Los días de pandemia y sus efectos son extraños incluso para Corey Taylor (46), un tipo acostumbrado a llevar el rostro cubierto por horas y a recorrer el mundo cantando sobre nihilismo y desesperanza. “Nunca me sentí así en toda mi vida y nunca vi algo así en toda mi vida, así que por ahora trato de no volverme loco”, cuenta desde su casa en Las Vegas el prodigioso vocalista de Slipknot, la banda enmascarada más famosa del planeta y una de las primeras en paralizar por completo su actividad en vivo a causa del Covid-19.
Sin planes concretos con su grupo para el resto del año y luego de anunciar el receso indefinido de Stone Sour, su otro proyecto, Taylor se enfoca ahora en su carrera en solitario y en CMFT, el primer disco que firma con su nombre con fecha de lanzamiento para el 2 de octubre. “Es algo muy importante, porque significa compartir mi trasfondo y mi historia como nunca antes lo había hecho. Es mostrar de dónde vengo y las cosas que me hicieron lo que soy”, explica el cantante sobre un trabajo en el que promete presentar sus facetas musicales desconocidas, algunas distantes del rock pesado en el que se desenvuelve.
Así lo sugieren sus dos primeros adelantos, “CMFT must be stopped” y “Black eyes blue”. El primero, un hip hop con guitarra eléctrica con un video plagado de cameos de amistades célebres -como Marilyn Manson y Lars Ulrich de Metallica-, mientras que el segundo se acerca al pop rock y a lo que en su país llamarían “radio-friendly” (o apto para las radios).
“Mis gustos musicales son muchos mas variados y amplios que lo que quizás mucha gente cree”, asegura Taylor, quien se reconoce un gran entusiasta del punk de los 70, el rap de la vieja escuela y algunos himnos del country. Parte de la banda sonora con la que resistió una empobrecida infancia y adolescencia en Des Moines (Iowa) marcada por abusos, adicciones y una temprana afinidad por el rock y las películas de terror que definirían su imaginario.
“Esta fue la oportunidad de revitalizar una parte de mí y redescubrir este lado de hacer música que no había tenido hace tiempo. Esa especie de energía y excitación con las canciones, con los coros, sin tener que preocuparse del género musical al que pertenecen, simplemente hacer un disco. Eso fue lo verdaderamente gratificante”, reconoce.
Poco entusiasta ante las posibilidades de los shows virtuales (“no son muy distintos de un ensayo”) y ya oficialmente fuera de Stone Sour, algo que asegura “necesitaba hacer”, el futuro de Taylor está en su disco y en los planes para el próximo año con Slipknot. Aunque el regreso a las pistas se ve lejano. “Preferimos esperar hasta que la costa esté despejada en vez de apurarnos para calmar nuestro ego y hacer algo que pueda poner en peligro a nuestro público. ¿Es frustrante? Mucho, pero al mismo tiempo hará que esos primeros conciertos sean muy placenteros”.
Bajo esa misma lógica, trabaja otra de sus iniciativas en carpeta para 2021: el aterrizaje en Chile del Knotfest, el popular festival de rock pesado que creó junto a su grupo en 2012. Por ahora, el plan que desarrolla en conjunto con una productora local es que la franquicia debute en Santiago en el segundo semestre del próximo año, si las condiciones sanitarias lo permiten. “Te puedo asegurar que ese es el plan y que se está trabajando en eso. No tengo la confirmación aún pero nos encantaría ver el Knotfest allá y en varios otros países. Por ahora, todo se reduce a que podamos asegurarnos que lograremos realizarlo sin problemas. Es algo que nos gustaría mucho pero no me sentiría cómodo a menos que se haga bien”, explica.