Lovecraft Country: el hito de la TV en el año del Black Lives Matter
Racismo, monstruos (reales y humanos) y secretos familiares componen la celebrada serie de terror que se estrena hoy en HBO, una historia sobre la experiencia de ser afroamericano en EE.UU. que además cuestiona y saluda a H. P. Lovecraft.
Una y otra vez, Michael K. Williams vuelve a casa. Al hogar televisivo donde debutó en una breve aparición en el tercer ciclo de Los Soprano y después tuvo los roles que le hicieron ganar prestigio, incluido el primero estable en una serie, Omar Little, el hombre que se ganaba la vida robándole a los traficantes de drogas de Baltimore en The wire.
Luego de retornar a la pantalla de HBO como un poderoso gánster de Atlantic City (Boardwalk empire) y en la piel de un magnético líder en la prisión neoyorquina Rikers Island (The night of), al actor prueba algo nuevo en Lovecraft Country: interpretar a un personaje anclado a un contexto específico y real, como es el Estados Unidos segregado de los años 50, pero envuelto de un imaginario de horror, ciencia ficción y fantasía. Una inmersión radical que le genera no solo reflexiones, sino que preguntas concretas.
“Estamos contando historias de EE.UU. en los años de las leyes Jim Crow y, a veces, yo al menos paso por alto la posibilidad de que mucho de este horror esté en mi ADN, tengo este trauma en mí desde mis antepasados. ¿Cómo el contar estas historias despierta ese trauma en mi ADN? ¿Qué se despierta? ¿Cómo lo manejo?”, señala Williams en una entrevista compartida a este medio.
Parte de la respuesta, dice, estuvo en la comunión de intérpretes afroamericanos que lideran la serie, partiendo por los jóvenes Jonathan Majors (Atticus) y Jurnee Smollett (Leti), los dos amigos de infancia que inician un viaje desde Chicago a una localidad ficticia de Massachusetts para ir en busca del desaparecido padre de él, Montrose, el personaje de Williams en la ficción; una aventura en la que se les une el tío de Atticus, encarnado por Courtney B. Vance.
Michael K. Williams asegura que “nunca había visto algo así”, a propósito de “este nivel de ciencia ficción contada a través de los ojos de una familia negra, un elenco negro”. A tenor del capítulo piloto (hoy a las 21 horas por HBO), cuesta no encontrarle razón desde los primeros segundos, en que Atticus se enfrenta tanto a las fauces de un monstruo como al racismo en un bus, las calles, la policía, un restaurant y básicamente en cada aspecto de la vida en su país.
Un fascinante mundo basado en la novela homónima de 2016 del autor estadounidense Matt Ruff y que empalma bien con el trabajo más reciente como director de Jordan Peele (¡Huye!, Nosotros), abocado a retratar las desigualdades raciales desde el terror y la mezcla de subversión y homenaje del género. En su papel de productor ejecutivo -junto a J. J. Abrams- y principal impulsor del proyecto, el cineasta le entregó la conducción de la serie a Misha Green, realizadora afroamericana de 35 años en torno a la que se han multiplicado los elogios en los últimos días.
Buenos comentarios que obedecen a cómo Lovecraft Country funciona y roza la brillantez en varios niveles: en su tratamiento del terror, en cómo este se comunica con la experiencia de ser negro en EE.UU. -que se agudiza y amplifica en tiempos de Black Lives Matter- y la contradicción vital que propone en torno a H. P. Lovecraft, un clásico de la literatura del siglo XX que pese a todo lo influyente que fue y sigue siendo, al final del día era racista, como incluso escritores admiradores de su figura han podido reconocer (Neil Gaiman, uno de ellos).
Veterano de la guerra de Corea, Atticus está fascinado justamente con autores que jamás lo pondrían a él o cualquier persona negra al centro de sus pesadillescas y fantásticas narraciones. De ahí que la serie plantee algo similar al ejercicio del libro, “una especie de exorcismo”, según dijo en su momento The Guardian acerca de la novela, que sería rodear de amenazas sobrenaturales -y humanas- a un grupo de afroamericanos. Criaturas que se esconden en el bosque, magos con perversas intenciones y fantasmas asesinos se mezclan con secretos familiares en la temporada de diez episodios, mientras también acecha el Ku Klux Klan y la brutalidad policial.
Michael K. Williams expande el análisis sobre qué representan los monstruos del show: “Son todo lo que sistémicamente está mal. No estoy hablando solo de racismo. Hablo de sexismo. Ya sabes, las fobias, la forma en que tratamos a las personas”.
En su alcance, temas y mirada, Lovecraft Country también dialoga a la perfección con lo que propuso Watchmen (HBO) el año pasado. Recogiendo una obra consular de los superhéroes, como la de Alan Moore y Dave Gibbons, la miniserie que lideró las nominaciones a los Emmy reflexionó sobre el racismo sistémico en EE.UU. a través de una heroína, una ciudad y sus antepasados. Regina King, la protagonista de esa historia, dijo algo similar a lo de Michael K. Williams sobre el instante en que revisó los guiones: “Nunca había leído nada como eso”.
¿Pero la creación de Misha Green tendrá el impacto que ¡Huye! en el cine hace tres años o que esa serie en 2019? El crítico de televisión de NPR Eric Deggans se inclina por la cautela. “No tendrá el mismo impacto, en parte, porque no se sentirá tan fresca como ¡Huye!. Ahora hay algunas películas y programas de televisión diferentes que centran las historias de género en personajes negros. Y Watchmen es un gran ejemplo de eso”, comenta a Culto, aunque luego concede: “Es una serie poderosa que hace declaraciones importantes sobre raza, poder y horror”.
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