Como pocos cineastas, el británico Alex Garland (50) ha vivido durante los últimos años en carne propia los radicales cambios de la industria. Tras ser nominado a los premios Oscar en 2016 por Mejor guión original en reconocimiento a su celebrada ópera prima, Ex Machina -que venció a los blockbusters de Hollywood por la estatuilla a Mejores efectos visuales-, vio cómo su segunda película, Aniquilación (Annihilation), pasó directo al streaming, porque el estudio Paramount anticipó una debacle en taquilla para un filme que costó entre 44 y 55 millones de dólares y optó venderle los derechos de exhibición internacional a Netflix.
Ahora Garland -también guionista de videojuegos y de filmes como Exterminio (2002) y Nunca me abandones (2010)- se lanza por primera vez a las miniseries con Devs, en el que probablemente sea uno de los mejores años del formato, con producciones tan alabadas como Poco ortodoxa, Normal people y Mrs. America. Pero en su salto a otra narrativa la mirada del realizador inglés prevalece, en una apuesta por la ciencia ficción con sello propio y crítica social que no evita la emoción.
Para ahondar en su incursión televisiva -que se estrena esta noche a las 22.00 horas por FOX Premium Series y postula a cuatro categorías técnicas de los Emmy- recurre a una de las sagas más brillantes de los 70 y 80, revivida con éxito en 2015.
“Mad Max trata sobre lo que sucedió después de una guerra nuclear, y parte de eso es hacer consciente o persuadir a todos de que no tengan una guerra nuclear. Creo que en el caso de Devs, me preocuparía que las compañías de tecnología pudieran llevarnos a algo así como una versión tecnológica de la guerra nuclear. Entonces digo: no tengan una guerra nuclear. Es divertido explorarlo en nuestra historia, pero no lo exploremos en la realidad”, señala el cineasta en una videollamada con algunos medios de Latinoamérica, en la que participó La Tercera.
En su nuevo título como director y guionista -que ya se estrenó en Estados Unidos a través de la plataforma Hulu, con elogiosas críticas por parte de la prensa especializada-, Garland se adentra en Amaya, una empresa liderada por Forest (Nick Offerman), que desarrolla nuevos avances en una división llamada Devs. Un área que el resto de los trabajadores ignora cómo funciona o a qué se dedica específicamente, donde llega un joven de origen ruso (Karl Glusman). La trama se tuerce cuando éste último desaparece y su novia, Lily (Sonoya Mizuno), que también es parte de la compañía, se empecina en averiguar la verdad.
Garland, que dice que ignoraba la popularidad como comediante de Offerman -conocido por su papel de Ron Swanson en la serie Parks and recreation-, se benefició de su actor principal para evitar que las referencias del protagonista inevitablemente fueran hacia Mark Zuckerberg o Steve Jobs. Esto, pese a que su inspiración inicial para la serie surgiera de los planes que hoy desarrollan otros CEO y empresarios de compañías tecnológicas tan poderosos como ellos.
“Tratamos a los jefes de estas compañías de tecnología como genios, pero en realidad lo que son es gente de negocios muy exitosa, la mayor parte del tiempo. Y no creo que sea algo muy perspicaz para decir, porque creo que todas las personas que escuchan sobre eso ya han tenido ese pensamiento. Creo que lo difícil no es lograr que la gente reconozca que existe, sino lograr que hagan algo al respecto”, sostiene el realizador.
Mientras la intriga central de Devs se torna más oscura con el correr de los ocho capítulos, la trama se aproxima a temas profundos como el libre albedrío o el determinismo. Eso, dice, “dio una óptica muy distinta para observar el mundo y las personas”, en una serie que define como “una especie de ciencia ficción filosófica que tiene un apego a las vidas reales que estamos viviendo, a diferencia de la ópera espacial”.
¿Cómo conseguir entonces una historia perturbadora que hable de grandes temas, pero que al mismo tiempo logre emocionar y cautivar al público? “Intentando todo lo posible de que fuera sobre las personas”, asegura el director.
“Sabía de todas estas grandes ideas sobre tecnología, las grandes compañías tecnológicas, el poder de la computación cuántica, la filosofía del determinismo. Pero también sabía que todo debía ser habitado por personas. ¿Y qué son las personas? En términos generales, son criaturas emotivas que se aman. Entonces, con el telón de fondo de todas las inquietantes y aterradoras cosas tecnológicas, tienes cosas muy simples sobre un chico que ama a una chica, una chica que ama a un chico, de dos colegas que se aman, el amor entre un padre y una hija, y una hija y un padre”, explica.
En cuanto a los paralelos entre la historia ficticia de Amaya y la de las grandes compañías que hoy condicionan buena parte de la experiencia humana, Garland concluye: “Lo que creo que sucede es que en nuestras culturas, donde la tecnología tiene un papel muy poderoso que desempeñar en nuestras vidas en este momento, está gobernada por grupos muy pequeños de personas, que están en el corazón de organizaciones muy grandes y poderosas. La forma en que a menudo veo esto es que las personas dentro de esos grupos pequeños sienten que han sido razonables y están de acuerdo con las cosas con las que están de acuerdo. Pero en realidad no están mirando el panorama general, y se dieron cuenta de cómo sus fascinaciones, tan cerca de sí mismos, se extienden al resto de nosotros”.