La infancia robada de los niños actores

Después de descubrir y hacer amistad con un extraterrestre abandonado, Henry Thomas siguió actuando. Desde que protagonizó E.T. a los diez años, hasta recientemente, en series como The haunting of Hill House o Stargirl, el intérprete nunca ha dejado de trabajar en el oficio que lo hizo conocido en todo el mundo. Pero su carrera jamás rozó el estrellato que se auguraba luego del filme de Steven Spielberg.

Sobre cómo llegó a ser el inolvidable Elliott en la película de 1982, su temprana fama y lo que vino después, el actor de 48 años se explaya en el alabado documental Showbiz kids. En la cinta dirigida por Alex Winter que HBO estrena este martes (a las 19 o 22 horas dependiendo del cableoperador), su experiencia se reúne con la de una decena de nombres que también comenzaron jóvenes y padecieron prematuramente el cielo y el infierno que puede ser Hollywood.

Hija de una familia de artistas, Evan Rachel Wood a los siete años debutó en un par de telefilmes, pero su salto a las primeras planas fue con Thirteen: A los trece (2003), de Catherine Hardwicke, un intenso papel que realizó cuando aún era adolescente. Desde el presente, en categoría de principal figura de Westworld y con varios personajes de peso en el cuerpo, se refiere a lo problemáticos que son los roles sexualizados de niñas en las películas, aunque también al abandono que sintió a medida que fue pasando el tiempo. “Mientras mejor lo hacía, suponían que yo estaba bien”, dice a cámara.

Otra mirada la entrega el testimonio de la legendaria Diana Serra Cary, quien bajo el nombre Baby Peggy fue popular en la era muda del cine, particularmente en cortos y algunos largometrajes en la primera mitad de los años 20. Pese a que perfectamente podría haber estado en su primera etapa en el colegio, vivía en Hollywood haciendo acrobacias sin dobles de riesgo y cumpliendo extensas jornadas de trabajo. La actriz fallecida en febrero a los 101 años vio terminada abruptamente su carrera cuando en 1925 su padre se peleó por dinero con el productor Sol Lesser.

Antes que cineasta y dupla de Keanu Reeves en la saga Bill y Ted, Alex Winter fue un precoz actor de Broadway. De ahí que su historia personal también se filtre tenuemente en el documental, en que privilegia un ánimo más reflexivo que sombrío y sólo entrevista a pares que hayan atravesado lo mismo. Uno de los más jóvenes -y trágicamente muerto a los 20 años en su casa en 2019-, Cameron Boyce, representa lo que es crecer como una revelación Disney, en series como Jessie y las películas para televisión Los descendientes.

Su testimonio en general cargado de satisfacción contrasta con el de Mara Wilson, la actriz de Matilda y Papá por siempre, que ha revelado que vivió años tristes mientras se abría paso como una de las estrellas más prometedoras de los 90.

Algunos como Jada Pinkett Smith y Milla Jovovich dieron forma a carreras que los mantienen vigentes hasta hoy, mientras otros como Wil Wheaton (de Cuenta conmigo) y Todd Bridges (Blanco y negro) nunca volvieron a tener roles estelares, pero a su manera todos reflexionan sobre la extraña y difícil experiencia que es estar en el corazón de la industria del entretenimiento siendo un menor de edad. Todos extraviaron la posibilidad de tener una infancia normal, mientras varios –recuerda la cinta– perdieron la vida, desde River Phoenix hasta Dana Plato.

Desplegando esa compleja realidad en el presente, el director sigue dos casos diferentes. Uno es un niño que viaja con sus padres de Orlando a Los Angeles para probar suerte en plena época de audiciones, para lo que, cuentan, llevan gastando sus ahorros pensando en que la ínfima posibilidad se transforme en algo concreto (de 20 mil menores que lo intentan al año en Hollywood, un 95% no lo consigue, parte señalando el relato). Otra es Demi Singleton, una actriz de 13 años que logró su primer gran papel en la serie Godfather of Harlem con Forest Whitaker, y está ad portas de definir si quiere -o puede- convertirse en un nombre clave del medio.

Un punto que emerge en el filme de Winter es el abuso sexual, con casos como el de Todd Bridges o las acusaciones de Corey Feldman. Pero el director desestimó darle mayor cabida en el documental, según dijo a The New Yorker, “porque no es un tema que esté relacionado de manera única con la industria del entretenimiento. El problema es social, no institucional”.