La ley es nítida: es el máximo reconocimiento que otorga el Estado a un creador en virtud de la “excelencia y creatividad” de su obra y “su aporte trascendente a la cultura nacional y al desarrollo del saber y de las artes”.

Hasta 1990 el Premio Nacional de Arte se alternaba entre artes plásticas, musicales, y de la representación. Sólo desde 1992 cada ámbito creativo tiene su propio galardón.

Hoy podría ser un buen momento para volver a aggiornar el Premio Nacional de Artes Musicales, a la luz de las cifras de estos 75 años.

De los 27 galardonados, sólo dos no eran músicos de tradición escrita -llamada también clásica, docta o música de arte -; Margot Loyola, gran recopiladora del folclor, en 1994, y el talentoso orquestador de melodías tradicionales Vicente Bianchi, en 2016. De todos los premiados, el 78% han sido compositores, inclusive Loyola y Bianchi, ambos formados en el Conservatorio. Casi todos, además, han sido maestros formadores de nuevas generaciones, y los que no, han cumplido un rol clave en la difusión de la música nacional.

A días del cierre de la recepción de postulaciones para el Premio Nacional de Artes Musicales -el lunes 10-, vuelve a tensionarse esta suerte de omisión de los ámbitos populares de la música con el desconocimiento que exhibe el público amplio de nuestra música clásica.

“Cuando una persona trabaja en silencio y no tiene mayor difusión en los medios, como un músico docto, esta labor puede no ser reconocida en este momento, pero en 50 años puede ser una revelación”, comenta el cantautor Eduardo Gatti. “Cosa que no sucede con la música popular, porque es más inmediata. El reconocimiento puede demorarse dos, cuatro, máximo diez años. No va más allá que eso”, opina. Y da dos ejemplos notables: Johann Sebastian Bach desapareció completamente del mapa por un siglo, hasta que Felix Mendelssohn lo redescubrió, y algo similar sucedió con Gustav Mahler, por 40 años y en pleno siglo XX.

“En general, el Premio Nacional de Música ha sido un premio de la música docta. Sería mucho más práctico dividirlo en música docta y música popular. La obra de Gabriel Brncic, aunque no sea masivamente conocida, es magnífica, tal como lo es la obra de Horacio Salinas o Patricio Manns. Pero son cosas tan distintas, ¡compararlas no tiene sentido!”, agrega Gatti.

Hacer competir estos mundos, indica, “sólo genera desprecio; hacia la música popular, por un lado, y hacia la docta por el otro. Hoy en día, el premio debiera tener dos categorías o, al menos, que haya alternancia”.

Para la crítica de La Tercera Claudia Ramírez, “el Premio Nacional está en deuda con la música popular. La ven como un subgénero que no requiere tanta intelectualidad, habiendo tantos aportes importantes en Chile. La propia Violeta Parra nunca fue premiada, y pucha que lo merecía. Sería mejor premiar un año a doctos y el otro, a populares”.

Coinciden el director de orquesta Paolo Bortolameolli y el compositor Carlos Zamora: en la definición misma del reconocimiento hay un punto ciego, que fue subsanado con la creación del Premio a la Música Nacional Presidente de la República, en 1999, justamente con las tres categorías. “Siempre he considerado que la buena música es buena sin importar su género ni estilo. Es su calidad y aporte a nuestra cultura la que debiese premiarse. Nada más”, manifiesta Bortolameolli.

“La solución salomónica sería dividirlo en categorías”, apunta Zamora. A su juicio, la conformación del jurado dice mucho respecto del resultado: “Los rectores serán personas muy cultas, pero es poco probable que conozcan la obra de muchos compositores. Entonces el último premiado y el representante de la Academia de Bellas Artes son los que se encargan de presentar los candidatos, y ahí se resuelve esta cuestión”.

Ampliación del jurado

Hasta ahora, en el jurado sólo había dos músicos, que este año son los compositores Juan Allende Blin, el último galardonado, y Andrés Maupoint, por la Academia Chilena de Bellas Artes. Los otros tres son la ministra de las Culturas Consuelo Valdés y los rectores Ennio Vivaldi, de la U. de Chile y Alirio Bórquez, de la U. Católica de Temuco.

Sin embargo, en 2018, cuando el premio pasó al Ministerio de las Culturas, se hizo una modificación legal para incorporar dos especialistas más. El cambio no se alcanzó a implementar hace dos años en Artes Musicales, pero sí se hará efectivo ahora.

Así, a través de una amplia convocatoria, el Consejo Nacional de las Culturas designó a dos jurados especialistas: Carmen Luisa Letelier, Premio Nacional de Música 2010, y Gastón Soublette. Pero este último se restó. “Renuncié; no puedo ser jurado de ese premio porque se farrearon a mi hermana (Sylvia Soublette, quien murió en enero), que era una figura importante en la historia musical de Chile, y no se lo dieron”, cuenta a Culto el filósofo. En su lugar, asumirá Rodomiro Huanca, cantor y lakita de Socoroma, incorporándose así una voz del folclor en el debate, por segunda vez en la historia. Sólo había sucedido en 1996, con Margot Loyola, pero porque era la galardonada anterior.

“Aunque se haya ampliado el jurado, el conflicto subyace igual. No me gustaría estar en esos zapatos, honestamente. ¡Cómo podría decidir! Son tres mundos muy distintos”, advierte Eduardo Gatti.

Candidatos para este año

Las postulaciones se recibirán hasta el próximo lunes 10. El jurado se debe constituir durante este mes y tiene 30 días para emitir un fallo. El ganador recibirá $ 22 millones y una pensión vitalicia de 20 UTM. Aunque la entrega de un expediente no es un requisito, se han recibido varios. Los seis primeros nombres de esta lista ya obtuvieron el Premio Presidente de la República; los cuatro primeros en la categoría docta, y los siguientes, en folclórica y popular, respectivamente.

Alejandro Guarello (1951)

Con un robusto catálogo que supera las 70 composiciones, desde cantatas hasta piezas orquestales y de cámara, fue director del Instituto de Música UC y fundó el Festival de Música Contemporánea UC, que ya tiene 30 años, logrando hasta mil asistentes por concierto. Recibió el Premio Altazor 2009.

Luis Orlandini (1964)

Fue el primer guitarrista chileno que conquistó un premio mundial: el primer lugar del Concurso de Múnich 1989. Ha estrenado más de 150 obras nacionales. Combina una brillante carrera internacional con la formación de nuevas generaciones en la U. Católica y en la U. de Chile, donde fue decano de Artes.

Gabriel Brncic (1942)

También es un pionero, pero de las tecnologías musicales. Su obra Chile Fértil Provincia es parte de la colección Culturas Electrónicas de la Unesco, y Cielo ha sido tocada más de 50 veces. Ha compuesto más de 200 obras y es programado en Chile todos los años, aunque vive en Cataluña desde 1974.

Guillermo Rifo (1945)

Ha ganado tres veces el Altazor, como compositor, director y percusionista. Fue solista de percusión de la Sinfónica por 30 años, y enseñó por 26 en la Escuela Moderna. Lo cultiva todo: música clásica, popular, jazz y fusión latinoamericana.

Patricio Manns (1937)

Figura fundamental de la Nueva Canción Chilena, posee 200 creaciones con texto y música propios, entre ellas las célebres canciones Bandido y Arriba en la Cordillera. Ganó el Festival de Viña y el Altazor. Es un eximio arreglador y melodista.

Cecilia Pantoja (1943)

Más conocida como Cecilia, la incomparable, por el título de su disco de 1965, año en que la cantante ganó el Festival de Viña. Figura central de la Nueva Ola, su estilo interpretativo es muy personal y es un ícono femenino de la música popular.

Roberto Bravo (1943)

Grabó con la Orquesta de la BBC y actuó en grandes escenarios europeos. Pero en vez de hacer la carrera de concertista, volvió a Chile a luchar por la democracia con su piano, tocando en gimnasios e iglesias populares. Toca desde Bach y Listz hasta arreglos de Víctor Jara y Violeta Parra.

Hernán Ramírez (1941)

Su catálogo supera las 180 obras, la mitad estrenada. Es un influyente formador y reconocido compositor; ha trabajado en la música tonal y atonal; de cámara y sinfónica; abstracta y con textos, clásica y popular “estilizada” de raíz folclórica.

Horacio Salinas (1951)

Estudiaba en el Conservatorio cuando fundó, a los 16 años, el conjunto Inti-Illimani. Autor de las emblemáticas Sensemayá y El mercado de Testaccio, es un virtuoso intérprete y orquestador. Una versión de sus Danzas peregrinas fue grabada por el célebre guitarrista John Williams.

Nora López (1929)

Vive en Italia, donde hizo carrera en paralelo a su activa presencia, en los años 60 y 70, en el Teatro Municipal. Es una de las mejores sopranos verdianas de nuestra historia y grabó Macbeth con la Orquesta de la RAI en Turín.