Columna de Jorge Montealegre: Queremos tanto a Quino
Quino, claro, es “el papá de Mafalda”; pero es mucho más: sus dibujos sin palabras –nunca mudos- que se pueden disfrutar en todas partes del mundo son absolutamente poéticos, con una capacidad de síntesis y universalidad que lo confirman como un gran artista y maestro para sus colegas.
En estos tiempos a Mafalda se le confirmarían todos sus temores sobre los chinos, pero seguiría desconfiando de los bastones de la policía (“el palito que abolla las ideologías”) y retando al mundo –hablándole al globo terráqueo- que se debe portar mejor; pacifista y ecologista hizo todas las advertencias y reflexiones que para los niños y niñas que la leyeron –y los de ahora, como mi nieto y nieta- fueron parte de su (de)formación cívica. Mafalda contribuyó a la formación de lindas personas. Chica de vanguardia, enseña horizontes feministas cuando ironiza el trabajo doméstico, esclavizante, de su madre. Y, así, respecto de toda discriminación social o étnica ridiculiza con tremenda naturalidad las miradas conservadoras y retrógradas que la modernidad –los cambios socioculturales- han ido dejando atrás, a pesar de que la derecha sigue pensando que su “sentido común” es el sentido común de toda la humanidad.
Conocí la tira cómica Mafalda en las páginas del diario “Puro Chile” durante el gobierno del Presidente Allende. (Se parecía a Periquita y era tan distinta al Enano Maldito del mismo diario). Luego, en los libritos apaisados de la Ediciones de la Flor de Argentina. El canal 9, entonces de la Universidad de Chile, transmitía Mafalda en dibujitos animados. Hasta el golpe. Por “tendenciosa y destructiva” (palabras de Jaime del Valle) se le hizo desaparecer de nuestras pantallas. Desaparecida, pero nunca olvidada. Recuerdo algunas revistas clandestinas (“El barco de papel”, por ejemplo) que reproducía –pirateaba- dibujos de Quino, entre ellos tiras de Mafalda.
No se podría definir a Mafalda como una tira política, pero era tremendamente política con su humor conceptual que, nutriéndose de la contingencia, no era contingente sino mantenía –mantiene- la actualidad de su crítica sin que ella perdiera vigencia al pasar el asunto que la motivó. Cuando Quino incorpora manifestaciones de trabajadores y estudiantes en sus dibujos, o políticos demagogos, son los trabajadores y estudiantes y políticos de los ’60 y del 2020, con sus mismas reivindicaciones y represiones y promesas. La ironía permanece en el tiempo, se actualiza, nos hace sonreír. Quino, claro, es “el papá de Mafalda”; pero es mucho más: sus dibujos sin palabras –nunca mudos- que se pueden disfrutar en todas partes del mundo son absolutamente poéticos, con una capacidad de síntesis y universalidad que lo confirman como un gran artista y maestro para sus colegas; de Chile pienso en Hervi y Palomo, que hoy también están de duelo recordando dibujos y conversaciones con su amigo y colega inolvidable.
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