El periodista Ben Fong-Torres estuvo ahí, sentado en la redacción de la revista Rolling Stone en San Francisco durante 1973, mientras junto a otros editores resolvía las portadas que ese año dedicaron a Elton John, Mick Jagger, Robert Mitchum y Paul Newman, o mientras coordinaba sus propios cara a cara con las leyendas del ahora.
“De todas las entrevistas que hice, es imposible decir cuál fue la más emocionante. Bob Dylan fue una. Ray Charles, Marvin Gaye, Linda Ronstadt, Crosby, Stills & Nash. También Paul McCartney, un maestro de los medios”, enumera el histórico autor, en contacto con Culto desde California y como quien pasa lista sin demasiada añoranza a los viejos amigos de juventud.
Pero en 1973 también debió confiar en alguien cuya celebridad era minúscula. Casi un anónimo: Cameron Crowe, un adolescente de 15 años, alumno de una escuela de San Diego y entusiasta aspirante a crítico de música de un periódico underground que, tras solicitar trabajo durante semanas, se convirtió en la persona más joven en escribir para Rolling Stone. Así impulsó una carrera que luego lo llevó a entrevistar a Led Zeppelin, The Who y David Bowie, para muchos años más tarde consolidarse como director y guionista de sucesos como Singles (1992) y Jerry Maguire (1996).
Todo aquello siempre pareció una película por sí sola y culminó efectivamente en eso. Casi famosos, la cinta que hoy cumple dos décadas (aunque su llegada masiva a salas en EE.UU. fue el 22 de septiembre) y que funciona como un retrato autobiográfico de Crowe, encarnado por el personaje de William Miller (Patrick Fugit), también un quinceañero que deja a su familia para irse de gira con un grupo bajo las órdenes a distancia de sus editores en Rolling Stone, entre hoteles, excesos, groupies y aviones que casi se estrellan.
Mientras en la vida real los escogidos fueron The Allman Brothers Band, en el filme los días en la ruta lo enfrentan con la recordada banda ficticia Stillwater.
Por lo mismo, Casi famosos ha sido desde su estreno mucho más que sus cuatro nominaciones al Oscar -llevándose Mejor guión original-, su elenco para enmarcar -con Frances McDormand, Philip Seymour Hoffman, Kate Hudson y Billy Crudup-, y su permanente etiqueta como una de las cintas más adorables de los 2000 -la escena del bus con todos cantando “Tiny dancer”, de Elton John, aún es irresistible-.
“Creo que la película representa el idealismo del rock and roll y lo que la gente quiere creer como cierto sobre ser un periodista de rock. Lo que muestra Casi famosos es parcialmente cierto y probablemente eso sea bueno. El filme hizo un mejor trabajo en pulir el legado de Rolling Stone que lo hecho durante décadas por Jann Wenner o por la propia Rolling Stone”, dice también a este medio Joe Hagan, uno de los mayores conocedores de la historia de la publicación y autor de Sticky Fingers (2017), la controversial biografía de precisamente Jann Wenner, el fundador de la revista.
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De alguna manera, la producción de Crowe es la alegoría de un momento bisagra para los dos mundos que se desprecian tanto como se necesitan en la historia: el rock y el periodismo de entretención.
En el primer caso, el género adquiría a principios de los 70 el cuerpo de un monstruo capaz de despachar millones gracias a los espectáculos en estadios o los álbumes de rúbrica generacional facturados por Black Sabbath, Yes y Led Zeppelin, todos citados en el filme, todos encarnaciones de un rock que ya abandonaba para siempre el designio contracultural de sólo un par de años antes.
Casi famosos está repleta de frases o momentos que aluden a ese salto de la utopía a la mercadotecnia, sobre todo cuando habla Lester Bangs, el más célebre de los críticos de rock, personificado por Seymour Hoffman y que ejerce el rol de maestro del inexperto William Miller, al empezar a recibir sus textos escolares cuando nadie lo conocía: “Lástima que te perdiste el rock and roll. Ya se acabó. Llegaste justo a tiempo para los estertores”, es su mensaje más lapidario.
Hacia 1973, el periodismo musical también dejaba la infancia. Luego que la propia Rolling Stone apareciera en 1967 como vocera de las ideas más insurrectas de la nueva generación, en el decenio siguiente empezó a caer seducida por el anzuelo bello y brillante de la cultura de las celebridades, dominante hasta este siglo. El propio Hagan lo retrató en su libro: la revista estaba hechizada por las andanzas personales de Mick Jagger o el activismo fotogénico de John y Yoko.
Wenner cultivaba una profunda –y peligrosa- amistad con todos ellos y los cotilleos empezaron a asomarse en distintos artículos, lo que enfurecía a músicos que anhelaban párrafos ojalá cercanos a la adulación. Nuevamente la película lo muestra perfecto, cuando el cantante de Stillwater, Jeff Bebe (Jason Lee), al darse cuenta que no aparecerían en la portada de Rolling Stone, vocifera: “¿Tan difícil es hacernos parecer geniales?”.
En Casi famosos subyace la batalla permanente entre dos oficios que recién crecían y se hacían adultos. “Es una visión perfectamente romántica sobre la pérdida de la inocencia y el ganar mayor experiencia. Es el viaje de un verdadero creyente del rock and roll, a medida que descubre lo que realmente hay detrás de toda esa cortina y sale por el otro lado con una comprensión más profunda de la vida”, teoriza Hagan.
El adiós a la niñez está magistralmente encarnado por William Miller, con la partida de su hogar para batírselas sin demasiada transición en un mundo adulto donde pierde la virginidad, lidia con la hipocresía de sus entrevistados y debe obedecer las reglas de una jerarquía laboral que apenas conoce.
Sin un padre, el largometraje muestra dos figuras que ocupan ese rol en el abrupto y desconocido camino a una vida mayor: el propio Bangs, quien desde un comienzo le dibuja el rock como una cofradía de oportunistas y tramposos con los que hay que saberse manejar a través de frases precisas y la distancia adecuada (“no puedes volverte amigo de una estrella de rock”); y Ben Fong-Torres, su jefe a la distancia en Rolling Stone, la voz más dura y formal que al teléfono le habla de pagos, plazos de entrega para sus notas y formas de escribir.
No es coincidencia que, en la vida real, Fong-Torres –chinoestadounidense de primera generación- era el único de ese entonces en la redacción que tenía estudios de periodismo, mientras el resto de las firmas venía de ámbitos con metodologías más libres, como la literatura o el activismo.
En medio, la fanática Penny Lane, el papel de Kate Hudson, opera como un sostén emotivo entre ambos polos, quizás la madre o hermana que Miller nunca alcanzó a disfrutar y que le muestra que abrazar la ruta siguiendo a un conjunto rockero es el destino al que pertenece.
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Fong-Torres –interpretado en la cinta por el actor Terry Chen- recuerda lo que sintió en ese 2000 en que se vio en pantalla grande como un duro jerarca de Rolling Stone: “Al verla, conecté con el chico que está detrás del escenario, tratando de romper las barreras periodísticas entre él y los artistas. Tratando de captar la historia”.
Sin embargo, advierte que hay matices: asegura que su trabajo no sólo se remitía a estar sentado en una oficina bramando por teléfono a los redactores, que Rolling Stone nunca tomó decisiones pensando en agradar a los músicos y que él siempre supo que Cameron Crowe era un adolescente, a diferencia de lo que sugiere el largometraje, donde William Miller se hace pasar por adulto para conseguir el puesto.
"Hay mucho de ficticio. Conocí a Cameron en un concierto de los Rolling Stones en Los Angeles, así que siempre supe lo joven que era cuando me llamó por teléfono, después de enviarme algunos trabajos de muestra. Su primera tarea fue una pieza corta, no una historia de portada, y no estaba en la carretera. Nunca accedí a que un escritor adolescente hiciera un artículo más ‘pensante’. Y tendíamos a confiar en nuestros reporteros y no a tomar la palabra de los artistas por sobre ellos. Eso sí, en algo nunca estuve de acuerdo y se lo diré de nuevo: yo no sólo estaba gritando al teléfono. Yo también estaba viajando y escribiendo mis artículos. El verdadero yo estará pronto disponible en un documental que se llama Like a Rolling Stone”.
El profesional subraya que sí hay algo más certero ilustrado por Casi famosos: el interminable gallito entre periodistas y músicos. En la ficción, Stillwater bautiza como el “enemigo” a Miller y hacia el final sus miembros acusan que toda la nota entregada por el reportero es mentira.
En los 70, el cortocircuito más emblemático se dio entre Rolling Stone y Led Zeppelin. “No es un mito, y no fue exactamente una batalla, pero fue una mala relación. Probablemente comenzó con una reseña negativa de algún disco o concierto. Eso es todo lo que normalmente se necesita. Entonces la banda se negó a hacer entrevistas, hasta que enviamos al joven Cameron, a quien le gustaba el grupo”, rememora.
Por su lado, Hagan cuenta que en su investigación muchos artistas le confesaron que la revista nacida en California era algo así como “un mal necesario”.
“Recuerdo que Jackson Browne me dijo: ‘Me tomó ver Casi famosos para saber cómo funcionaba Rolling Stone’. Sintió que había sido víctima de ellos”, comenta.
En el saldo final, ambos coinciden en que la cinta de Crowe es una carta de amor a una era que ya no volverá. Ni para la música ni para el periodismo: ese instante en que todo parece estar a tus pies y hasta los conflictos tienen un brillo épico.
El veterano Fong-Torres lo grafica con una anécdota reciente: “Los periodistas de música de hoy intentan continuar el trabajo de los que estuvieron antes, a pesar de las barreras de gerentes, agentes, abogados y sellos discográficos. Los Rolling Stones contrataron a una compañía de relaciones públicas para defender a la banda de… las relaciones públicas. Hice una nota de portada para una revista importante sobre un artista country y pasé 30 minutos con él, con un publicista en la sala. No necesito eso. Así que no lo extraño”.