El antifaz no engaña a nadie: Gustavo Cerati está feliz. Parado frente la multitud como un esgrimista glam, escruta el horizonte del 19 de noviembre de 2009 en el estadio de béisbol de Monterrey. A sus espaldas, la banda prepara el terreno con su alfombra sonora y el vestuario de etiqueta para el rock & roll: Richard Coleman (guitarras), Fernando Samalea (batería), Anita Álvarez de Toledo (voces), Leandro Fresco (teclados y programaciones), Fernando Nalé (bajo) y Gonzalo Córdoba (guitarras). El riff de "Fuerza natural" es un espiral que, aunque comienza concentrado sobre la cáscara de nuez de la guitarra acústica, termina disparado hacia el cosmos con un arpón de placer. "Hay discos que se disfrutan más, hay discos que se sufren más; hay discos que surgen más por necesidad, hay discos que surgen más por deseo —dice Cerati, en el prólogo—. Este es un disco fundamentalmente empujado por el deseo". Es el primer show de su última gira, pero nadie lo sabe. Mejor así.
Publicado como concert movie, CD doble con DVD y —desde luego— su correspondiente playlist de Youtube, Fuerza Natural Tour - En Vivo en Monterrey es el registro aniversario y documental de un concierto intenso. Con el diario del lunes sabemos que es un show histórico, pero ya entonces era muy importante. No solo porque era el puntapié inicial de una ambiciosa gira continental, sino porque era el vehículo para poner en marcha las canciones de Fuerza natural: un disco que, de alguna extraña y paradójica manera, significaba una suerte de borrón y cuenta nueva. Después del éxito inobjetable de Ahí vamos y el regreso de Soda Stereo (aquella célebre "burbuja en el tiempo"), Cerati había cumplido cincuenta años y ya no tenía que rendirle cuentas a nadie. Excepto a su propia musa.
Compuestas durante dos meses bucólicos en su chacra uruguaya de San Ignacio (septiembre y octubre del 2008, para ser precisos), canciones como "Naturaleza muerta" y "Tracción a sangre" jugaban en dos ligas: sonaban como una suerte de síntesis de su obra pero también expandían el radio de su campo semántico. Ahí estaban las referencias a la psicodelia británica, el omnipresente Bowie (¿o acaso "oh no" de "Deja Vu" no es el "oh no" de "Ashes to ashes"), los Beatles del Álbum blanco y el rock setentista argentino. Ahí estaban, por otro lado, las colaboraciones líricas de Adrián Cayetano Paoletti (fundador de Copiloto Pilato y solista de culto para la generación sónica) y su propio hijo Benito. Decidido a romper el corset de la canción sentimental, Cerati —que históricamente se subestimó como letrista— sabía perfectamente cómo y dónde encontrar auxilio para explorar una zona virgen de su poética: el poder del universo biológico y los grandes cataclismos.
"Lo concebí y lo pensé como álbum, por eso también va a haber una edición en vinilo —decía entonces, en pleno resurgimiento del formato—. Es muy loco: en los 80 añoraba los discos simples de los años dorados del rock; ahora que volvió el single —en otro formato— no me interesan más, me interesa la cosa más completa. Es además un disco de viaje, de carretera. Más solitario que Ahí vamos, más celebratorio y asimismo con una alta dosis de alarma ante los fenómenos naturales. Se iba a llamar Viento, al final quedó Fuerza natural. No tiene un mensaje ecológico, pero habla justamente de las fuerzas naturales internas y externas, las invisibles y las cotidianas. También tiene mucho campo, mucha pampa".
Claro que la pampa de Cerati es un llano especiado con luces tornasoladas. Un mapa superpuesto donde el sol arroja su lengua de fuego, el Diablo se esconde en el hilo del tiempo y Dios es capaz de detener su metrónomo para la entrada triunfal de una chica llamada Lucy. Así, mientras entra la sección de vientos y Fernando Samalea aporrea su set progresivo de batería, el disco llega a su clímax montado sobre aquel riff que Luis Alberto Spinetta compuso para La Pesada del Rock & Roll. Es el aleph del sistema ceratiano: el mismo sistema de robos, citas y desarrollos de los folklores ancestrales pero aplicado a la canción pop. Así, el riff acústico de "John Barleycorn" de Traffic le permite construir su propia catedral. Así, la progresión armónica de "Tiger Mountain Peasant Song" le permite lanzarse a su propia exploración de la música argentina de raíz. Gustavo Cerati, como dijo alguna vez el trompetista Gillespi, tenía el metabolismo voraz de los leoninos.
"¡Acabo de cumplir cincuenta años! —decía Gustavo—. No tengo la pretensión de hacer algo nuevo, aunque cuando miro alrededor me parece que sigo proponiendo cosas. Además, bueno, no puedo escapar de mis propios límites. Ya no defiendo el lugar de la vanguardia. Sí me interesa el sonido: me preocupo por el sonido, aunque sé que muchísima de mi música cada vez se consume más por celulares. Es lamentable. Yo igual ofrezco lo mejor que puedo a nivel sonoro. Por eso lo saco en vinilo, aunque lo compren cuatro gatos locos".
Grabado entre enero y agosto de 2009 en su estudio Unísono, el audio de Fuerza Natural es una fiesta para sibaritas. Un caleidoscopio apuntado hacia el cielo que, a la luz de la compresión actual para Spotify y la hegemonía del trap, dispara una serie de conjeturas ucrónicas: ¿qué clase de música estaría haciendo Gustavo Cerati? ¿Con qué artista joven encontraría espacio para colaborar? ¿Seguiría apostando por el disco o preferiría la inmediatez del single? ¿Qué diría sobre la gira de Soda Stéreo con cantantes invitados?
La respuesta está flotando en el viento.