Rage Against the Machine: siempre peligroso
Por Andrés Panes
Un famoso instrumental de los cincuenta, "Rumble" de Link Wray, fue prohibido en varios medios por "incitar a la delincuencia juvenil" a causa de su nombre (sinónimo de pelea) y sobre todo de su sonido, considerado en exceso pendenciero por los censores de la época. Traigo a colación la historia porque la primera vez que "Killing in the Name" fue reproducida ante una audiencia, en una suerte de tocata-ensayo, todavía no tenía letra y aun así desató un mosh pit frente a unos sorprendidos y primerizos Rage Against the Machine. El aguerrido tema pudo haber sido la versión noventera de "Rumble", con un mensaje claro a pesar de la falta de palabras, pero añadirle a Zack de la Rocha fue como transformar un camote en una bomba molotov. Esa letra furiosa que aboga por el derecho a rebelarse, "fuck you, no voy hacer lo que me dices", resonó con inusitada fuerza en la juventud de la transición.
La popularidad de Rage Against the Machine en nuestro país, uno de los lugares donde tuvieron mayor éxito, según reportaba la revista Rock & Pop en la época, fue una de la mil señales venidas desde el mundo artístico de que las cosas por acá no eran color de rosa como decía la versión oficial, tendiente a reducir las vidas de las personas a cifras macroeconómicas. Lo digo con el beneficio de la perspectiva temporal, desde luego, pero quisiera recalcarlo porque escuchar nuevamente el debut del grupo me hace pensar de inmediato en la necesidad de prestarle más atención a esas pistas que nos van dejando los creadores. Ante la noticia del retorno de RATM, mi primera reacción fue desempolvar y volver a darle play a ese disco homónimo del 92, y no fue para nada sorpresivo, aunque sí bastante doloroso, constatar su vigencia. Los horrores que el grupo denunciaba siguen ocurriendo, y más cerca de lo que me gustaría. Hablo de violencia estatal, brutalidad policíaca y manipulación del flujo informativo, entre otras depravaciones del poder.
Con canciones como "Take the Power Back", "Freedom" o "Know Your Enemy" (en la que participa Maynard James Keenan de Tool), el cuarteto artículo un discurso que caló hondo gracias a un formidable colchón musical donde no solamente figuraba el genio innovador de Tom Morello, sino una de las mejores bases rítmicas de los noventa. Brad Wilk y Timmy C eran capaces de traer al metal la influencia rapera de Run-DMC y el funk vieja escuela de Parliament-Funkadelic, y sin ellos hubiese sido imposible el lucimiento de sus dos compañeros más notorios. Había también un aire popero en el sonido del disco, que se debe probablemente a la mezcla, hecha por el ingeniero de estudio Andy Wallace, quien venía de trabajar con Nirvana en el ultra radial Nevermind. Así, entre forma y fondo, se configuraba un artefacto diseñado para soliviantar a punta de canciones con su propia muscularidad -fruto de utilizar sólo instrumentos convencionales de ejecución humana, como se jactan en los créditos- y un mensaje agitador. No es casual que la cancha vip de la batalla de Santiago fuese abolida en cosa de minutos, ni que suene "Wake Up" al final de Matrix cuando la conciencia de Neo ya está despierta. El primer disco de Rage, y todo lo que sacaron después a decir verdad, busca la liberación de todo grillete. Música así nunca deja de ser peligrosa.
The battle of Los Angeles: voz de los sin voz
Por Nuno Veloso
Sí. Hay que dejar en claro una cosa: en mi opinión, Rage against the machine es la versión noventera y norteamericana de Gang of four. Está la base funky sólida, el vocalista enardecido y la guitarra enviando chasquidos de ruido y riffs cortantes a la vez. Por sobre eso, las letras políticas –más in your face en el caso de RATM, más ingeniosas en Go4- y un arte acorde para enchapar el producto final. No digo que está mal. Si hay que modelarse en base a alguien, que sea de los mejores en el rubro, ¿no?
Para cuando The battle of Los Angeles llegó, en noviembre de 1999, el combo de Tom/Zack/Tim/Brad no tenía nada ya que andar demostrando. Si el debut tomó al mundo de rehén, Evil empire, el segundo título del catálogo, consolidó la propuesta. The battle of Los Angeles fue el clímax. Pongámonos épicos, y me van a perdonar la comparación los puristas del frente tolkeniano y del frente rapmetalero, pero el debut es La comunidad del anillo –la presentación de los personajes-, el segundo es Las dos torres –la primera batalla contra el mal- y éste, el tercer testamento, es El retorno del rey: la batalla final y el triunfo definitivo.
Si bien en el video de "Sleep now in the fire" los RATM parecieron anticipar la declive política y moral actual de Estados Unidos mostrando por unos segundos, de la mano de Michael Moore –conocido en esos días por el ácido programa The Awful Truth, que acá tuvo salida por I-Sat en el cable- a un tipo sujetando un cartel que anunciaba a Donald Trump como candidato a las elecciones del año 2000, pues no es porque la banda tuviera una bola de cristal. Sino que, más bien, su capacidad de observar con detención la putrefacción que les rodeó por años les mostró las cosas tal como eran: el futuro siempre estuvo escrito en las paredes, y la lucha siempre ha sido la misma. "Testify", "Guerrilla Radio", la misma "Sleep now in the fire" o "Voice of the voiceless", son imperecederas por aquella razón: porque, al igual que el Dylan de "It's alright Ma' (I'm only bleeding)" o "The times they are-a-changing", siempre escupirán la verdad acerca del circo, aunque cambien los payasos de turno.
El control del público mediante los medios –mediante los miedos- había llegado al tope en abril de ese mismo año, 1999, cuando ocurrió la Masacre de Columbine. Era un buffet de tenedor libre para los conservadores, festinando con los artistas y su supuesta incitación al odio –a Marilyn Manson le cayó fuerte, y tuvo una de las mejores cuñas en el documental que el mismo Moore hizo tres años después al respecto: el Presidente tirando bombas influye más en la gente que un músico llamando al descontrol. No deja de ser extraño que la fecha fatídica del 9/11 de las Twin Towers en 2001 tenga su espejo en el 11/9 de 2016, el día en que Donald Trump fue anunciado como Presidente electo de los Estados Unidos.
El reciente anuncio del retorno de RATM en 2020, con Trump en el borde constante del impeachment –Acusación constitucional le llamamos acá- utilizando aquella foto que ha dado la vuelta al mundo, tomada por Susana Hidalgo en la marcha millonaria en Plaza Italia –de los millones de vidas, no de dólares ni de pesos en las arcas de los inescrupulosos narcisistas de siempre- no deja de ser clara. Si bien los Go4 pavimentaron el camino, RATM fueron los profetas de la rabia. Ahora nos toca testificar.