Una carta de amor para el planeta: las memorias de David Attenborough en Netflix
A Life On Our Planet es la historia de la vida en nuestro planeta de la mano del hombre que ha visto más del mundo que ningún otro. Una película inteligente, que cuestiona y al mismo tiempo propone soluciones y plantea desafíos. “Necesitamos aprender a trabajar con la naturaleza y no en contra de ella”, concluye el científico británico de 94 años, que comparte su profundo legado a las nuevas generaciones.
El comienzo de Una vida en nuestro planeta (WWF, 2020) es un gancho directo al mentón. David Attenborough (Londres, 1926), uno de los divulgadores naturalistas más prestigiosos del mundo científico, visita las ruinas de Chernóbil para explicar algo que sabemos o, a lo menos, intuimos, pero que decidimos, a ratos, situar en esa frontera difusa entre obviar o desatender: que el estilo de vida actual está deteriorando rápidamente la biodiversidad.
—El mundo natural se desvanece —advierte el científico que a sus 94 años ha visitado cada uno de los continentes, explorando los lugares más salvajes del planeta para documentar la vida silvestre en todas sus variedades y maravillas.
La locación que abre el documental —de reciente estreno en Netflix— no es casual. El mítico presentador de la BBC usa las ruinas de la ciudad ucraniana para explicar que, desde el 26 de abril de 1986, cuando una central nuclear cercana a Chernóbil explotó, las 50 mil personas que allí vivían debieron evacuar como resultado “de una mala planificación y un fallo humano”.
Chernóbil —sabemos— provocó una catástrofe medioambiental que tuvo impacto en toda Europa. Muchos la consideraron la más grave de la historia de la humanidad.
—Pero Chernóbil fue un caso aislado. La verdadera tragedia de nuestra época se está produciendo en todo el mundo, apenas perceptible cada día —dice David Attenborough.
Luego dispara, con la elocuencia que deja el oficio de años frente al lente de una cámara:
—Hablo de la pérdida de nuestras zonas silvestres, de su biodiversidad.
Cementerios
En la primera parte de la película, David Attenborough rememora su vida para explicar la historia evolutiva de la Tierra.
Desde el nado de un ornitorrinco, al sombrío bosque marino de algas kelp, o los majestuosos colores de un cálao rinoceronte en la selva de Borneo, Una vida en nuestro planeta muestra las mejores imágenes de los maravillosos trabajos del autor de Life o Planeta azul.
Luego, la realidad más dura: la Tierra a merced del cambio climático, producto de la actividad humana. Una sucesión de bosques tropicales arrasados, cascos polares en peligro de derretirse, especies extintas y mundos que fueron muy ricos y ahora se han convertido en cementerios.
Como un sabio, las memorias de David Attenborough no transmiten rabia. A pesar del tono sombrío, el británico comparte un mensaje de optimismo y convicción que abarca toda la segunda parte del registro.
—Hay muchas diferencias entre los humanos y las demás especies de la Tierra, pero una en particular es que solo nosotros podemos imaginar el futuro.
Según el científico graduado en Cambridge, durante mucho tiempo ha temido a ese futuro.
—Pero ahora parece evidente que no es tan negro como parecía. Hay una oportunidad de reparar el daño, de completar nuestro desarrollo, de controlar nuestro impacto y de volver a ser una especie en equilibrio con la naturaleza.
Aprendizaje
Caminando por paisajes sin senderos y vestido de goretex, David Attenborough abriga una idea: necesitamos aprender a trabajar con la naturaleza y no en contra de ella.
El truco, asegura, está en elevar el nivel de vida en todo el mundo sin incrementar nuestro impacto sobre él.
—Puede parecer imposible, pero hay formas de hacerlo —dice convencido.
En todo esto, sugiere el científico, hay un principio predominante:
—La naturaleza es nuestra mejor aliada y nuestra mayor inspiración. Solo tenemos que hacer lo que la naturaleza siempre ha hecho. Descubrió el secreto de la vida hace mucho tiempo: en este mundo, una especie solo puede prosperar cuando todo lo que la rodea prospera también.
Entonces, enarbola una teoría urgente:
—Si lo piensan bien, estamos completando un proceso. Hace diez mil años, como cazadores-recolectores, llevábamos una vida sostenible porque era la única opción. Todos estos años después, vuelve a ser la única opción. Necesitamos redescubrir cómo ser sostenibles. Pasar de apartarnos de la naturaleza a volver a formar parte de ella.
Luego propone:
—Si podemos cambiar nuestra forma de vivir en la Tierra, se vislumbra un futuro alternativo. En ese futuro, cosechamos la tierra con técnicas que ayudan, en vez de dañar a la naturaleza. Pescamos con métodos que permiten al mar reponerse rápidamente. Y explotamos los bosques de forma sostenible. Finalmente, aprenderemos a trabajar con la naturaleza y no contra ella.
Las plantas solares de Marruecos
Como punto de inicio, David Attenborough plantea un axioma: que el mundo salvaje funciona básicamente con energía solar.
—Las plantas de la tierra capturan tres billones de kilovatios hora de energía solar cada día. Eso es casi veinte veces la energía que necesitamos... solo de la luz del sol. Imaginen si descartamos los combustibles fósiles y hacemos funcionar nuestro mundo también con las eternas energías de la naturaleza. La luz del sol, el viento, el agua y la geotermia.
Luego, examina un ejemplo.
—A principios de siglo, Marruecos dependía de petróleo y gas importado para producir su energía. Hoy, genera el 40% de lo que necesita localmente con una red de plantas renovables, incluida la mayor granja solar del mundo. Situada en el límite del Sahara, y cableada directamente hacia el sur de Europa, Marruecos podría ser exportador de energía solar en 2050.
En dos décadas, según proyecciones que documenta la película, se prevé que las renovables sean la principal fuente de energía.
—Pero podemos conseguir que sean la única —alienta Attenborough—, es demencial que nuestros bancos y fondos inviertan en combustibles fósiles, cuando son esos combustibles los que comprometen el futuro para el que estamos ahorrando.
El desafío es grande:
—Un futuro renovable estará lleno de beneficios, la energía será más asequible. Nuestras ciudades serán más limpias y silenciosas. Y la energía renovable nunca se agotará.
La pesca restringida en Palaos
De acuerdo a David Attenborough, el mundo silvestre no puede operar sin un mar sano, y la humanidad tampoco.
—El mar es un aliado clave en la lucha por reducir el dióxido de carbono atmosférico —advierte el científico—, cuanto más diverso sea, mejor ejecutará esa tarea. Y, por supuesto, el mar es importante para todos como fuente de alimento.
El hombre fuerte de la BBC considera que, si la pesca es nuestra mayor producción salvaje y la hacemos bien, puede continuar, porque todos saldremos ganando.
Su idea es que, cuanto más sano sea el hábitat marino, más peces habrá y más peces podremos comer.
—Palaos es un país insular del Pacífico, dependiente de sus arrecifes de coral para la pesca y el turismo. Cuando las reservas de peces empezaron a disminuir, las autoridades respondieron restringiendo la práctica de pesca y la prohibieron totalmente en muchas zonas.
Fue cuando las poblaciones de peces protegidas florecieron tanto que ocuparon incluso las zonas de pesca abierta.
Como resultado, las zonas prohibidas han incrementado la pesca de los pescadores locales, al mismo tiempo que permiten que los arrecifes se recuperen.
—Imaginen si nos comprometemos a hacer lo mismo en todo el mundo. Las estimaciones sugieren que crear esas zonas en un tercio de las costas sería suficiente para proporcionar todo el pescado que podamos necesitar.
Luego cita otro ejemplo, esta vez en aguas internacionales.
—Allí la ONU está intentando crear la mayor zona de prohibición de pesca de todas. Con una sola acción, el mar abierto pasaría de ser un lugar consumido por flotas pesqueras subvencionadas a una zona salvaje que nos ayudará a combatir el cambio climático. La mayor reserva salvaje del mundo.
Como dato, solo Chile tiene una costa de 6.435 kilómetros de longitud.
Alimentación y trabajo de la tierra en Holanda
En cuanto a la tierra, David Attenborough opina que debemos reducir radicalmente las zonas de cultivo para tener espacio para recuperar las zonas salvajes.
—Y la forma más rápida y eficaz de hacerlo es cambiando nuestra dieta.
En el documental de 83 minutos, el autor de más de una veintena de libros científicos explica su propuesta.
—Los grandes carnívoros son escasos en la naturaleza porque hacen falta muchas presas para mantenerlos. Por cada depredador del Serengueti hay más de 100 presas. Cuando elegimos un trozo de carne, estamos exigiendo inconscientemente una enorme amplitud de espacio. El planeta no puede mantener a miles de millones de grandes carnívoros. Simplemente no hay espacio.
Luego sigue:
—Si todos tuviéramos una dieta basada principalmente en plantas, necesitaríamos apenas la mitad de la tierra que usamos actualmente. Y como nos dedicaremos a cultivar plantas, podríamos aumentar el rendimiento de la tierra considerablemente.
David Attenborough pone como ejemplo a Holanda, uno de los países con más densidad de población del mundo, y sus pequeñas granjas familiares “sin espacio para expandirse”.
—Estos granjeros son expertos en aprovechar al máximo cada hectárea —observa—. Y cada vez más, lo están haciendo de manera sostenible. Aumentando diez veces el rendimiento en dos generaciones, usando menos agua, menos pesticidas, menos fertilizantes y emitiendo menos dióxido de carbono.
A pesar de su tamaño, el británico señala que ahora Holanda es el segundo mayor exportador de comida del mundo.
—Es totalmente posible aplicar soluciones tanto de baja como de alta tecnología para producir mucha más comida en mucho menos terreno —dice el científico—, podemos empezar por producir comida en nuevos espacios. En interiores, dentro de las ciudades. Incluso en lugares donde no hay nada de tierra.
Así, según el naturalista británico, cuando mejoremos nuestros métodos de cultivo, empezaremos a revertir el acaparamiento de tierras que hemos perseguido desde que empezamos a cultivar, lo cual es esencial, porque “necesitamos con urgencia esas tierras despejadas”.
El ejemplo selvático de Costa Rica
Su teoría es que, como los bosques son un componente clave en la recuperación de nuestro planeta, son la mejor tecnología que la naturaleza tiene para aislar el dióxido de carbono. Y son centros de biodiversidad.
—Cuanto más vírgenes y diversos sean los bosques, más efectivos serán absorbiendo el dióxido de carbono de la atmósfera —plantea David Attenborough.
Y lanza otra advertencia:
—Debemos detener inmediatamente la deforestación en todas partes y cultivar palmas de aceite o soja solo en terrenos deforestados hace tiempo. Después de todo, hay muchos. Pero podemos hacer algo mejor.
Haciendo un poco de historia, David Attenborough cuenta que, hace un siglo, más de tres cuartas partes de Costa Rica eran selva. Luego, en los 80, la tala indiscriminada la redujo a solo una cuarta parte.
Según el científico, fue entonces que el gobierno local decidió actuar y ofreció ayudas a propietarios de tierras para que replantaran árboles autóctonos.
—En solo 25 años, la selva ha vuelto a cubrir la mitad de Costa Rica. Imagínense lograr eso a escala mundial —sugiere—. El regreso de los árboles absorbería hasta dos tercios de las emisiones de dióxido de carbono lanzadas a la atmósfera por nuestras actividades hasta la fecha.
Sabiduría
Al final de la película, la escena de Chernóbil vuelve a ser importante. Los directores del documental, Alastair Fothergill, Jonnie Hughes y Keith Scholey, abren el plano y revelan que el territorio de la ex-Unión Soviética, se ha convertido en un exuberante paraíso de vida salvaje.
—Tras toda una vida explorando el mundo silvestre, estoy seguro de una cosa —dice enfático David Attenborough—: no se trata de salvar nuestro planeta, sino de salvarnos a nosotros mismos.
Luego continúa:
—Lo cierto es que, con o sin nosotros, el mundo natural se reconstruirá.
En los treinta años que han pasado desde la evacuación de Chernóbil, como se observa en el filme, la naturaleza ha reclamado su espacio.
Actualmente, el bosque ha invadido la ciudad. Es un santuario de animales muy poco comunes en otras partes. Y una prueba contundente de que, por muy graves que sean nuestros errores, la naturaleza los superará.
—El mundo silvestre sobrevivirá. Los humanos no podemos decir lo mismo —advierte.
David Attenborough sabe, como los budistas, que la palabra no es el hecho.
—Hemos llegado hasta aquí porque somos las criaturas más inteligentes que han existido. Pero, para continuar, necesitamos algo más que inteligencia —ilumina—, necesitamos sabiduría.
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