De París a Concón: el amor que unió a Patricio Manns y Alejandra Lastra
Ayer en la madrugada falleció la gran compañera de vida del cantante chileno: no sólo su musa inspiradora, sino que también su mánager, su productora y la responsable de difundir su obra artística en las últimas décadas. Ambos ingresaron juntos a una clínica de Viña del Mar la semana pasada y hoy Manns enfrenta también las complicaciones de su diabetes. Aquí, el retrato de un amor que se extendió por 41 años.
“Una tarde de septiembre totalmente inesperada en París, conocí a Alejandra Lastra y toda mi vida cambió”. Así recuerda Patricio Manns, en su libro de conversaciones con Horacio Salinas publicado en 2017, la llegada a su vida de la psicóloga argentina que ayer por la madrugada, en la misma clínica en Viña del Mar donde ambos estaban internados, falleció afectada por un cáncer al colon.
Se conocieron el mes de septiembre del año 1979. Manns tenía 42 años y se casaron en 1983 en Gibraltar. Completaron 41 años viviendo juntos, primero en la calle Tarverney de la localidad de Trez Vella, casi en la frontera franco suiza, luego en otra casa en la misma zona, y desde fines de los 90 en Chile, en un departamento frente al mar en Concón. Desde allí fueron traslados hace pocos días a la clínica donde aún permanece Manns, afectado por una infección que se ha complicado por su diabetes. Y ayer en la mañana dejó de existir Alejandra Lastra.
Psicóloga argentina, de carácter fuerte, Alejandra trabajó hasta entrados los años 90 en la ACNUR, Agencia de la ONU para los Refugiados, pero desde su encuentro con Manns fue protagonista esencial en su vida artística. Productora de sus discos, promotora de sus libros y una suerte de mánager desde que se instalaron en Chile.
Poco antes de conocerse, el compositor y escritor chileno vivía en París y había pasado por momentos tormentosos. “Estaba atribulado por penas de amor, estaba saliendo de una relación”, dice hoy día Horacio Salinas, director de Inti-Illimani Histórico y uno de sus principales socios creativos. Fue en ese periodo cuando ese conjunto, que vivía su exilio en Italia, fue alertado del estado anímico de Manns y uno de ellos, José Seves, fue a buscarlo a su casa para llevarlo con ellos,
Por esos días, el Inti estaba grabando el disco que bautizarían como Canción para matar una culebra (1979) y Manns se integró al trabajo creativo, aportando con texto y música en cuatro canciones, entre ellas los clásicos Vuelvo y Samba landó.
En su regreso a Francia de ese viaje, conoció a Alejandra. Manns estaba en ese país desde fines de 1974, tras pasar el primer período de su exilio en Cuba, y con ella se trasladó a las cercanías de Ginebra. Al poco tiempo le compuso la canción Balada de los amantes del camino de Tavernay, a partir del nombre de un camino ficticio que evoca la calle donde vivían, pero que sobre todo habla de la historia de amor que vivía: “El cuarto adonde habita mi ruiseñora / se nutre con el ruido de mi demora / los cantos de la calle se están plegando / y el mórbido reloj mira blasfemando”.
Desde que llegaron a Chile, ella se hizo reconocida en los circuitos del cantautor y escritor. Intervenía en las entrevistas, hablaba con los productores y revisaba contratos. Si bien ella suplía así la reconocida ineficiencia ejecutiva y práctica de Manns, se granjeó una fama insolente y algo temible.
“Pero era su cable a tierra y siempre simpatiquísima cuando se le conocía bien”, dice el musicólogo de la UC y la UAH Juan Pablo González, que lo conoció en los años 90, y desde entonces siempre mantuvo contacto con ellos. “Hace muy poco tiempo le envié un texto que estoy escribiendo sobre una canción suya. Me mandó a decir con Alejandra que le costaba mucho leer y que ella le leía el texto. No me mandó respuesta y no quise insistir. Eso fue hace muy poco tiempo”.
Ayer se comunicó su fallecimiento. Antes de la noticia, Horacio Salinas llamó a Patricio Manns a la clínica donde está internado, y ante la pregunta de cómo estaba, “respondió como poeta”, según dice Salinas. “Me dijo: ‘mira Horacio, estoy en medio del mar con olas muy gigantes’".
El año pasado murió la hermana menor de Alejandra, Renata y así la describió ella: “Era mi hermana menor, mi hermanita, mi guerrera. Creíamos que nunca se iba a morir, había sobrevivido a tantas cosas”. Hoy ella ha partido a reunirse con ella. Manns a lo mejor también pensó que no se iba a morir nunca. Y ahora sigue en medio de las olas gigantes.
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