Las redes sociales bajo escrutinio en la pantalla
Un elogiado documental de Netflix es la última producción que estudia a las compañías tecnológicas, a través de exmiembros de empresas como Facebook, Twitter y YouTube que analizan su cara más oscura.
Truman Burbank (Jim Carrey) por años vivió creyendo que sus vecinos, colegas y esposa eran tan reales como él. Era su propio mundo, aunque fuese artificial y el fruto de la imaginación de un creador que lo puso al centro de un reality show que transmite su vida diaria a todo el planeta. Recordada por haber planteado discusiones que en el siglo siguiente se agudizarían hasta puntos inimaginables, The Truman show (1998) le sirve a Roger McNamee para ejemplificar cómo funciona el algoritmo de las noticias en Facebook.
“Debes pensarlo como si fuéramos 2.700 millones de Truman. Cada persona tiene su propia realidad con sus propios hechos”, relata el empresario en el documental de Netflix The social dilemma (El dilema de las redes sociales). Su alusión irrumpe en el contexto del alza en la polarización política en Estados Unidos y el mundo como una consecuencia de las determinaciones de la compañía creada por Mark Zuckerberg -que despliega desde hace años diferentes noticias según el usuario-, pero esa es sólo una de las aristas que propone el filme.
Estrenada con buenas críticas en el último Festival de Sundance, la cinta de Jeff Orlowski (Chasing ice) se adentra con urgencia en las implicancias de las redes sociales, que en número pueden ser innumerables a esta altura pero que comparten atributos, básicamente haber alterado para siempre a la civilización. O como reza la cita de Sófocles que ocupa al inicio: “Nada extraordinario llega a la vida de los mortales separado de la desgracia”.
Un radical acercamiento que el director lo aplica mayoritariamente de la mano de los testimonios de antiguos integrantes de Twitter, Instagram, YouTube, Pinterest y Facebook, como fue el caso del mismo McNamee, que años atrás se involucró con su grupo inversor en la plataforma que ideó el botón “me gusta”.
Con gran protagonismo aparece Tristan Harris, que hoy se pasea entre charlas TED donde desnuda la cara más oscura de las redes y es llamado “lo más cercano que Silicon Valley tiene a una conciencia”, tras pasar tres años en el área de ética del diseño en Google. Habla de términos como tecnología persuasiva o técnicas de crecimiento acelerado, pero su idea tal vez se resume en que “pasamos de un entorno tecnológico basado en herramientas a un entorno basado en la adicción y la manipulación, eso es lo que cambió”. Junto a nombres como el escritor Jaron Lanier, que derechamente ha planteado que es necesario rehacer internet, profundiza en la manera en que la industria de la tecnología almacena información para predecir las conductas de las personas.
Si el documental no es todo lo árido que podría ser, y en efecto es altamente entretenido, es por el tono que le impregna Orlowski -donde las apreciaciones de los entrevistados son suficientemente preocupantes- y por las recreaciones dramáticas que acompañan el metraje durante hora y media. Mientras los exempleados de los gigantes tecnológicos hablan sobre fake news y el aumento en las tasas de depresión y suicidio a causa de las redes sociales, el documental sigue a una familia y en específico al hijo adolescente, angustiado por una chica que le gusta. Como gran parte del mundo, no puede despegarse de su celular, en su escuela, en la noche o en el día. Es una adicción y separarse del aparato puede ser tortuoso cuando su familia lo propone.
Inquietante y tremendamente actual (hasta incluye alusiones al coronavirus), el filme es casi un visionado obligado. Y puede funcionar en complemento de por ejemplo la serie Devs (los viernes por FOX Premium), que desde la ciencia ficción -una compañía de Silicon Valley crea una misteriosa división ligada a la física cuántica- reflexiona sobre cómo la tecnología parece estar devorando a la humanidad.
Menos aguda, pero también alarmante, en diciembre la docuserie No te metas con los gatos (Netflix) retrató al grupo de personas que fue detrás de un hombre que subía video matando animales. En alguna medida todas las producciones cumplen con ser, como sostuvo The Hollywood Reporter sobre los minutos finales de The social dilemma, “un argumento devastadoramente efectivo para desconectarse por completo de las redes sociales”. La gran disyuntiva es que ya parecen completamente enquistadas.
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