En sus primeros segundos, La Révolution luce como un acercamiento histórico tradicional. Es 1789 y Francia ha sido testigo de un reguero de sangre, con cuerpos y cabezas repartidas por todas partes en medio de la nieve.
Una joven en su caballo acaba cruelmente con la vida de uno de los últimos sobrevivientes, un noble que huye despavorido. Pero lo que salta sobre el piso es sangre azul, literalmente, mientras la adolescente, también narradora, anuncia que lo que viene es “cómo el siglo de las tinieblas se convirtió en el de la Ilustración”.
Remontándose dos años atrás, la producción que se estrena hoy en Netflix profundiza en su relectura en torno a la Revolución francesa, imaginándola como un relato que tiene en el centro la aparición de un virus -la sangre azul- y una serie de extraños y misteriosos asesinatos que tienen como víctimas a las clases más pobres.
Eso cruzado con lo más elemental en torno al período, cuando “el hambre y la pobreza abundaban en el territorio francés” -dice la narradora-, y se soñaba con “un mundo sin tiranos ni esclavos”.
Un acercamiento hablado en francés y dividido en ocho episodios que su creador, Aurélien Molas, cuenta a Culto, ideó en 2013 y comenzó a concretar dos años después.
Stephen King como faro
Luego inspirado por la serie de Netflix Kingdom, que aborda hechos históricos de Corea en clave de terror y suspenso, el guionista le terminó de proponer a la plataforma de streaming una producción que diera un vuelco a la Revolución francesa, en la que a la postre se impondría la libertad creativa y la estilización visual antes que el rigor histórico que ha dominado otras ficciones sobre la época.
“Para mí el desafío consistía en reinventar la historia de la Revolución”, asegura el showrunner, que revela su admiración por autores como Stephen King al momento de crear una serie que juega con ingredientes de género, incluso integrando muertos vivientes. “Quería agregar algunos elementos, pero no es una serie de terror o thriller”, define.
La manera en que resolvió “acercarme al ideal revolucionario” en parte se sostiene en que “la serie transcurre en 1787, y de ese año no hay grandes eventos que veamos en libros de historia, entonces tuve la libertad narrativa y lo que me importaba era trabajar con los personajes, los lugares y la trama”.
Uno de los protagonistas es Joseph Guillotin (Amir El Kacem), un médico que termina indagando en el misterio detrás de la enfermedad y busca justicia, un ejercicio en el que coincide con un amor del pasado, Élise de Montargis (Marilou Aussilloux), una noble que advierte el descontento popular.
“Como artista, lo que me interesaba era mostrar diferentes puntos de vista, como ha hecho Stephen King”, explica Molas. “Quiero héroes principales. La idea es que los personajes están bastante solos, pero se van a unir todos como un equipo y juntos van a iniciar una revuelta”.
En la primera temporada no hay cabida para Robespierre ni para la Asamblea Nacional -ni quizás otros hitos claves que se pueden extrañar-, pero un puñado de acontecimientos reconocibles podrían aparecer en una eventual continuación, que Molas ya trabaja bajo el concepto del blanco, así como en el primero fue el azul (y en el tercero sería el rojo).
“La idea es que si hay una segunda temporada, se sitúe entre 1788 y 1789 y haya eventos históricos mucho más conocidos”, detalla, junto con mostrar “cómo se expande la revuelta y comienza la verdadera lucha entre la aristocracia, la monarquía, y el pueblo francés”.
Antes deberá enfrentar la recepción de su país y el resto del mundo, pensando en que hoy La Révolution llega a los cerca de 190 países donde está disponible la plataforma, lanzada a realizar proyectos en cada rincón y reinventar hechos que resultan familiares para casi todo el planeta.
“Honestamente, aunque se ha escrito sobre la serie, no sé cómo será recibida en Francia. Espero que muy bien”, indica, concluyendo: “Espero que la serie sea un eco de las luchas modernas de la sociedad”.