Ha resistido, estoica, cada terremoto. Pero no el fuego. Tres incendios se han ensañado con la iglesia San Francisco del cerro Barón, en Valparaíso. En 1983, sólo sobrevivieron los muros de adobe. En 2010, en medio de arreglos de emergencia, otro siniestro provocó el desplome del techo. Meses después, fue declarada monumento nacional, pero todavía faltaba un tercer incendio, aun más dramático, en 2013. El MOP llevaba un 70% de una nueva restauración, la que quedó en foja cero.

“Esperamos que la tercera sea la vencida”, declara Raúl Irarrázabal, director de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas.

Recursos ya existen: $ 7.660 millones, aportados en un 86% por el Gobierno Regional y el resto, por el MOP. También hay un anteproyecto de reconstrucción, e incluso se hizo una licitación. Pero ésta fue declarada desierta hace unas semanas.

“Se presentaron cuatro constructoras, que compraron las bases, y lamentablemente ninguna entregó ofertas. Esa primera licitación fue a fines de 2019, con toda la complejidad del tema social, y había cierto temor de muchas constructoras”, dice Irarrázabal.

“Hoy la situación ha cambiado; las constructoras necesitan trabajar, y éste es un proyecto de dos años aproximadamente. Nuestra apuesta es que van a llegar interesados. Nunca dejamos botados los proyectos; a pesar de dos incendios y de la licitación fallida, vamos a seguir adelante hasta que se logre. Es un compromiso del MOP”, agrega.

La nueva licitación se publicó ayer, y el contrato podría firmarse en junio de 2021. Se utilizará un sistema que en obras nuevas “ha funcionado perfecto”, según Irarrázabal. Se trata del pago contra recepción.

“Significa que la constructora tiene que hacerse cargo del diseño definitivo y de la construcción”, apunta el arquitecto. Como el monto ofertado incluye todos los aspectos, explica, no cambia durante la ejecución. Y así como se elimina el encarecimiento progresivo de los proyectos públicos, también se controlan los atrasos. “La constructora no puede reclamar por el diseño, porque ellos mismos han hecho el proyecto. Además, es la mitad del tiempo; todo el proceso puede extenderse a tres años y medio o cuatro, mientras que un proyecto con diseño y ejecución separados dura, en promedio, entre seis y ocho años”, dice Irarrázabal.

Además de valor arquitectónico, esta iglesia construida en 1846 y remodelada en 1890 por Eduardo Provasoli, tiene fuerza simbólica. “Tiene una vista completa de la bahía. Por eso la gente le dice Pancho, o San Pancho a Valparaíso: los marinos que llegaban a la bahía lo primero que veían era la torre de la iglesia”, cuenta.

Tras siete años sin techo, es urgente someterla a una consolidación estructural. “Salvo el pórtico y la torre, que son de albañilería de ladrillos, sus muros y todo el resto de las construcciones son de adobe. Al no tener techo, está expuesta a lesiones; si se moja, pueden producirse daños estructurales. Aparentemente no ha habido hasta ahora ningún derrumbe, pero podría pasar”, reconoce Irarrázabal.

Asimismo, está la coyuntura pandémica: “Lamentablemente, hay pocos proyectos de inversión hoy en Valparaíso, y el que está dando la cara es el Estado, a través del MOP y del Ministerio de Vivienda. Tenemos que reactivar el sector, y absorber gran parte de la mano de obra; muchas personas están sin trabajo”.