A primera vista, pareciera que El país de los ratones (Hueders, 2020), de la escritora francesa Alice Méricourt y el ilustrador chino Ma Sanjin se tratara de una inocente caricatura, pero no. Es un breve cuento gráfico que se trata del poder.
En el país de los ratones, gobiernan los gatos negros, elegidos en comicios por los mismos ratones. Sin embargo, los felinos hacen leyes que los favorecen solo a ellos, y por supuesto, perjudican a los ratones.
Intentando cambiar la situación, los ratones eligen a los gatos blancos creyendo sus promesas de que los ayudarán. De que todo será distinto. Pero no. Son gatos, y siguen haciendo leyes que los favorecen solo a ellos.
Los gatos son representados de forma negativa. Son quienes tienen el poder. Pero es un poder que se basa en la democracia representativa. Es decir, solo lo obtienen mediante un proceso eleccionario en el que los ratones se ven envueltos y casi aceptando un destino aciago que los obliga a elegir solo a los gatos.
Hay un cierto desencanto en los ratones, que simplemente ven cómo tienen que soportar los abusos de quienes detentan el poder. Como un ente superior que está más allá de cualquier posibilidad real de cambio.
Los ratones, sometidos a esta suerte de duopolio entre los gatos blancos y negros, al final deciden que es tiempo de tomar el destino por sus propias manos. Los ratones terminan por entender que más allá del color de los gatos, lo que les causa daño es ese sistema.
Es decir, los ratones que en un principio aceptaban esto como normal, terminan rebelándose ante ese destino que parecía intocable. Al principio son mostrados con rasgos casi ingenuos, como una masa que simplemente toma el ofertón de un candidato de turno, pero que termina siendo peor que la enfermedad. Hacia el final, adquieren rasgos positivos, al ser representados como seres que toman conciencia de sí mismos.
Se configura entonces una visión de mundo en que se demuestra lo importante que es la participación cívica, porque sino, se corre el riesgo de que –al igual que los gatos– se elijan representantes que solo velen por ellos mismos.
El mensaje del libro apela a una visión crítica del poder. Tanto en la forma en que se ejerce desde “arriba”, como a la manera en que el electorado se comporta. Los ratones se dieron cuenta que no da lo mismo por quién votar. Precisamente este cuento se trata de tomar conocimiento del poder de decisión que tiene el voto, la forma de ejercer la soberanía popular.
El país de los ratones es un mensaje de educación cívica y conciencia de que se debe ejercer la soberanía popular mediante el sufragio. Sino, los gatos negros harán leyes que los favorecerán.