La Jauría: los aciertos de la serie chilena del momento

La jauría

La producción de ocho episodios, estrenada el viernes por Amazon Prime, es un atrapante thriller sobre abusos, poder, luchas feministas y el oscuro mundo de internet. Pese a que quiere contar demasiado, la historia funciona y engancha al espectador.


Cuando empezaron a circular las primeras noticias sobre la serie chilena La jauría, lo que se contaba entonces era que se trataba de un drama con componentes de thriller, inspirado por el caso español conocido como el de La Manada, ocurrido el 2016 en Pamplona, donde un grupo de cinco hombres violó a una chica de 18 años durante las fiestas de San Fermín. Los hombres tenían un grupo de whatsapp llamado, precisamente, “La Manada”.

Pero lo cierto es que este suceso es sólo una de las múltiples inspiraciones reales de este drama de ocho episodios, que debutó el viernes pasado en Amazon Prime Video y que decidió tirar toda la carne a la parrilla, partiendo por la historia misma. Aquí aparecen, por ejemplo, elementos del mediático caso de La ballena azul, donde se denunció que niños y adolescentes entraban a un supuesto juego donde debían ir cumpliendo desafíos cada vez más peligrosos. Lo anterior se mezcla con referencias a La Manada, a los muchos casos de abusos sexuales y encubrimientos ocurridos en Chile en los últimos años, a la alzada de los movimientos feministas en el país e incluso (spoiler) a los casos de guaguas robadas y adopciones ilegales a cargo del sacerdote Gerardo Joannon.

La historia está ambientada en el sector más acomodado de Santiago. Aquí, un colegio de elite está tomado por un grupo de alumnas que exigen que se despida e investigue por abusos al profesor de actuación (Marcelo Alonso), quien tiene la costumbre de hacer castings grabados a las alumnas en los que les pide escenas que son, por lo muy bajo, incorrectas e incómodas. En medio de este conflicto una de las líderes de la manifestación escolar desaparece y al día siguiente se viraliza un video en que se le ve teniendo sexo, a todas luces no consentido, con cuatro hombres.

Antonia Zegers, Daniela Vega y María Gracia Omegna interpretan a las tres detectives a cargo de esta investigación, mientras que la hermana de la chica desaparecida decide hacer sus propias pesquisas en paralelo, adentrándose en los rincones más oscuros de la internet y descubriendo en el camino la existencia de un nuevo juego diseñado para hombres. En éste, los participantes son reunidos al azar y convertidos en una “jauría”, con la que deben ir cumpliendo desafíos y salir a la caza de mujeres. Por supuesto, mientras avanza la investigación empiezan a aparecer otros secretos que involucran a apoderados, alumnos y autoridades del colegio y que se van agrandando cada vez más.

Para contar su historia, La jauría cuenta con un elenco estelar. Junto con las detectives, en los roles protagónicos aparecen Daniel Muñoz y Amparo Noguera como los padres de la chica desaparecida; Paula Luchsinger como su hermana, Mariana di Girolamo como una de las líderes del movimiento feminista escolar y Francisco Reyes como el padre Belmar, director del colegio y entrenador de su equipo de rugby. Claudia di Girolamo, Alejandro Goic, Alfredo Castro y Luis Gnecco son otros de los pesos pesados que figuran en roles secundarios. Y tampoco son menores algunos de los nombres detrás de escena: Marialy Rivas (Joven y alocada) y la argentina Lucía Puenzo (XXY) son dos de sus directoras, mientras que en su equipo de guionistas aparece Enrique Videla (Prófugos, El reemplazante).

Con todo este equipo detrás se arman los ocho episodios de una historia que tomó el riesgo de querer contar demasiado, de mezclar muchas problemáticas y temáticas, pero que consigue hacerla funcionar. A pesar de que no es una serie perfecta y tiene (pocos) momentos que se sienten absurdos o forzados, además de algunos cabos que parecen quedar sueltos por demasiado tiempo, la producción es tan actual en los conflictos que toca que se vuelve fácil seguirla e involucrarse, simplemente haciendo uso de una memoria colectiva de situaciones que se siguen destapando.

Además, mientras el drama avanza rápido en algunas de sus historias paralelas, la serie también se toma el tiempo para ir haciendo otras revelaciones lentamente, de ir desarrollando personajes de a poco y detenerse en escenas incómodas, dándoles tiempo para meterse debajo de la piel.

Así La jauría logra lo que toda serie, especialmente una que contiene misterios y casos por resolver, quiere conseguir: enganchar a su espectador y lograr que, a pesar de que son episodios densos y con momentos que pueden ser duros de ver, no sólo se quiera terminar uno sino que seguir con los siguientes sin parar.

Se trata sin duda de una ficción que muchos verán de una sola sentada para luego ponerse a esperar una segunda temporada, que ya está asegurada, de un drama de factura nacional que vale la pena ver. b

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