“En una elección trascendental, un presidente narcisista, que nunca ha ganado el voto popular, desata toda la fuerza de sus poderes ejecutivos para evitar la derrota”, comienza el texto de Ariel Dorfman, escritor y activista por los derechos humanos, en su columna para The Atlantic. Luego sigue: “En manifestaciones frenéticas, acusa a sus oponentes democráticos de ser títeres de oscuros intereses extranjeros, cautivos de revolucionarios radicales empeñados en sembrar el caos y la violencia, una amenaza para la civilización cristiana y occidental”, anota sobre el gobierno de Augusto Pinochet, quien lideró la dictadura chilena.
“Advierte a sus turbulentos partidarios que si él no triunfa, hordas de pobres invadirán sus barrios y sus mujeres no estarán seguras. Se burla de los que protestan contra él y no hace nada para evitar que matones de derecha bien equipados los ataquen. Señala que si el voto va en su contra, se negará a ceder, que invocará su asombrosa autoridad como comandante en jefe para continuar en el cargo”, continúa su exposición.
“¿Puedes reconocer este país?”, pregunta el autor, pero solo unos párrafos más adelante saca de su error a quienes pudieron pensar que se refería a Donald Trump, actual presidente de Estados Unidos y candidato republicano para la reelección.
“Un voto ‘no’ contra Pinochet y su junta iniciaría una transición a elecciones democráticas. Esta fue una oportunidad para poner fin a la brutal represión y la censura draconiana de su régimen, que había cerrado ambas cámaras del Congreso, ejecutado a miles de opositores y abierto campos de concentración en todo el país”, detalló Dorfman, quien -como colaborador en el gobierno de Salvador Allende- fue exiliado a Francia y posteriormente Estados Unidos.
“Los intentos de Pinochet de triunfar en ese referéndum de 1988, que vio como una forma de legitimar su gobierno, presagiaron inquietantemente la retórica y las medidas incendiarias de Donald Trump mientras enfrenta la probabilidad, si las encuestas son correctas, de perder ante Joe Biden en noviembre”, anota en su columna antes de ir de lleno a su tesis principal.
Según Dorfman, “ese referéndum distante en Chile, ofrece a Estados Unidos un ejemplo de cómo la gente común puede, mediante una movilización pacífica y una acción decisiva, salvar a su república de una figura autoritaria”, realizando un claro símil entre Pinochet y Trump.
Ariel Dorfman relata que, si bien vio la dictadura de Pinochet a la distancia, como uno de los 200 mil exiliados chilenos durante ese periodo, vio cómo diversos movimientos colectivos -sindicatos, pobladores, feministas, organizaciones de la sociedad civil, estudiantes y profesionales-, se unían en protestas contra Pinochet.
“Los hombres y mujeres de Chile sabían que la votación era su mejor oportunidad para evitar que el país continuara su larga noche de oscuridad. Aceleraron y mejoraron lo que ya había sido un gran esfuerzo de movilización, y yo y otros, ayudamos a obtener reconocimiento externo y apoyo de celebridades. La victoria tenía que ser inequívoca, de tal magnitud que Pinochet y sus aliados no pudieron disputar los resultados”, rememoró Dorfman para The Atlantic sobre la antesala al plebiscito chileno que tuvo lugar el 5 de octubre de 1988.
Una hazaña calificada como “imposible”, considerando la idolatría por el bienestar económico que llegó con la dictadura, pero sobre todo, el miedo que infundía en quienes osaran oponerse. “Yo estaba entre los que creían que le esperaba el día del juicio final”, añadió el autor de La muerte y la doncella.
Finalmente, el escritor y su esposa regresaron a Chile el 5 de octubre de 1988 y fueron parte del electorado que debía elegir entre marcar “sí” -para la continuidad de Pinochet en el poder- o “No” para oficializar el retorno de la democracia.
El 56% de los chilenos votó la opción que comenzaría con la Transición chilena a la democracia.
“Aunque el tirano, acobardado en el palacio presidencial, quería declarar la ley marcial e ignorar el recuento final, se encontró aislado cuando la fuerza aérea, la policía nacional y destacados conservadores reconocieron el evidente éxito de la oposición”, narró Dorfman sobre ese día.
“El plebiscito chileno fue un formidable ejemplo de por qué la votación es importante: solo una pequeña marca en una boleta, y luego una más, y luego otra más, pueden forjar un futuro colectivo mejor y luminoso”, escribió fundamentando que -si hubiesen pensado que votar no servía de nada- el resultado hubiese sido completamente diferente.
¿Trump?
De cara a las elecciones estadounidenses -a realizarse el 3 de noviembre-, rallies, debates y campañas en general, enfrentan al republicano Donald Trump, quien aspira a permanecer en el poder por un segundo periodo; con Joe Biden, el demócrata que fuera vicepresidente de Barack Obama.
“Trump es una figura menos temible que Pinochet y, por lo tanto, debería ser más fácil de vencer. No importa cuánto admire el actual presidente estadounidense a los hombres fuertes y totalitarios en el exterior, se ha visto obligado a imitar sus peores tácticas, incapaz de encarcelar y torturar a los disidentes, desaparecer y exiliar a los opositores o silenciar a los medios de comunicación, como hizo el dictador chileno”, argumentó Dorfman planteando que si la simple acción de votar pudo acabar con una dictadura en Chile, bien podría sacar a Trump de la Casa Blanca.
“A pesar de su mal manejo criminal y arrogante de COVID-19, una enfermedad que ahora tiene, a pesar de su vandalización del medio ambiente su guerra contra la ciencia y la decencia, y su jerga divisiva de supremacía blanca; disfruta de un grado de popularidad similar al 44% que recibió Pinochet en el referéndum”, comparó Dorfman hallando otra similitud entre Trump y Pinochet, y advirtió de un posible peligro.
“Ese apoyo podría ser suficiente para tentar a Trump, si los resultados de la noche de las elecciones son tardíos o confusos, a declarar una emergencia nacional, invocar la Ley de Insurrección y pedir a sus seguidores bien armados que impongan ‘la ley y el orden’”, dupla citada en varias oportunidades por el mandatario estadounidense.
De ser así, Dorfman afirmó que es deber de la ciudadanía luchar por la legitimidad de los resultados: “Millones de votantes deberían estar dispuestos a defender el veredicto, con sus cuerpos en las calles, si la elección corre peligro de ser robada”.
“Aunque algunos me acusen de excesivo optimismo, confío en el futuro”, dijo hacia el final de su columna para luego enumerar el esfuerzo de quienes defienden el medio ambiente, la justicia racial, los derechos de las mujeres y los inmigrantes.
“Como los hombres y mujeres intrépidos de Chile, que hace más de tres décadas enfrentó a un dictador, una mayoría significativa de los ciudadanos de los Estados Unidos le mostrará al mundo que el hombre más poderoso de la tierra debe inclinarse ante la voz más poderosa de un pueblo pacífico y movilizado”, concluyó Ariel Dorfman.