“Sí, por supuesto fue una violación lo del episodio de anoche de Game of thrones”. El título podría corresponder a varias fechas distintas entre los años que se emitió la serie de HBO, pero en específico data de abril de 2014 y es del medio especializado Vulture. El portal aterrizaba lo que el día anterior había paralizado a los espectadores que veían el cuarto ciclo de la ficción, cuando en el tercer episodio de la temporada, Jaime Lannister abusa de su hermana Cersei junto al cadáver del hijo de ambos.

Las críticas surgieron dado que el recurso de la violación era identificado como excesivamente recurrente en la producción (el capítulo siguiente incluyó otra en contra de un grupo de mujeres), pero también porque la escena en cuestión había sido modificada respecto del libro.

Guionistas de ese capítulo y además creadores de la serie, David Benioff y D. B. Weiss, cinco años después, en plena era MeToo, recibieron críticas similares de figuras de Hollywood, como la actriz Jessica Chastain y la cineasta Ava DuVernay. Estas, a raíz del cuarto capítulo de la última temporada, que tuvo a Sansa Stark, sobreviviente de abuso y uno de los personajes que vivió una transformación más significativa, pronunciando una controversial línea en referencia a quienes abusaron de ella en la historia: “Sin Meñique y Ramsay y el resto, me hubiera quedado como un pajarito toda mi vida”.

La producción de Westeros es por lejos el icono más popular de la televisión que ha sido cuestionado por cómo representa en pantalla la violación y el abuso sexual, pero el listado es más amplio, desde la ficción épica y romántica Outlander a la teleserie turca ¿Qué culpa tiene Fatmagül?

Aunque algo parece estar cambiando, al menos a la luz de incursiones del último tiempo que han sido tildadas como revolucionarias. La miniserie de Netflix Unbelievable (Inconcebible) generó admiración por cómo se acercó a la historia real de Marie Adler, una adolescente acusada de mentir en su denuncia de abuso sexual, y en las dos detectives que demostraron la verdad. Y el gran fenómeno de este año es la británica I may destroy you (HBO, los lunes a las 23 horas), el relato en clave de drama y comedia de una escritora que trata de recomponer su vida junto a sus dos amigos luego de sufrir un abuso. Las dos han arrojado en la conversación términos como el consentimiento, la revictimización, el trauma y las desigualdades de género.

La actriz Kaitlyn Dever como Marie en Unbelievable. Foto: Netflix

“Lo que ha cambiado en los últimos años es que hay más mujeres que han tenido la posibilidad de participar en la escritura de guiones y en la dirección de proyectos que dan cuenta de la violencia sexual y de los contextos culturales que la producen, permiten y de alguna manera la perpetúan”, afirma Antonella Estévez, cofundadora y directora del Festival Cine de Mujeres de Chile (Femcine), quien contrasta con la película El último tango en París, dueña de una de las escenas de violación más polémicas.

“Bertolucci asociado con su actor Marlon Brando estuvo disponible para violentar en cámara a su actriz (Maria Schneider) sin considerar para nada lo que estaba sucediendo ahí. Esos eran los referentes del gran cine que teníamos. Es importante utilizar los recursos que nos dan las series y el cine para generar este cambio cultural”, explica.

Cómo trabaja la ficción hoy

Decidido a darle un vuelco a la tradición de historias sobre situaciones similares, el equipo de realizadores de Unbelievable tomó medidas que parecen radicales al abordar una violación. La secuencia del abuso está en pantalla mediante flashbacks, pero por pocos segundos y solo desde el punto de vista de la víctima, quien también a veces recuerda una escena de ella misma en la playa.

“Realmente no quería ver una violación. Quería que el espectador entendiera la experiencia de ese tipo de violación y abuso”, indicó el año pasado la cocreadora Susannah Grant, mientras que la directora Lisa Cholodenko apuntó a capturar la “subjetividad de su experiencia”.

Por estar basada en un caso real, durante el proceso mantuvieron permanente contacto con los dos periodistas detrás de la investigación de 2015 sobre la historia que ganó un Pulitzer y con la verdadera Marie Adler, quien en su momento fue cuestionada por su testimonio. Tras llamar a la policía para indicar que un hombre había ingresado a su departamento y la había violado, distintas personas se centraron en las posibles inconsistencias de su versión, desde los primeros policías con los que habló hasta su entorno.

Enfocada en las tres mujeres –en las consecuencias del trauma y en la determinación de la dupla de policías protagonistas–, la ficción de ocho episodios apenas le da relevancia al victimario o a los móviles de este, al igual que ocurre en I may destroy you, donde el abuso inicia la trama de una joven escritora de ascendente fama en Londres.

En ese caso la protagonista, Arabella, es interpretada por la propia creadora y codirectora, Michaela Coel, y los 12 capítulos de la producción se inspiran en su propia experiencia de abuso mientras escribía la segunda temporada de Chewing gum, su anterior serie, por lo que el proyecto adquiere una enorme carga personal.

I may destroy you, la serie de Michaela Coel. Foto HBO

De manera similar a lo que muestra el primer episodio, Coel fue drogada y agredida una noche luego de tomarse un receso del trabajo. Tras escribir cerca de 200 borradores, se basó en lo que vivió para dar forma a una historia aguda y a veces divertida, que se complejiza en el retrato de una víctima de abuso sexual, hablando de racismo, redes sociales y consentimiento. Aunque no en un sentido legal de la palabra.

“Eso no me interesó en absoluto, y creo que es porque soy consciente de que los casos rara vez terminan en justicia”, le comentó la creadora a The Washington Post. “La víctima, o el superviviente, queda abierto… ¿Cómo encuentran su propio cierre? ¿Cuál es ese viaje difícil, cuando pierden el sentido de conciencia y percepción de sí mismos en el mundo?”, añadió la realizadora, que muestra la escena del abuso de manera parcial y desde su óptica.

En pleno control creativo, la trama también suma situaciones poco vistas en TV. En uno de los primeros episodios Kwame (Pappa Essiedu), uno de los mejores amigos de Arabella, es abusado por un hombre al que conoció por una aplicación de citas y al denunciar en la policía el trato que le dan es menos receptivo que en el caso de ella.

En otro capítulo la serie retrocede a la época del colegio de la protagonista para mostrar lo que vivió una compañera de curso al mentir sobre haber sido abusada por un compañero negro, mientras este le tomaba fotos sin su consentimiento y ella le pedía dinero si quería continuar.

Un relato difícil que obedece a lo que vio en su entorno. “Me di cuenta de que muchas personas tenían algún tipo de experiencia relacionada con la mía. Había tantas formas diferentes de explorar el consentimiento. ¿Qué mejor lugar para una historia que una con la que sentí que muchas personas podrían encontrar una identificación?”, planteó a NPR.

La mirada de La jauría

Cada uno de los ocho episodios de La jauría comienza con una advertencia que menciona que la serie contiene “imágenes de una violación a una menor que es representada por una actriz mayor de edad. Se aconseja discreción al televidente”. La inclusión, que corresponde a las guías editoriales de Amazon, alerta sobre la desaparición y posterior violación de parte de cuatro hombres que sufre Blanca Ibarra (Antonia Giesen), una joven feminista de un colegio de Santiago, que detona el inicio del policial que lideran Antonia Zegers, Daniela Vega y María Gracia Omegna.

Lucas Balmaceda (Benjamín) y Antonia Giesen (Blanca) en La jauría.

“Lo que quisimos fue representar, a partir de un hecho puntual, los distintos puntos de vista, miradas y reacciones de la sociedad”, señala Ángela Poblete, directora regional de televisión en Fábula y productora ejecutiva de la serie, quien luego profundiza en la secuencia: “Fue una escena a la que le pusimos gran atención y estudiamos mucho para lograrla. En el guion era altamente relevante que la escena fuera sobria, no morbosa, que permitiera al espectador asimilar que se trataba de una violación y no de una escena de sexo; en el rodaje, Lucía Puenzo y el equipo tomaron los resguardos para que la actriz y los actores se sintieran cómodos, fue una escena donde participó solo la gente precisa en el set, y luego en el montaje nuevamente visamos que la escena estuviera en el tono correcto”.

A diferencia de otras ficciones, las repercusiones se ven a través de su entorno, las policías y los sospechosos, no a través de la víctima, de la que se desconoce el paradero por buena parte del relato, mientras se aborda la existencia de un juego online que insta a hombres a castigar a las mujeres. Ante eso, la investigación del equipo creativo se abocó a la violencia de género. “Uno de los objetivos era representar estas temáticas, hablando también de situaciones como la normalización de la violencia, la microagresión y la asignación de responsabilidad a las víctimas. En ese sentido, queríamos hacer una serie con más de un punto de vista para poder tocar estos temas”, dice el guionista Enrique Videla.

“Investigamos mucho, nos documentamos, leímos, estudiamos, revisamos casos, sentencias, prensa, leímos estudios, todo para poder hacernos de un panorama amplio y profundo”, detalla la guionista Paula del Fierro. “Pero, además, detrás hay muchas mujeres, yo en guion, Lucía (Puenzo) y Marialy (Rivas) en dirección, pasando por muchas en el gran equipo de producción. Hubo muchas involucradas en la serie que pusieron sus propias historias y experiencias al servicio de una historia respetuosa”.

Aunque para este proyecto en específico no hubo contacto con la Brigada Investigadora de Delitos Sexuales de la PDI, la institución asesoró a la producción en cuanto al uso de la marca, procedimientos policiales y el uso de armamento.

Además, Zegers, Vega y Omegna estuvieron en la Escuela de Investigaciones de la PDI, donde “tuvieron la oportunidad de entrenarse con mujeres policías que les traspasaron sus experiencias en las distintas materias que aborda la serie y, sobre todo, las ayudaron a darles realismo y profundidad a los personajes”, precisa Ángela Poblete. De cara al segundo ciclo, la ficción abordará otro caso de violencia de género.

“Es un aspecto positivo, pues permite abrir la puerta a hablar lo que pasó”, estima Janet Noseda, psicóloga especialista en género y diversidad sexual, sobre el impacto que puede generar en víctimas de abuso la proliferación de producciones de televisión que abordan violaciones, aunque advierte: “Depende del enfoque en que se guíe la serie. El objetivo debe ser claro: prevenir y educar. Omitir escenas morbosas del abuso, pues puede inducir al suicidio en una sobreviviente al volver a revivir el trauma”.

Antonella Estévez analiza: “Al interior de la industria es necesario que se den parámetros respecto a entender que las vidas de las personas siempre son más importantes que la obra, y que luego cualquier discurso audiovisual es un discurso que tiene un efecto social, no hay obras inocuas, y por lo tanto es fundamental que quienes las realizan tengan conciencia y una mirada ética al respecto”.