Ghost of Tsushima y el cine de Akira Kurosawa
El último fenómeno de PlayStation 4 es una historia de samuráis situada en la resistencia japonesa a la cruenta invasión mongola del siglo XIII. Uno de los modos del juego ofrece un filtro con un tratamiento visual y de audio para emular las películas del menos japonés de los directores nipones, como lo llamaron en su país.
Para entonces ya era un aprendiz de samurái, con un arma de acero y reflejos de lince, aunque todos lo creían muerto. Una noche de noviembre, Jin Sakai comprobó que a veces el honor no es suficiente para resistir.
Luego de Last of Us: Part II, el último fenómeno de PlayStation 4 se llama Ghost of Tsushima (Sucker Punch, 2020), una historia de samuráis del siglo XIII, del género de mundo abierto, donde nos metemos en la piel de un inexperto sobreviviente.
Tiempo ha, la noche que cuarenta mil mongoles desembarcaron en las playas japonesas de Tsushima, acaso uno de los puestos clave para la resistencia, los arqueros y samuráis locales no tuvieron posibilidades.
La superioridad numérica y militar de los invasores puso en evidencia el inminente descalabro: una sanguinaria masacre que buscó ampliar el poderoso Imperio Mongol hacia el archipiélago japonés.
Al día siguiente de la incursión, tras ser rescatado, Jin despierta desarmado entre las cenizas de lo que antes fue su hogar. Lord Shimura, su tío y uno de los líderes de la isla, fue tomado como rehén por Khotun Khan, jefe mongol cuyo ejército busca someter a la población de Tsushima.
Avanzando a través de una isla devastada, detallada visualmente con los escombros de la arquitectura japonesa de época, el samurai emprenderá un viaje de formación para encontrar su katana y recordar viejas enseñanzas para dar cara a los mongoles.
El viaje del héroe no será solitario. Jin se moverá por Tsushima absorbiendo el conocimiento de guerreros y senseis, desde una ladrona que le enseñará el arte de la cautela o de un vendedor de sake con otras lecciones por aprender.
Son personajes con más instinto de supervivencia que diestros y donde solo el protagonista clama notoriedad, lo mismo que pasa en la saga Assassin’s Creed, ejemplo antojadizo pero ilustrativo.
Lo central es que Ghost of Tsushima ofrece a su protagonista una honorable bifurcación entre las posibilidades del sigilo y los combates cuerpo a cuerpo.
Los enemigos de Jin vienen de formas variadas y en abundancia, por lo que es importante dosificar los ataques y las defensas, así como el arte de acertar y de errar, de mostrar y ocultar, de encarar y huir.
Modo Kurosawa
El planteamiento occidental para un videojuego basado en la tradición de oriente tiene su cénit en el que sea tal vez el mayor detalle de los desarrolladores Sucker Punch: llevar la influencia de Akira Kurosawa al arte del juego.
Tanto es así que Ghost of Tsushima incluye un filtro visual llamado “Modo Kurosawa”, donde el juego abandona su colorido gráfico para mostrar en exquisitos detalles el grano del celuloide en blanco y negro tan característico del director japonés. Es más, hasta el sonido cambia modificando toda la experiencia de juego.
Se trata de un homenaje de los desarrolladores al cine de samuráis de Akira Kurosawa.
Muerto en 1998, el legado de la obra del japonés alcanzó incluso un título de videojuego taquillero aparecido en 2020, que lo tributa con distintos elementos de películas como Ran, Rashomon o Los siete samuráis, visibles sobre todo en las pausas que asoman en las batallas cuerpo a cuerpo.
Los siete samuráis (1954), por ejemplo, cuenta la historia de un pueblo saqueado por una banda de forajidos, donde un grupo de honorables luchadores aceptan el encargo de ayudar a defender la aldea.
Una película que sirvió como precursora de Los siete magníficos, el western de John Sturgen, años más tarde.
También Rashomon, una de las obras maestras de Kurosawa, narra el crimen de un samurai a través de cuatro relatos donde los saltos al pasado para ir desgranando todo lo ocurrido en el presente dotan a la historia de una narrativa muy atractiva, que de hecho es replicada por Ghost of Tsushima de manera eficiente: aprendemos el arte de la katana de Jin, por ejemplo, recordando una vieja instrucción familiar.
El menos japonés de los directores nipones, como lo llamaron en su país, desplegó en treinta películas una mirada compasiva, inquieta y universal. De ella nació un cine que se resiste a las etiquetas y que pide a gritos ser revisitado. En marzo de 2010 el crítico Pablo Marín advertía en estas páginas que hay muchos “Kurosawas” en Kurosawa.
Kurosawa el humanista, el pro-occidental, el contador de historias universales. El de las imágenes de Toshiro Mifune blandiendo una espada samurái y el de las adaptaciones de Dostoievski, Shakespeare y Gorki. El sensei enamorado de la belleza. Ocasionalmente, el sensiblero, el reaccionario, el violento, el machista.
Quien pretenda definir en dos palabras al artista japonés más admirado del celuloide dispone, como puede verse, de una batería de calificativos. Un set multiforme y fascinante que, por distintas vías, está disponible para el cinéfilo rematado y el espectador inquieto. Como para reformular conceptos usados y abusados. Para encontrarse con todos los “Kurosawas” que habitan en Kurosawa. Y, ante todo, para ver de qué está hecho un cine que habla en serio del ser humano. En Japón y en cualquier latitud. Ya sea en Ran, Trono de sangre, Yojimbo o cualquiera de sus películas no solo de samuráis.
*Ghost of Tsushima está disponible en PlayStation 4. El “Modo Kurosawa” se puede activar en la configuración de pantalla del juego.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.