Para diciembre de 1982, Charly García se había despedido de su primer LP Yendo de la cama al living (Universal, 1982) con un show histórico en el estadio de Ferro. Las crónicas hablan de un caluroso concierto de 25 mil personas en Buenos Aires y una puesta en escena espectacular que terminó con el bombardeo de una ciudad de utilería montada sobre el escenario.
“Es el primer concierto de estas dimensiones realizado por un músico de rock argentino”, destaca Roque di Pietro en Esta noche toca Charly (Gourmet Musical, 2017).
El baterista Willy Iturri lo recuerda en Inconsciente colectivo: Charly García (Michaux Editorial, 2018), entrevistado por Ezequiel Ábalos dice: “Nosotros sabíamos que el último tema era No bombardeen Buenos Aires y que iba a explotar la ciudad de escenografía. Se habían puesto, digamos, los misiles que llegaban al escenario a través de un cable de acero que venían desde la otra punta del estadio”.
"La tan comentada intervención de Renata Shussheim en este concierto —escribe di Pietro—, consistió en 'bombardear' aquello que había construido como escenografía: un grupo de rascacielos de cartón de 24 metros de altura que se alzaba al fondo del escenario".
Mientras el grupo tocaba el tema No bombardeen Buenos Aires, varios espectadores aseguraron que el realismo de aquella escena fue “aterrador”.
"De cada torre de iluminación del estadio salían precisos cohetes artificiales que hacían blanco en aquellos edificios. Llamas. Humo. Clima de guerra. Hasta que sobre el final Charly recordó: 'Esto fue un simulacro, miren qué hubiera pasado si bombardeaban de verdad'", consigna la crónica de Clarín publicada al día siguiente.
En otro registro, García le confirma al periodista Juan Pablo Carlino que ese fue el efecto buscado: mostrar lo que todos podían llegar a vivir gracias al enfrentamiento suicida entre Argentina y Gran Bretaña.
Precisamente en No bombardeen Buenos Aires, tercer corte de Yendo de la cama al living, Charly rapea de manera anticipatoria lo que vendrá: menciona a The Clash (“escuchando a Clash, ¡Sandinista!”) y en pocos meses entrará a grabar con uno de sus ingenieros lo que será una de sus cumbres creativas.
Nuevos trapos
Por entonces, Charly García era un músico de 31 años innovador y quería seguir hacia adelante. Aunque no sabía de qué forma, su primer paso fue viajar a Nueva York para cambiar de aire. Lo hizo sin planes de componer ni grabar un nuevo disco, contrariamente a lo que aseguran las reseñas. Pero ocurrió que hubo química y el ambiente de la ciudad lo empujó a prolongar su estadía. Arrendó un loft, conoció nuevos amigos y dedicó parte del tiempo a ver bandas de la escena neoyorkina.
Fue cuando tuvo la idea de comprar los juguetes musicales más novedosos de la época para componer en su departamento. Sintetizadores, samplers, grabadores y una caja de ritmo: la Roland TR-808, una leyenda de la música electrónica e ícono del house que estaba naciendo en Chicago y propagándose hacia Nueva York.
Estrictamente hablando, la máquina TR-808 no era una novedad para Charly, porque la había usado precisamente en la grabación del disco Yendo de la cama al living. Un claro ejemplo es el tema Canción de dos por tres:
"En Nueva York —cuenta el propio Charly en la biografía No digas nada (Sudamericana, 1013), de Sergio Marchi—, yo tenía la intención de alquilarme un loft por un mes y laburar ahí. Me dijeron que me iban a matar con el precio pero fui con Pirín (Carlos Geniso, influyente promotor de espectáculos), que era del lugar y llegamos a uno que mataba. El guía se puso a hablar con la dueña y le batió 'music artist of South America in the kitchen in the morning', mientras yo tocaba el piano que había ahí, un Steinway bárbaro. Finalmente la mina nos cuenta que se va de viaje y me dice 'I like your energy'. Nos cobró solo mil dólares, nos dio las llaves y nos dijo que cambiáramos el número de teléfono porque ella se llevaba el que estaba. Así de fácil".
En Clics modernos, el proyecto que ahora comenzaba, cobra protagonismo excluyente junto con los samplers.
Mientras Charly graba sus demos en aquel anónimo loft de Nueva York, contacta a su amigo Pedro Aznar, excompañero de Serú Girán, que desde hacía un tiempo vivía en Estados Unidos estudiando en la Berklee College of Music. Allí conoce a Joe Blaney que acaba de producir un álbum de los Clash. Juntos encararon el proyecto de grabar un disco en estudios grandes con poca plata.
"¿Tu papá es millonario o qué?"
En la geografía musical, Joe Blaney es un productor e ingeniero de sonido que ha colaborado con nombres estelares como Keith Richards, The Clash, Prince, Beastie Boys, The B52s, Joey Ramone y Tom Waits, entre otros, y que luego de Charly se haría de un nombre en el rock en español tras su desempeño —además— en discos importantes como Alta suciedad de Andrés Calamaro, Palabras más, palabras menos de Los Rodríguez o MTV Unplugged, Fome y La sangre en el cuerpo de Los Tres.
¿Un disco grabado en estudios grandes con poca plata? Significa trabajar en estudios chicos como los extintos Gramavision Studios y otros de lujo como el mítico Electric Lady Studios fundados por Jimi Hendrix y frecuentados por los músicos más famosos de la Tierra: The Rolling Stones, John Lennon, Led Zeppelin, David Bowie, Prince, Madonna, Stevie Wonder, Guns n' Roses y un eterno etcétera.
En No digas nada, Charly cuenta que el loft estaba muy cerca de Electric Lady Studios: "Fuimos a alquilarlo; yo quise bloquearlo por un mes.
—¿Tu papá es millonario o qué? —me dijo el tipo.
Pirín sacó un fajo de billetes y le dijo '¿querés o no querés el dinero?'. Nos trajeron café inmediatamente. Cuando estábamos grabando, el tipo venía y me palmeteaba la espalda diciéndome 'mi muchachito, sos genial'. En ese momento me presentaron una lista de los ingenieros de la casa; un montón de nombres y, casi al final, estaba el de Joe Blaney, que había grabado Sandinista! de The Clash (N. de R.: en realidad fue Combat rock). Pensé que si había hecho eso no se iba asustar con un sudaca.
Cuando lo vi por primera vez, me cayó bárbaro; tenía unos lindos zapatitos, era alto como yo y en esa época era rubio (después de tantos discos conmigo el pelo se le puso canoso). Nos sentamos y hablamos mientras Zoca andaba por ahí; el mono vio el ambiente y no sabía quién era yo. Me pidió que le mostrara algo y le puse Yendo de la cama al living; cuando escuchó No bombardeen Buenos Aires me empezó a preguntar cómo había grabado los tambores. Primero le gustó la música y más tarde vio que era serio. No sé qué esperaría él, pero cuando le dijeron Argentina, había pensado en algo raro”.
Ni un golpe más, ni un golpe menos
El título que Charly García tenía en mente para el álbum hasta ese momento era Nuevos trapos. Un concepto que demuestra claramente la intención de renovarse y de traer sonidos frescos. Aunque más adelante cambiaría de idea.
El paso siguiente fue hacerse de músicos para materializar sus canciones. Ya contaba con Aznar para el bajo y ahora requería hacerse de un buen baterista. Este detalle es importante. Hasta el momento Charly no tenía planes de usar la caja de ritmos intensivamente, sino que un baterista de carne y hueso como lo hizo a lo largo de su carrera. En principio, el hombre elegido fue el baterista del grupo de Jan Hammer, con el que Charly había quedado muy impresionado. De los numerosos bateros que pasaron por la banda de Hammer, en función de la época parecería tratarse de Tony Smith.
Joe Blaney se encargó a su vez de contactar al legendario guitarrista Larry Carlton quien grabó las cuerdas del disco Off the wall de Michael Jackson, además de trabajar como sesionista para Sammy Davis Jr., Quincy Jones, Steely Dan, Joni Mitchell, Paul Anka y John Lennon.
Durante la primera sesión de grabación en los Electric Lady Studios aconteció un problema. El baterista de Jan Hammer no se adaptaba a lo que Charly quería. Como suelen decir los músicos, "la cosa no funcionó". Y eso le exigió a Charly tomar una decisión rápida. Sabemos lo caras que son las horas de alquiler de un estudio y podemos hacer un esfuerzo por imaginar lo que costaría cada minuto en los Electric Lady. ¿Cómo surfear la ola? Allí Charly reinventó el concepto que tenía del álbum y se volcó decididamente hacia la batería electrónica.
La tarea ahora era reemplazar al baterista humano tanto como fuera posible. ¿Y qué hacer con aquellos temas pensados para una batería convencional? En ese caso Charly contrató a Casey Scheverrell y le indicó exactamente lo que tenía que tocar.
Parece que Casey, luego de estudiar sus partes, le vino con alguna idea nueva, pero Charly le ordenó hacer estrictamente lo que le indicó con su TR-808. Ni un golpe más, ni un golpe menos.
Con el bajo, según contó García, sucedió algo similar. Las partes para las cuatro cuerdas ya las había compuesto él y Pedro Aznar se limitó a ejecutarlas.
Inconsciente colectivo
Así las cosas, Larry Carlton fue el único músico contratado que contó con un poco de libertad a la hora de tocar su instrumento. Sin embargo Charly reveló en una entrevista —concedida apenas a una semana de lanzado el disco (en noviembre de 1983)— que Larry debió someterse a un interrogatorio.
Durante su primer encuentro el argentino encaró al mítico guitarrista y le inquirió sin pudor: "¿Por qué me gustan más los discos donde tocás con Steely Dan o Joni Mitchell que los tuyos como solista o con The Crusaders?". Larry Carlton le fue franco: "Porque los solos que toco con Steely Dan y Joni Mitchell los escriben Steely Dan y Joni Mitchell. Les doy cinco o seis versiones para la misma canción y ellos las ensamblan. Usan el primer compás de un solo, después los siguientes del segundo y así".
“Eso fue lo que hice en Los dinosaurios”, contó Charly. “A veces hay una guitarra, otras veces hay tres”.
El último músico, que tuvo un rol apenas secundario, fue el saxofonista Doug Norwine, quien ejecuta un solo en la canción Nuevos trapos. La única indicación que le dio Charly fue que tocara “hasta quedarse sin aire” y eso fue lo que hizo exactamente:
Cuando el mundo tira para abajo
La escritora Mara Favoretto ensaya en Charly en el país de las alegorías (Gourmet Musical, 2014) que Clics modernos "marca un cambio fundamental en su obra, una bisagra que denota un antes y un después. Está más suelto, más rockero, menos 'encerrado entre la cama y el living' y se torna mucho más punzante en sus críticas".
“El ‘encierro’ que denotaba la metáfora de la canción Yendo de la cama al living —escribe Favoretto— tenía que ver con la censura y la situación política, pero también tal vez tenía que ver con ese nacionalismo ciego que había visto en las calles durante la época de la guerra (...) Clics modernos marca un cambio profundo en las letras de las composiciones de Charly, un salto hacia estrategias irónicas, paródicas y esa sorpresa constante con letras mucho más crudas y algunos escándalos”.
Según Charly, por ejemplo No soy un extraño evocaba sorpresa. Al final, el personaje se termina integrando. Primero dice: “No hay que pescar dos peces con la misma red”, y al final termina diciendo: “Vamos a tomar un trago”, sintetiza Charly. Después agrega: “Es una forma de decir: ‘Soy nuevo, no conozco mucho, pero estoy dispuesto a aceptar algo nuevo’. Es pensar que la alegría está en el descubrimiento y no en la repetición”.
Una canción que despierta curiosidad es Dos cero uno (transas), donde Charly relata la historia de alguien “que se cansó de hacer canciones de protesta y se vendió a Fiorucci”. Pero ese alguien es él mismo, en una ironía desafiante.
Según Charly, el tema lo que dice es: "Señores, me vendí a Fiorucci, ¿qué pasa? Obviamente no me vendí a Fiorucci, es lo que la gente piensa de mí. Entonces es bueno decirles: 'Sí, ¿y?'".
Charly estaba refiriéndose al recital que dio en 1982, en el Estadio de Ferro —del comienzo del texto—, show que había sido sponsoreado por la marca de jeans Fiorucci y que levantó airadas críticas en aquel momento con las previsibles acusaciones de haberse vendido.
"Me acuerdo que a Charly no le gustó la idea (del sponsor)", cuenta su entonces mánager Daniel Grinbank en el libro Esta noche toca Charly, "pero aceptó fundamentalmente para no subir los precios de los tickets".
Charly le reveló a Juan Pablo Carlino concretamente por qué Fiorucci fue el sponsor de aquella jornada: "Crear es tomar decisiones y elegir. Y cuando elegís, a veces, necesitás un apoyo financiero para hacer una ciudad y destruirla. Porque quería mostrar eso. Que si bombardeaban Buenos Aires, se iba a poner pesado. Entonces armé una ciudad de cartón y la destruí".
"Pertenece al mundo literario que Josefina Ludmer llama 'literatura posautónomas' —explica Favoretto sobre la letra— en el que se fabrica presente con la realidad, se trata de textos que se encuadran en lo cotidiano. La literatura del siglo XXI es fundamentalmente de tipo testimonial, en la que a menudo se narra lo verdadero con un realismo extremo y de forma subjetiva, a través de la experiencia del yo. En este caso, el yo es el músico como un personaje mediático, una performance constante más allá del escenario".
La canción Plateado sobre plateado en realidad se llamaba sencillamente “Huellas en el mar” y Charly, notablemente irritado, reconoció que fue la SADAIC quien se la rebautizó. Lo mismo sucedió con el título Dos cero uno, que originalmente era “Transas”, y Nos siguen pegando abajo en lugar de “Pecado mortal”.
Fueron tres casos de intromisión prepotente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música en los títulos que Charly había elegido para los temas de Clics modernos.
Casi sobre el final del disco aparece la que sea tal vez la canción más emblemática, Los dinosaurios. Fue escrita en 1983 cuando la dictadura militar argentina estaba en retirada y se acercaba el regreso de los gobiernos civiles.
Charly García escribió el escalofriante tema acerca de gente que desaparece y dinosaurios que deberían desaparecer. Muy pocas canciones sintonizaron tan profundamente con la consciencia colectiva como Los dinosaurios.
"Juro que cuando la escribí no pensé en los militares —confesó García—. La letra tenía más que ver con el sentimiento de ausencia que se produce en uno cuando pierde algo. Desde un amor hasta el cepillo de dientes. Al menos, conscientemente no me di cuenta de lo que estaba diciendo".
"En cuanto a la música del tema, más allá de mi parte en el piano, debo rescatar el impresionante solo de guitarra de Larry Carlton", dijo el músico.
“Minimalismo, polirritmia y una pátina de ambigüedad”
Parte de la leyenda de la grabación del álbum cuenta que, en una calle de Nueva York, Charly se encontró un graffiti con la leyenda "Modern clix", que era el nombre de una banda underground local con influencias de Bad Brains.
Al parecer, las palabras y el concepto lo impresionaron y le pidió al fotógrafo Uberto Sagramoso que lo retratara delante de aquel muro. Así Charly resolvía dos problemas en simultáneo: conseguía un nombre y una portada para su disco.
El nombre elegido azarosamente cumplía con la función de anunciar el contenido de su LP: un sonido nuevo con samplers, máquinas de ritmo y teclados electrónicos.
La tapa —en blanco y negro— también nos adelantaba el minimalismo y, en consonancia con el título, nos mostraba a un Charly con un peinado a la moda, gesto que también le valió varias críticas frívolas.
En palabras de Charly, "en el fondo, Clics modernos es como un demo pero hecho en Electric Lady Studios y con Joe Blaney. Pero es bastante mínimo. Un teclado y qué se yo. El concepto de la música era así. Nada de solos. Mínimo. Tenía unas máximas en esa época: minimalismo, polirritmia, neoclasicismo, discreción y donde se pueda una pátina de ambigüedad".
Más tarde explicaría que la palabra "Clics" simbolizaba el disparo de una cámara fotográfica. Una instantánea de la época, del comienzo de los años 80.
En el panteón del rock argentino
Lanzado oficialmente el 5 de noviembre de 1983, Clics modernos fue una verdadera revolución para la música argentina. En un primer momento, los seguidores de Charly García se vieron sorprendidos por los nuevos sonidos.
Según consigna Mara Favoretto en Charly en el país de las alegorías, "al principio Clics modernos no fue bien recibido por el público acostumbrado a sus melodías anteriores. Como pasaría muchas otras veces, la recepción de las canciones se demora, como si hiciera falta más tiempo para procesar lo que el artista pone frente a su audiencia".
Poco a poco el disco fue digerido por sus seguidores hasta transformarse en una de las obras más valiosas del músico. Tanto que fue votado en la edición argentina de la revista Rolling Stone como el segundo mejor disco de la historia del rock de ese país, apenas detrás de Artaud de Pescado Rabioso.