Ana Tijoux y la violencia de género: “El optimismo ya no sirve, con el optimismo ya no llegamos a ninguna parte. Lo que hay que hacer es seguir luchando”
La artista estuvo en el espacio Sesiones íntimas de Culto, donde habló de música en pandemia, de su nueva canción inspirada en estos días de encierro, de su rol en la serie La Jauría y de los desafíos del feminismo: “Nunca hemos tenido el feminismo tan expuesto y nunca hemos tenido música tan misógina en la radio”. Ve aquí el video con la entrevista completa.
Un tagadá. Con ese característico juego que de divertido tiene bien poco, que gira y se bate sin control, y donde cualquiera pierde el equilibrio y termina aturdido sin saber cómo seguir, Ana Tijoux ejemplifica estos tiempos revueltos:
“Esto es como un tagadá. Estamos todos en una montaña rusa de emociones. Siento que el encierro no es lineal, no ha sido una tónica decir que he sido creativa todo el tiempo, o he estado bajón todo el tiempo, o he estado todo el rato arriba. Uno pasa por un arcoíris de emocionalidad muy diferente y la creatividad va en el mismo barco, depende del estado de ánimo de uno. Es verdad que a veces la nostalgia y la tristeza te permiten crear y componer, pero a veces no, te congelan. Siento además que el tiempo es tremendamente líquido, a veces no sé qué día es, la noción de los días es muchísimo más distinta y todos los artistas estamos aprendiendo a crear en otras condiciones”.
Incluso a veces su alegoría adquiere una imagen menos lúdica que la de un parque de diversiones.
“La sensación que tengo es que viene un tsunami y sabemos que viene, pero no sabemos cuándo llega. Estamos todos esperando algo fuerte y decimos ‘chuta, viene la ola’. Y en particular en Chile, donde se cayó el telón. La precariedad laboral no es que antes no existía, sino que quedó en evidencia. Pero saber lo que va a pasar es imposible. Se mezclan muchas cosas, a la precariedad se suma el encierro, la salud mental, los niños, estamos muy encerrados y no sabemos cómo reaccionar, es muy difícil tener una lectura ante lo que es nuevo”, cuenta ahora desde su residencia en Santiago, donde ha enfrentado el confinamiento tras volver por un tiempo de Francia, su país natal y en el que se instaló a vivir desde mediados de 2019.
Después, para quizás matizar los pronósticos, añade: “Somos seres humanos imperfectos, está todo muy patas para arriba y uno tiene que darse el permiso para de pronto no tener todas las respuestas para algo que no tiene respuestas por ninguna parte. Está bien permitirse ese otro lado de la emoción”.
-El año pasado, en El País de España, dijo que le temía mucho al vacío y la desolación. ¿Ha sentido algo así estos meses?
-No, para nada. Me he sentido extremadamente acompañada de mis grandes amigos y amigas, me siento extremadamente millonaria en afectos, me siento muy bien en ese sentido. No le tengo miedo a la pobreza, le tengo miedo a la desolación. Prefiero estar en una población con amigos, que hagamos una porotada y reírnos, a estar en el barrio alto en una casa gigante y sentirme sola. Esa soledad que no la puedo explicar. Sí he estado más sensible. Pero no me he sentido desolada ni vacía, aún con toda la inestabilidad mundial.
-¿Extraña las giras y los conciertos?
-Soy muy honesta: no extraño las giras. Como decir “uuuyy qué las extraño”, no. Extraño el componer con el otro, más que el tema de las giras. Estar de una ciudad a otra no sería lo más recomendable en estos minutos. He disfrutado harto de estar con mis hijos en la casa, pero también cansada, como toda mamá; pero extraño más el juntarme con otros.
-Y en ese sentido, ¿le gusta el formato de shows virtuales impuesto por la pandemia?
-Son raros, muy raros, porque es tan virtual. Es como virtual sobre virtual. Cuesta, porque hay algunos en que lo he pasado muy bien, pero después digo que es muy rara esta cuestión; entonces aún no logro procesar si me gustan o no; en un momento digo sí, en otro digo no.
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De alguna manera, los movimientos bruscos e intensos (“de acción y reacción”, según precisa) siempre han definido su trayectoria. No al nivel de un tagadá o de una montaña rusa, pero sí de una artista cuyas últimas canciones han tenido la urgencia de quien escribe y canta lo que ve y conversa en el aquí y el ahora, como si se tratara de un reporte en tiempo real.
Ella lo dice con mucho mejor ritmo: “Lo que converso es lo que canto, lo que canto es lo que rimo y lo que rimo es lo que pienso. Admiro mucho a la gente que es capaz de escribir cosas súper fantasiosas, pero a mí no me sale, siempre termino hablando de lo que está pasando, desde chica soy así. Y nunca he tenido ninguna pretensión de postularme a algún puesto de gobierno o político, no va por ahí, simplemente me he enamorado de muchos procesos políticos que no tienen que ver con un estado o un país”.
Bajo ese ánimo, diez días después del estallido social del 18 de octubre lanzó “Cacerolazo”, tema capaz de sintetizar las primeras frases, hitos y hasta ruidos de ese lapso en que todo cambió; y el último viernes sucedió algo similar con “Pa qué”, single con el rapero puertorriqueño PJ Sin Suela, y que bajo ritmo de salsa y fiesta pasa revista a estos meses de cerrar y abrir con un desenlace aún no resuelto. En paralelo, apareció en la serie La Jauría, de Amazon Prime, la historia de un grupo de adolescentes de un colegio católico que dirigidos por las órdenes de una aplicación móvil violan y secuestran a una compañera.
“Mi gran actuación”, se ríe irónica frente a un papel acotado, pero decisivo en el curso de la trama. “Fue bacán. Lo hablaba con la Mariana Loyola y le decía ‘me vi y encontré que lo hice todo mal’. Yo soy muy crítica con mi trabajo en general, me pasa también con la música. Y yo no soy actriz, con todo el respeto a mis colegas actores y actrices que han estudiado años en la universidad. Pero me encantó no ser yo, es un lugar de exploración que me atrae muchísimo, cuando lo hice me dije ‘¿por qué no lo hice antes?’”.
“Además, La Jauría abarca muchas cosas, muchos tipos de violencia, y es interesante que pase en el barrio alto. La gente piensa que esto ocurre solo en ciertos sectores y no, la violencia de género también pasa en el barrio alto”.
-La serie muestra varios tipos de agresión en diversas relaciones: de un sacerdote, de los padres, de un jefe, de un profesor. ¿Hay alguna que le haya hecho más sentido o que le haya llegado de forma más profunda?
-Es muy heavy el tema de la violencia con la mujer, porque siempre digo: no conozco casi ninguna mujer que no haya vivido violencia de género. Ninguna. Incluyéndome. No conozco a nadie que me diga ‘a mí nunca me ha pasado nada’, no lo conozco, No sé dónde están esas chicas. Bien por ellas, porque la idea es que no vuelva a pasar. En el colegio alguna vez tuve un profesor que nos invitaba cuando teníamos 15 años, que es cuando uno es adolescente y está en una construcción de personalidad, y menos mal que éramos superparadas. Nos invita y nos mostró unas fotos de chicas desnudas y él tenía la idea de sacarnos fotos así también. Y era el profesor. Pero sí, (en la serie) hay miles de situaciones que me son muy familiares y eso es muy chocante. Muchas chicas que la han visto me dicen que les hace recordar una situación de trauma. De alguna u otra manera te recuerda esa violencia, que se estableció, se profundizó y se instaló.
-¿Es optimista con estos temas?
-Es que no sé si la palabra es optimismo, yo creo que hay que seguir luchando. El optimismo ya no nos ha servido, con el optimismo ya no llegamos a ninguna parte. Lo que hay que hacer es luchar en nuestros lugares de trabajo. Y es muy bonito porque la gente quizás desconoce el tema del feminismo, que no es un odio al hombre, es querer tener mayor igualdad. Que dejemos de tener miedo. Es un tema tan arraigado por tantos siglos y siento que las mujeres están en un trabajo súper interesante como colectivo, en un repensarse en conjunto. Si bien hay mucho feminismo que tienen posturas diferentes, igual está interesante, incluso en esas diferencias.
“Me ha pasado, incluso con 43 años, que me han corregido, que me dicen ‘no, no se dice así’ y chuta, tienen razón. Siempre dudo mucho de la gente que se construye en base a verdades absolutas, que tiene todas las respuestas y que dice que tiene el feminismo superintegrado; yo digo yo no nací feminista, me hice feminista y sigo haciéndome, es un trabajo permanente”.
“Entonces a veces veo luces, pero también en otras veo retroceso. Lamentable que sigamos haciendo estadísticas de cuántas mujeres fueron asesinadas, como si fuera una cosa solo estadística. Por otra parte, nunca hemos tenido el feminismo en la mesa como un tema tan expuesto y nunca hemos tenido música tan misógina en la radio también. Unas canciones que tú dices: caballero, ¿usted no tiene hija, hermana, mamá, abuela, compañera? Los hombres tienen un trabajo que hacer donde nosotras estamos mucho más avanzadas: los hombres no han trabajado su emocionalidad y su afectividad. Ahí tienen un trabajo enorme que hacer”.
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-Con respecto a su nueva canción, Pa qué, fue algo similar a Cacerolazo: la escribe y publica mientras el proceso está sucediendo y aún no termina. Como un impulso creativo.
Fue mi tema de la pandemia (se ríe). El tema iba para otro lugar. La música ya estaba hecha. Todo era “pa qué me invitan, si saben cómo me pongo, si saben lo que opino, si saben cómo soy yo”. Esa era la idea. Empezó la pandemia y la letra se fue para otro lugar de modo natural. Y hablamos con PJ Sin Suela, que estaba en Puerto Rico, hicimos un par de llamados e hicimos el tema juntos. Es imposible para mí no cantar de lo que veo y lo que siento. Mirábamos todos las noticias cuando aparecía el ministro Mañalich diciendo que el virus se iba a poner buena persona, era algo que me daba entre risa y llanto. No lo podía creer. Ahí fue un poquito la construcción de la canción también.
-Al parecer, le sale más fácil escribir en el momento que digerir procesos sociales mucho tiempo después, masticarlos y darles perspectiva, como les pasa a muchos artistas.
A veces me ha pasado que se me ha criticado de hablar de política, pero chuta, toda mi vida he hablado de política. Cuando hicimos En paro, con Makiza, yo dije cura Hasbún, Krassnoff, ese día lo saqué y fue censurado en ocho radios. Pero también sabíamos que ese tema iba ser censurado, era evidente, y todas las canciones que he cantado siempre han tenido esa línea, he explorado cosas y soy curiosa, pero nunca me he desviado de esa línea honesta, es parte de mi, de mi historia, y es la construcción de lo que yo busco en mi obra y en mi persona.
-En estas últimas canciones donde alude al gobierno y a lo que pasa en Chile, ¿se ha vuelto a topar con el rechazo de algunos medios a difundirlas?
No sé, igual hay gente media loca. Aparte, ¿sabes lo que es chistoso? Yo soy súper buena para reírme. La parte B mía es que soy buena para el hueveo, entonces como que creen que cuando uno habla de política, uno es un ser súper seria todo el rato. Yo creo que la risa es un punto de fuga, una tremenda herramienta y con el humor político me muero de la risa.
“Siempre el comentario es que un músico no debe hablar de política y no le corresponde ese lugar. Pucha, yo digo: todos los músicos que yo admiro han tenido una postura y no encuentro nada más bonito que un artista tenga una postura. Yo tengo muy claro que cuando uno tiene una perspectiva con respecto a algo o una opinión hay puertas que se abren y hay otras que se cierran el triple, eso es evidente, pero hay lugares que se abren que tienen que ver con otros afectos, otros espacios que también me llenan”.
-En este caso, quiso hacer música “de protesta”, pero con mucho acento bailable, de fiesta. ¿Buscaba eso?
Me estaba atrayendo hace rato hacer música bailable con contenido. Odio la palabra “con contenido”, muy raro eso igual, todo tiene contenido, toda música tiene contenido. Hay canciones de protesta maravillosa de salsa, pienso en Joey Arroyo con La rebelión, pienso en Chico Buarque con Samba del dictador, pienso en Rubén Blades, encuentro muy bonito esta opción de jugar con otro ritmo.
-También se puede pensar en Jorge González: hacer música para dar cuenta de lo que está pasando, pero muy pop y que pueda sonar en radios.
Claro, irónica. Lo estamos pasando muy bien era una ironía. Y está bien. Es súper bonito tener la libertad de exploración, ser libre. Finalmente, hacer lo que te gusta.
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