Entre los años 1992 y 2007, los periodistas Daniel Riera y Fernando Sánchez entrevistaron a Charly García en su hogar de Coronel Díaz y Santa Fe, en estudios de grabación, aviones o en la previa al regreso de Serú Girán; antes de viajar a Inglaterra para tratarse con el psiquiatra de Peter Gabriel y Robert Fripp, o junto a Mercedes Sosa.
El libro García: 15 años de entrevistas con Charly (1992-2007), la reciente novedad del sello argentino Vademécum, reúne todas esas horas de charlas en una pieza clave de la literatura sobre el músico, donde Charly revisa su carrera, desmenuza sus canciones y las de los Beatles, y expresa sus ideas.
Por cortesía de la editorial Vademécum, reproducimos un par de extractos de crónicas aparecidas en el libro, originalmente publicadas en las revistas Rolling Stone y SoHo.
El quinto Beatle es argentino y te cuenta 1 (Marzo de 2001)
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–Aunque suene a lugar común, ¿dirías que descubrir a los Beatles te cambió la vida?
–Y sí, porque decidí que era lo mío. La música clásica y el mundo de la música clásica se habían vuelto muy bizarros para mí. Veía una concreta disociación entre lo que pasaba adentro del conservatorio y lo que me pasaba cuando salía. Era puritano al extremo, muy católico, muy represor. Era genial, pero cuando querías componer algo te cagaban a pedos. Así que los Beatles fueron como otro conservatorio, pero mucho más piola. Y todo tenía más que ver conmigo.
–¿Te interesaste más por la música que por las letras?
–Es que las letras… “Love Me Do” es muy simple. Dice “love”; todo el mundo sabe qué quiere decir love. Y además, decíamos cualquier cosa, cantábamos sanata. Después, con Bob Dylan y los Byrds, nos pusimos más especialistas en el tema.
Suena “Love Me Do” y García pide que detengamos el tema.
–”Love Me Do” está en mono. El disco es mono. ¿Quién canta? Los dos, ¿no? Esto es armónica, batería, palmas, bajo, guitarra que casi no se escucha. Y están la voz de Lennon y la de McCartney. Ahora poné todo eso en tres canales... Por eso, cuando mezclaban en estéreo, quedaba la música de un lado y las voces de otro. Y a mí me encantaba eso. Pero me preguntaba quién cantaba la canción, porque las voces están en [intervalos de] quintas. Eso me quedó como una tara: la eliminación de la tercera. Ahora estoy por hacer un disco que se va a llamar Tres. Pero no sé, porque siempre estuve en contra de la tercera. La tercera es la voz del medio, la que define si el acorde es mayor o es menor. Y acá cantan un re y un sol, pero se olvidaron del si, o no lo pusieron a propósito para que uno haga la voz ahí, armonizando. Ese es el gancho. ¿Viste que siempre te dan ganas de cantar con los Beatles? A mí me pasaba. Ponelo de nuevo.
Suena “Love Me Do” otra vez. Charly canta entre John y Paul. Tiene razón.
–¡Hey, man! ¡La cantidad de cosas que se pueden aprender de los Beatles! Andá a saber a quién le sacaron eso, cómo se les ocurrió. Porque eso es de música clásica. Eso de usar dos melodías al mismo tiempo. Bach, las fugas y las tocatas... Piazzolla. Son todas músicas hechas con cuatro notas paralelas: como los cuartetos de cuerdas, por cosas así, sin saber cuál era la raíz de la música, sin haber estudiado... Tuvieron mucha suerte en cómo se dieron las cosas. Porque encontraron a George Martin, que era un tipo de la música clásica, aunque también hacía discos de sátira. Pero el tipo les debe haber pasado cosas muy clave, como el respeto al 440. Si escuchás cualquier disco de los Rolling Stones de los viejos, no los podés tocar encima. Hasta que no pusieron un piano o un teclado, los tipos afinaban entre ellos, en la suya. Y los Beatles afinaban con un piano. Siempre había un piano, usaban armónica, qué sé yo, tenían cosas que te hacían pensar que eran tipos grandes, que no eran pendejos, que sabían todo. O no lo sabían, pero lo hacían, sospechaban algo...
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Charly graba (Marzo de 2003)
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Esta, la noche del 22 de marzo de 2003, no es una noche cualquiera: esta noche, Charly inicia oficialmente la grabación de su nuevo disco. Alquiló los estudios solo para él por una semana. Está sentado en un sofá de cuerina beige, setentoso y cómodo, del lado de la consola, como a él más le gusta, bien cerca de Marcos Sanz, su ingeniero, más que su ingeniero su brazo derecho en el estudio. Charly conoció a Marcos en 1996, en Madrid, durante la grabación de Say No More, y quedó tan conforme con su trabajo que lo obligó a radicarse en Buenos Aires, pero de eso hablaremos más tarde, porque aquí están pasando miles de cosas por minuto, así que, como dice Marcos, siéntate, empápate y disfrútalo. Si te distraes un segundo, si pestañeas, te lo pierdes, y si estás aquí y te lo pierdes, es una pena, porque muy pocos tienen este privilegio: estás viendo trabajar a un genio. Antes que me olvide: Charly quiere que en este disco toque Keith Richards, pero después hablaremos de eso. No te distraigas. No digas nada. Say no more.
Si vas al baño, apurate. Él no va al baño. No solo no va al baño: no sale del estudio. No estira las piernas. Estuve en cuatro de las primeras cinco sesiones de la grabación de este disco. Nueve horas, siete horas, siete horas, siete horas, treinta horas en total y no le quité los ojos de encima y puedo asegurarte que Charly ni fue al baño ni salió del estudio. Graba en cinta analógica, como fueron grabados casi todos los discos que le gustan, como ya casi nadie graba hoy. Toño recibe órdenes de Charly desde la consola. El baterista está en la pecera, tapado por un biombo que apenas deja ver su rostro. Ahora tocalo más rápido, le ordena Charly. Comprimamos el tambor, le dice a Marcos. Está medio muteado, medio apagado, quiero que suene más Ringo, más pleno, les dice a ambos. Pegale en el centro del tambor, le dice Marcos a Toño. El parche está demasiado apretado, no sé lo que pasa, se lamenta Charly. Toño termina la enésima toma y sale de la pecera, en busca de orientación.
–Vos querés un sonido a Ringo, ¿no es cierto?
–Quiero un sonido... que todavía no lo escuché —se queja Charly—. Ahora tocá el tema de nuevo como la primera vez, como era al principio. Por ahora vamos a dejarlo así.
–Ok.
Kiuge mira al cielorraso como si mirara al cielo y dice no puedo creer que me esté pasando esto. Es la primera vez que el guitarrista graba con Charly: Kiuge, el bajista Carlitos y Toño tenían un trío en su Chile natal, que tocaba exclusivamente covers de García. Charly vio al trío, le encantó, despidió a todos sus músicos excepto a la guitarrista María Gabriela Epumer y convirtió a los chilenos más María Gabriela en su nueva banda. En algún momento de la noche, Kiuge, durísimo, me confesará que, si Charly se lo pidiera, le entregaría a su mujer. Charly se conforma con que Kiuge toque lo que le pide. El guitarrista entra en la pecera y Charly le da instrucciones.
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García: 15 años de entrevistas con Charly (1992-2007) (Vademécum, 2020), de Daniel Riera y Fernando Sánchez, está a la venta en Gould Libros.