendo una excepción y tú quieres una parte de mí".

Todos querían un trozo de Britney Spears, y ella se los dio, para luego volver en gloria y majestad. Cuando se presentó en los MTV Music Awards (con una peluca porque su pelo no había crecido aún), la audiencia no tardó en atacarla por su débil presentación, por su figura y por su, al parecer, mirada perdida. Pero otra vez, con todo en su contra, la artista siguió adelante y continuó su carrera como cantante.

Hoy, con nueve álbumes de larga duración bajo el brazo, una vida junto a sus dos hijos y un show permanente y exitoso en Las Vegas, la princesa del pop nos enseña algo que ya presagiaba en su canción del 2000 "Stronger": "Soy más fuerte que ayer y ahora no hay nada más que mi propio camino".