Hace un siglo, su funeral paralizó Santiago. Fue una procesión de varias cuadras, multitudinaria, en que participaron estudiantes, obreros y con varios sindicatos en paro. Cuando pasó frente a la Moneda, atestó el lugar. Se dice que asistieron más de 50 mil personas, cuando la capital era más joven, y albergaba apenas 500 mil almas.
Las circunstancias de la muerte de José Domingo Gómez Rojas lo habían sumado al martirologio de una época sombría e inclemente. Acabó sus días en un manicomio, enloquecido después de meses de encierro en las peores condiciones, sometido a torturas e incomunicación. Había sido detenido al parecer injustamente y había desatado las furias del juez por sus respuestas desafiantes de dandy al estilo Wilde. Era un joven estudiante de la Universidad de Chile (cursaba paralelamente Derecho y Castellano). De origen humilde, pero ambiciones intelectuales altivas, había escrito tempranamente poesías en revistas e incluso publicado un libro, Rebeldías líricas (1913), en que cohabitaban cierto misticismo religioso y una política radical de simpatías anarquistas: “Mis canciones son rojas como la dinamita” decía en ese libro adolescente (tenía sólo 16 años): “Mis versos de la aurora que sean el alerta de la revolución”. Pero en los años siguientes, no sólo se preocupó de darle una mayor densidad a su formación intelectual, sino que escribió muchísimo, con un tono más íntimo y calmado. En un gesto de modernidad, creó incluso, hacia 1916, un “heterónimo”, Daniel Vásquez, un poeta que vive en la oscuridad de barrios pobres y que no quiere ser conocido, bajo cuyo nombre figura en Selva Lírica y en la Pequeña Antología de Los Diez.
Después de iniciados sus estudios universitarios, publicó obras de teatro y en la revista Selva Lírica es nombrado redactor, impulsando una sección llamada “Los poetas nuevos”. Fue parte importante de la bohemia artística de la época y conoció a todos sus integrantes desde escritores hasta artistas plásticos. Respetado por escritores mayores, fue considerado incluso como un maestro por otros que tenía su misma edad, como sus amigos Manuel Rojas o José Santos González Vera, quienes lo recordarían en sus escritos.
Políticamente, Gómez Rojas tenía simpatías anarquistas, aunque también estaba vinculado al menos radical Partido Radical. Fue un orador vehemente (por eso lo llamaban “el poeta cohete”), de activa participación en la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, la FECH, fuertemente influida por ideas anarquistas y estuvo vinculado, de manera algo incierta, a la organización internacional obrera, cercana al anarquismo, conocida como I.W.W., cuyos miembros serían llamados wobblies. Las vinculaciones entre estudiantes y obreros de la época son detalladamente presentadas en el libro Santiago Subversivo 1920 (LOM, 2017) por el historiador estadounidense Raymond Craib, en que retrata la vida en las asambleas, escuelas populares, teatros, cafés e imprentas, concentrándose en unos cuantos meses de un proceso más amplio de persecución política.
La detención de Gómez Rojas resultó de la confluencia de una serie de factores que marcaron ese momento y lo convirtieron en su víctima propiciatoria. Eran tiempos de masivas protestas de estudiantes y obreros, había una reñida elección presidencial, se desató además una fiebre nacionalista y xenófoba producto de las circunstancias internacionales aprovechadas por la política interna: un golpe de Estado en Bolivia alimentó en el gobierno chileno y en sectores conservadores la idea de que se quería recuperar Antofagasta, generando un ambiente agitado, con una movilización de soldados al norte y escaramuzas en la capital. En una de ellas, una de las más graves, una multitud guiada por jóvenes conservadores, atacó la sede de la FECH, siendo saqueada y su biblioteca quemada, con algunos heridos y, más tarde, un joven conservador muerto, en dudosas circunstancias.
Se inició entonces una dura y generalizada persecución contra estudiantes y obreros anarquistas. Al decir del airado escritor Carlos Vicuña Fuentes esto fue “entregado al celo interesado del inquisidor Astorquiza”, quien “soltó a los delincuentes y encarceló a las víctimas”. Uno de los detenidos fue Gómez Rojas. Los cambios de lugar, las humillaciones y los golpes, el desasosiego, los baños nocturnos para impedirle dormir, el silencio conducen a esta persona sensible a la locura y luego la muerte. Desde la prisión escribió elegías: “En esta Cárcel donde los hombres me trajeron / en donde la justicia de una ley nos encierra: / he pensado en las tumbas en donde se pudrieron / magistrados y jueces que hoy son polvo en la tierra”.
Pero no hay que olvidar que Gómez Rojas es, ante todo, un poeta. Si bien su único libro publicado en vida es Rebeldías líricas, antologías de su obra más amplias (aunque generalmente mantienen ese título) se publicaron después: el mismo año de su muerte (1920), en edición de Roberto Meza Fuentes, y en 1940, en edición de Andrés Sabella, recordando los 20 años de su muerte. Más recientemente se publicaron Rebeldías líricas por Editorial Eleuterio (2016) y la última, por Ediciones UDP (2020), en una selección hecha por el poeta y editor Adán Méndez.
Señala Adán Méndez que algunos de los mejores momentos de Gómez Rojas quedaron dispersos. Y menciona un fragmento del poema “Gesta raza”, que él no incluye en su antología, pero cita porque podría haber servido de inspiración o antecedente a la elegía de lenguaje arcaizante de Eduardo Anguita “Mester de clerecía en memoria de Vicente Huidobro”. Punto interesante es el de las influencias que Gómez Rojas pudo haber ejercido. Según sus diarios Gómez Rojas leyó “Adán”, de Vicente Huidobro y al parecer lo trató. Uno de los admiradores de Gómez Rojas fue Ángel Cruchaga. ¿Lo habrá leído el primo de éste, Juan Guzmán Cruchaga, quien en su “Canción” (1920), justamente canta de manera célebre: “Alma, no me digas nada, / que para tu voz dormida /ya está mi puerta cerrada”. Gómez Rojas en su poema carcelario “Alma”, escribe: “Ya mi alma está de par en par abierta. / (Rechinaron los goznes de la puerta)”...
Por otra parte, Gómez Rojas también figura en el ámbito de la poesía de vanguardia latinoamericana. Él es uno de los que aparece en un libro mítico, inhallable y a la vez fundamental, tanto por la magnitud de sus antólogos como los por los poetas que incluye. Es la antología Índice de la nueva poesía americana (1926), cuya autoría suele atribuirse a una conjunción de nombres tan improbable como estelar: el argentino Jorge Luis Borges, el chileno Vicente Huidobro y el peruano Alberto Hidalgo, quienes firman sus prólogos. Hay buenas razones, sin embargo (como ha argumentado de manera convincente el estudioso de las vanguardias Carlos García) para creer que la selección fue hecha exclusivamente por Hidalgo, fundador de la vanguardia peruana, indomable libelista y despreciador eminente. Alí, entre poetas como César Vallejo, Leopoldo Marechal, Pablo de Rokha, Nora Lange, Pablo Neruda, Magda Portal, Juan José Tablada, los tres antólogos y otros, destella el nombre de Gómez Rojas.
En su poema “Autorretrato”, se define en parte Gómez Rojas: “Por la noche y el día / sobre mi sombra el tiempo su ácido negro vierte; / yo sé que, fatalmente, por la tierra sombría / soy un muerto que vive esperando a la muerte”. Al final de esa espera, cuando la muerte finalmente le llegó, fue que nació su leyenda.
Semana Gómez Rojas en la Facultad de Derecho U. de Chile
José Domingo Gómez Rojas estudiaba paralelamente Derecho y Pedagogía en la Universidad de Chile. Por eso la Facultad de Derecho, en su segundo ciclo “Cultura en Derecho” (el primero la “Semana Albert Camus” en 2019), ha decidido realizar un conjunto de actividades en homenaje a Gómez Rojas, las que comenzarán hoy lunes 28 de septiembre con un panel que inaugurará su Decano, Pablo Ruiz-Tagle y en el que participarán el crítico literario Camilo Marks, los historiadores Adriana Palomera y Raymond Craib y el arquitecto Dino Bozzi. El día 29, se realizará el lanzamiento del libro “Subversivos”, de Nicolás Vidal, junto a la historiadora María José Cumplido y el abogado y escritor Patricio Hidalgo. Para concluir el jueves 1 de octubre con una lectura de sus poemas en la voz de los actores Patricia Velasco y Pedro Vicuña. Las actividades se realizarán todas a las 16 horas, gratuitamente a través de la plataforma Zoom.