Reinventar la que es de por sí una reinterpretación y expansión de un clásico de los 90. A eso se ha enfrentado en cada temporada Noah Hawley, showrunner de Fargo, probablemente uno de los títulos más macizos de la televisión de los 2010, por el que el escritor y director se ganó la aprobación de la crítica y la industria, logrando en el camino el aval para crear su propia mirada sobre un personaje de los X-Men (la ya concluida Legion) y realizar su primer largometraje (Lucy in the sky).
Con tramas y personajes distintos en cada ciclo, su versión de Fargo ha encarado cómo fluctúan las expectativas, primero moderadas –por tratarse de un derivado de una de las obras mayores de los hermanos Coen– y luego disparadas, a partir del sobresaliente desfile de personajes extraños y fascinantes situados en el mismo mundo de la historia original, por el que han circulado nombres como Ewan McGregor, Martin Freeman, Kirsten Dunst, Billy Bob Thornton y Carrie Coon.
A tres años de sus últimos episodios –y después de una postergación de cinco meses por la pandemia–, la ficción regresó (este domingo por OnDirecTV, con capítulo doble) seguramente ante sus cambios más radicales y su ciclo más oscuro. Retrocede más que nunca temporalmente, hasta 1950, y en vez de policías buenos y extravagantes lo que hay es un enfrentamiento entre pandillas de Kansas City, Missouri, la que lidera el afroamericano Loy Cannon (Chris Rock) y el clan italiano de los Fadda, con los hermanos Josto (Jason Schwartzman) y Gaetano (Salvatore Esposito) a la cabeza tras la muerte de su padre.
Parte de la ambiciosa narrativa de Noah Hawley, la historia comienza en 1920 con un choque entre bandas irlandesas y judías y el particular compromiso que firman aspirando a compartir el dominio de la urbe: intercambian hijos para así intentar conservar la paz. Eso hasta que la tragedia se desata, el orden de la ciudad vuelve a modificarse y la historia termina encontrando su pleno desarrollo treinta años después, cuando el hijo de Cannon llega a vivir junto a los Fadda.
La cuarta temporada se expande con personajes que van desde Oraetta Mayflower (Jessie Buckley, la protagonista de Pienso en el final), una enfermera homicida y racista, hasta un alguacil encarnado por Timothy Olyphant. La figura más luminosa esta vez no es un policía, sino que Ethelrida (E’myri Crutchfield), una adolescente afroamericana que intenta finalizar sus estudios, siendo vecina de Mayflower y testigo del espiral de violencia provocado por la guerra entre pandillas. Así, el complejo mapa de la historia le permite a Hawley elaborar una tesis sobre Estados Unidos, abordando al racismo y la fractura estructural del país.
Un ejercicio que no convenció a la revista Time, que escribió “Fargo parece fundamentalmente mal preparada para abordar la desigualdad sistémica”, aunque “al igual que esta nación, la nueva temporada es hermosa y fea, inspiradora y exasperante, un trágico desastre y, a veces, oscuramente hilarante”.
“Esta versión de Fargo se siente más sombría que cualquiera que la precede, lo que, en 2020, se siente exactamente bien”, planteó IndieWire en una de las críticas más favorables, indagando en las nuevas texturas de la serie: “Al mirar la historia de racismo de Estados Unidos, una disposición igualmente simple de ‘bien contra mal’ ya no es apropiada. Para 1950, las divisiones estaban bien establecidas y todos son culpables”.
The Playlist evocó las primeras películas de los hermanos Coen como posible inspiración de los cambios. “Parece que Hawley miró las primeras tres temporadas de su exitoso programa y pensó que eran demasiado similares no solo entre sí, sino también con la ganadora del Oscar que le da nombre a la serie”, apuntó. “Volvió a la filmografía de los Coen anterior a Fargo y creó un tipo diferente de espectáculo, uno que mantiene ese estilo de narración inesperado pero con un lienzo más amplio y ambicioso que nunca”.
También en relación a los cineastas, Variety argumentó: “Mantiene la locura del trabajo de los Coen pero ha abandonado las notas más duras y satisfactorias de la conexión humana”, lamentando que hay “muchos personajes que representan los tipos más grandes de maldad y muy pocos que nos dan lo que la serie en su mejor momento posee: alma”.