Mientras el domingo pasado buena parte del mundo se preguntaba dónde ver Schitt’s Creek, la serie que obtenía un premio tras otro al inicio de la ceremonia de los 72° Emmy, Frances Cabezas-Miller, desde su casa en Toronto, sólo veía a gente cercana recogiendo cada estatuilla. Parte de un mundo donde el contacto no era un inconveniente en los rodajes, la chilena cuenta innumerables pruebas de vestuario y conversaciones durante seis años con Eugene y Dan Levy y Catherine O’Hara, los protagonistas de la producción canadiense que batió toda marca en los galardones de la Academia de TV, como la comedia con más reconocimientos en una sola entrega.
A horas de la histórica noche que vivió la serie en los “PandEmmy”, la vestuarista -compradora de vestuario del show desde un inicio- tiene un diagnóstico claro de por qué triunfó de manera tan categórica la temporada final de una historia de un clan de millonarios venidos a menos.
“Dan Levy quería hacer un show con el que la gente se riera, pero que también tuviera un ‘entre líneas’ que mostrara inclusión, aceptación, que lo diferente no es malo. Y tratar de que la gente lo acepte amorosamente. No hay una forma de relacionarse como seres humanos, ese es el éxito del show”, dice por videollamada desde la urbe canadiense, donde llegó por primera vez en 1996 y lleva residiendo la mitad de su vida tras casarse con un canadiense. Desde su hogar entrega otra clave de la producción que en Chile da el canal Comedy Central: “Lo visual es la mitad del chiste”.
La labor de vestuario, entonces, juega un papel determinante y así lo celebraron los Creative Arts Emmy -los premios “técnicos”-, que el sábado, en una transmisión virtual, le concedieron a la serie por primera vez el galardón a Mejor vestuario contemporáneo, por sobre títulos como Killing Eve o Poco ortodoxa. Recibida por Debra Hanson y Darci Cheyne, las cabezas de equipo, la distinción fue un reconocimiento al departamento completo. “Con este pequeño equipo hicimos un pequeño espectáculo que superó nuestras expectativas”, señaló Cheyne en un video.
Egresada de periodismo de la Universidad Diego Portales a mediados de los años 90, la vestuarista profundiza en su labor. “Me gusta el reporteo, la calle. Y en realidad ser compradora es un reporteo de ropa, porque ando buscando todo el día en la calle, con mi propio horario. Como quien busca la noticia, buscando la ropa perfecta”, explica. “Al final del día traigo todo lo que he comprado, lo muestro. Primero con la diseñadora de vestuario y luego con los actores, diciéndoles: esto es lo que creemos que deberías ponerte”.
Lejos de las restricciones que encontró en otros proyectos, aquí pudo desplegar toda su imaginación, pensando en los extravagantes protagonistas de Schitt’s Creek. Muchas veces adquiriendo ropa de marcas como Gucci y Alexander McQueen pero usada -lo que los personajes alcanzaron a llevarse de su vida en una mansión- y en ocasiones utilizando lo que el mismo Dan Levy adquiría entre temporadas. “En las pruebas de vestuario se creaba con ganas, no con el miedo de que la gente encontrara que era mucho. Uno quiere ver lo que a lo mejor no va a ser nunca, pero que en tus fantasías te lo pondrías o serías así”, señala.
Con experiencia en rodajes de películas junto a estrellas como Robert De Niro (El enviado del mal, 2004) y Lucy Liu (Cypher, 2002), además de otras series como Orphan black, Cabezas-Miller recuerda con especial cariño su colaboración con Catherine O’Hara. Sobre todo el capítulo final, que ganó el Emmy técnico, donde la intérprete de Mi pobre angelito -una actriz en desgracia en la historia- aparece con un vestuario que semeja el del Papa. “Cada escena es lo ridículo llevado al límite, por eso es divertido”.
Junto al mismo equipo que hizo la comedia canadiense, en enero la vestuarista comenzó a trabajar en el rodaje de la cuarta temporada de The handmaid’s tale, la exitosa serie de Hulu basada en la novela de Margaret Atwood que lidera Elisabeth Moss. Entre pruebas y medidas de distanciamiento social, el rodaje volvió hace cuatro semanas luego de una interrupción de meses por la pandemia.
“No es vestuario contemporáneo, sólo cuando (la protagonista) tiene los flashbacks de cuando tenía su vida normal”, cuenta. “Es una megaproducción. Estos shows son tan grandes que cada producción tiene su propio laboratorio, con enfermeras haciendo tests”.
Y sobre el cierre perfecto Schitt’s Creek, para muchos una sorpresa en los Emmy frente a otras candidatas como The marvelous Mrs. Maisel o The good place, sentencia: “Es como el triunfo del ‘underdog’ (menos favorito), la gente se ve reflejada en eso siempre”.