¿Cómo será recordado musicalmente el siglo XX?
Ya va llegando la hora de empezar a pensar en el siglo pasado como “el siglo pasado”, y una de las consultas más importantes es cómo será recordado, ¿el siglo de Internet?, ¿el siglo del cine, la televisión y la radio?, ¿el siglo del capitalismo? Musicalmente hay muchos candidatos a ser el género definitorio de aquella centuria, ¿el jazz, las Big Bands, el rock and roll, el hip-hop? El ensayista estadounidense Chuck Klosterman aventura una respuesta para esta última pregunta: quizá no lo sabemos.
Antes de que el show de mediotiempo del Super Bowl, el partido final de la liga nacional estadounidense del fútbol americano (NFL puntos IMDb), fuera un espectáculo de carácter planetario con centenares de millones de espectadoras y espectadores, todo de la mano sucesiva de los productores Don Mischer y Ricky Kirshner y siempre amparados en estrellas globales del pop y el rock, aquel era un espacio para bandas militares u orquestales.
Conjuntos instrumentales como la Banda Sinfónica de la Universidad de Arizona, la Banda de Marcha de la Universidad Estatal de Grambling o la orquesta de la Universidad Agrónoma y Mecánica de Florida animaban el intermedio. En dichos shows menos espectacularizantes que los que vendrían posteriormente el hit indiscutido era “The Stars and Stripes Forever” de John Philip Sousa, un compositor que fue un hit en los Estados Unidos a fines del siglo XIX y al que se apodó como “El Rey de las Marchas”.
Sousa es considerado ampliamente en los Estados Unidos como uno de los músicos populares más reconocidos de aquel siglo hasta el día de hoy, pero en su época había muchos otros autores de marchas que el tiempo se encargó de olvidar.
En este detalle se apoya Chuck Klosterman en su libro, But What If We’re Wrong? (Penguin Press, 2016) para defender que también llegará el día en que el rock sufra el mismo sino que las marchas militares decimonónicas.
Ante la consulta de qué músicas o músicos del rock van a sobrevivir a la pátina del tiempo hoy las personas se pueden enfrentar en enconadas refriegas: ¿los Rolling Stones?, ¿los Beatles?, ¿Bob Dylan?. ¿Elvis Presley?, ¿The Who?, ¿Led Zeppelin? Y lo mismo puede decirse respecto de la música del siglo XX como un todo.
El pasado cambiante
Tanto en su libro, como en un resumen de aquella sección dedicada al rock and roll que se publicó en The New York Times, Klosterman imagina que una profesora del año 3016, cuando se refiera al año 2016 o antes en clases, les pedirá a sus alumnas o alumnos que mencionen a alguna estrella del rock del siglo XX y que lo más probable es que los estudiantes no puedan mencionar a nadie, o solo mencionen a una persona o banda. Que la misma profesora sabrá, por sus estudios, solo un puñado de nombres más y que el resto de la historia, por la que hoy las personas se enfrentan en enconadas refriegas, se hallará sumergida para siempre en el olvido.
Klosterman sostiene que quizá la lista corta de candidaturas se restringirá a dos parejas de músicos: Bob Dylan vs. Elvis Presley de un lado y The Rolling Stones vs. The Beatles por otro; y en las páginas siguientes acumula argumentos a favor o en contra de cada uno de ellos.
A ello hay que añadir que la imagen del pasado se va modificando.
En una de las últimas ediciones de su libro clásico La Historia del Arte, Ernst Gombrich agregó un capítulo, “El pasado cambiante”, fabuloso por sus implicaciones: “Nuestro conocimiento de la historia es siempre incompleto. Siempre existen hechos por descubrir que pueden hacer variar nuestra imagen del pasado”. Gombrich ejemplifica esto con el hallazgo en la Catedral de Notre-Dame de unas figuras que habían estado enterradas de imágenes escultóricas de santos. Estas imágenes fueron elaboradas en la Edad Media, pero eran tan realistas como el Renacimiento. La historia del arte cambió a partir de aquel hallazgo.
En una línea similar, el recuerdo de la historia de la América colonial o incluso de antes de la invasión europea se ha ido modificando a lo largo de las últimas décadas: solo desde 1902 a partir del hallazgo de Agustín Lizárraga, y posteriormente del trabajo de popularización de Hiram Bingham, en esa historia aparece con fuerza Machu Picchu. Y solo desde 1907, tras el hallazgo de Richard Pietschmann, se considera como parte de la historia colonial a Felipe Guamán Poma de Ayala.
Y no solo el pasado remoto puede ser modificado por nuevas evidencias, sino que también el reciente. Todos los años quienes se dedican a la crítica cinematográfica quiebran lanzas a favor de una u otra película como la que debería obtener el premio Oscar y esas discusiones se extienden a veces por muchos años luego de cada ceremonia de entrega de dichos premios. Una forma, al menos aparentemente más objetiva, de zanjarlas sería, por ejemplo, revisar los “User Ratings” que proporciona el sitio IMDb a cada cinta. Y allí se pueden hallar muchos respaldos, pero también varias sorpresas:
1990
Ganadora: Dances with Wolves (8 puntos IMDb)
Debió ganar: Goodfellas (8,7 puntos IMDb)
1996
Ganadora: The English Patient (7,4 puntos IMDb)
Debió ganar: Fargo (8,1 puntos IMDb)
1997
Ganadora: Titanic (7,8 puntos IMDb)
Debió ganar: Good Will Hunting (8,3 puntos IMDb)
2007
Ganadora: No Country for Old Men (8,1 puntos IMDb)
Debió ganar: There Will Be Blood (8,2 puntos IMDb)
Quizá el hallazgo más notable al realizar este ejercicio sea el de la disputa por el Oscar a Mejor Película de 1994. Aquel año el debate estaba entre Forrest Gump (8,8 puntos IMDb) y la cinta de Quentin Tarantino, Pulp Fiction (8,9 puntos IMDb). Hoy el resultado es que debió ganar The Shawshank Redemption (9,3 puntos IMDb), una cinta que en su momento no tuvo tanto impacto, pero con el transcurrir de las décadas ha ido acrecentando su leyenda.
En 1961 el poeta chileno Jorge Teillier se refería al legado de Gardel, “piadosamente el tiempo se encarga que desaparezcan los cantantes que las falsas modas imponen gracias a la propaganda (ese cáncer de la época). [¿Quién recuerda a Agustín Magaldi? ¿Dónde se escucha a Charlo?]. Por encima de ellos, sin fronteras geográficas, en cualquier lugar de América sigue permaneciendo, como el rumor de un río que no deja de correr, la voz de Gardel”.
Y a nivel global, bajo la colonización cultural de los Estados Unidos, hoy, cuatro años luego del libro y de la columna de Klosterman, quizá de aquella lista de cuatro, el que mejor se posiciona, tras la obtención del Premio Nobel de Literatura a fines de dicho 2016, sea Bob Dylan.
Los siglos dirán.
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