En el libro Cartas públicas (Ediciones El Mercurio, 2019), el esteta de 93 años, Gastón Soublette, plantea cuestiones de interés histórico, político y psicológico a partir de mecanismos como la crítica de cine.
En breves y didácticos pasajes, el filósofo da cuenta de las intenciones que según él tuvieron realizadores o guionistas, las cuales, asegura, no siempre fueron leídas por la crítica especializada.
“Esa intención viene camuflada en una secuencia de imágenes simbólicas que no todos están capacitados para descifrar”, asegura en la introducción del capítulo dedicado al cine, “o disimulada en ciertos momentos de la narración que deliberadamente son presentados en un aparente segundo rango de importancia”.
Para dar cuenta de lo anterior, Soublette cita a Pinocho (1940) de Walt Disney y Casablanca (1942) de Michael Curtiz, como películas que “señalaron desde la década de los cuarenta del siglo pasado, el poder que Estados Unidos estaba adquiriendo para alcanzar el rango de superpotencia hegemónica”.
Hannibal Lecter y el superhombre de Nietzsche
Gastón Soublette cuenta que se enteró por la prensa de la producción de Red Dragon (2002), “una tercera película sobre las fechorías de Hannibal”, escribe, “con lo cual, a la desvergüenza comercial de Hannibal II, se vendría a sumar esta nueva brutalidad”.
“Se impone hacerlo notar, pues la primera versión, conocida con el título de El silencio de los inocentes (1991), fue una excelente película”, introduce el autor de Mensajes secretos del cine (Andrés Bello, 1985); “notable no solo por lo que dijo de ella la crítica especializada, sino que también por su mensaje ‘indirecto’, altamente significativo, sobre el que hasta hoy nadie ha dicho nada”.
Luego agrega: “Porque si uno se abstrae de la narración aparente del filme y atiende a ciertos detalles reiteradamente aludidos en su desarrollo, resulta otra historia”.
Según el filósofo chileno, presentarnos a un joven asesino de mujeres que usa una cubrecamas decorada con esvásticas, de quien se dice expresamente que es alto, rubio, de ojos azules y muy fuerte, y que rapta muchachas que llevan apellidos como Bimmel y Martin para descuerarlas, “todo eso conlleva la intención de aludir a episodios de la Segunda Guerra Mundial, de todos conocidos”.
“Su maestro, Anibal Lecter, es una especie de superhombre”, añade, “sujeto culto y refinado, dotado de un poderoso saber y facultades paranormales, amén de una gran fuerza física y de una irresistible tendencia a devorar a los seres humanos”.
Dice Soublette: “Ahora bien, si se tienen presentes algunos rasgos con que Nietzsche caracterizó a su superhombre, se tendrá un cuadro casi completo de lo que el director de la película quiso insinuar; esto es, dejar sentado que el mito del superhombre fue un antecedente importante para explicar la génesis del nazismo, y que la élite de hombres ‘superiores’ que Heinrich Himmler intentó crear con sus célebres ‘SS’ no habría sido sino una escuela de alta criminalidad”.
Y hace notar un detalle: “La letra H agregada al nombre de Anibal no está ahí no más para recordarnos a aquél, el más grande ‘místico’ del régimen”.
“El cuadro se completa con el personaje de Clarice Starling. Ella es la ‘clara estrella’, la del Mesías, obviamente, la única fuerza que, al parecer, ‘se la puede’ con el monstruo”, dice sobre la actuación de Jodie Foster, quien rechazó participar de Red Dragon.
Según Soublette, su rechazo la pone a la altura de una “iniciada en los secretos del filme, no así Anthony Hopkins [que protagonizó la secuela], a juzgar por la banalidad en que ha caído, obnubilado por el provecho comercial que le reportaría su monstruoso personaje”.
Las secuelas Hannibal y Red Dragon están disponibles, respectivamente, en los catálogos de HBO GO y Amazon Prime.