“Que el pueblo defina su futuro”: la hermandad Gana, palabras que brillan cuando oscurece
Los dos hermanos tras Delight Lab, Octavio y Andrea Gana, desde su infancia se vincularon con la creación y, aunque estudiaron carreras distintas, sus vidas confluyeron en un arte lumínico que no solo busca expresar, sino también impulsar cambios sociales.
Cuando Andrea (34) y Octavio (36) Gana Muñoz eran niños, sus padres hacían paseos familiares al Valle del Elqui, Región de Coquimbo. Una noche, a los progenitores se les ocurrió amarrar un colchón a la camioneta y salieron a dar una vuelta sin ningún destino concreto.
De repente, detuvieron el vehículo.
Se ubicaron cerca del río Elqui para escuchar el caudal. Prendieron una fogata para entibiar la oscuridad e instalaron el colchón. Toda la familia se sentó ahí para ver las estrellas fugaces, contar los satélites y todas las luces moviéndose en el cielo. Según recuerdan para Culto, sus padres compartían gustos musicales; ellos pusieron una radio con cassette y sonaron las canciones más experimentales de Los Jaivas, pertenecientes a los álbumes Alturas de Machu Picchu (1981) y Gira 1988 (1988).
La familia se dejó llevar por la escena cargada de estímulos sensoriales.
Durante su niñez, Andrea recuerda que su mamá diseñadora pasaba mucho tiempo en casa y hacía que sus hijos hicieran máscaras, recortando cartulinas o moldeando figuras con plasticina.
Los hermanos Gana suponen que esas vivencias les desarrollaron una motivación por el arte y la contemplación a gran escala. Eso tienen en común, contaron desde una charla TED publicada a comienzos de septiembre, a pesar de haber estudiado diferentes profesiones: ella siguió Arte y Estética en la Universidad Católica; él, Diseño en la Universidad de Chile.
Junto a Marco Martínez, Andrea y Octavio lideran Delight Lab, el colectivo de arte conocido por proyectar numerosas intervenciones lumínicas en la torre Telefónica y en la Plaza Baquedano, desde el estallido social de octubre de 2019.
Sin embargo, están lejos de ser unos debutantes. Su primera exposición fue en 2009, cuando iluminaron la fachada del Museo de Arte Contemporáneo.
Casi una década después, irrumpieron públicamente en agosto del 2018, cuando proyectaron el rostro del comunero mapuche Camilo Catrillanca en un edificio de Plaza Italia.
El 15 de noviembre del 2019, horas antes de que distintos partidos políticos llegaran a un acuerdo para realizar un plebiscito constitucional el 2020, Delight Lab proyectó la siguiente frase: “Que el pueblo defina su futuro”, en la fachada del edificio del Congreso en Valparaíso. El objetivo era exigir una nueva carta magna redactada por una asamblea constituyente.
Para elegir qué contenido proyectarán, Andrea y Octavio deben llegar a un consenso y discutir las opciones. Cuando hacen un mapping en algún espacio público, suelen elegir temáticas vinculadas a la contingencia nacional. En caso de proyecciones artísticas, como la que hicieron en comunidad mapuche de Pilmaikén, a 45 kilómetros de Osorno, “ahí lo que hacemos es conversar con la gente de allá, trata de sentir lo que ellos sienten”, explica Octavio a Culto; y partir de eso desarrollan un concepto o imagen que sintetice una determinada problemática.
Mapping y justicia social
—Nosotros concebimos la vida desde el arte —dijo Octavio en TED—. Nos nutrimos y desenvolvemos del arte.
Para los Gana Muñoz, el arte es un espejo de la sociedad que permite generar crítica y debate público. Pero también consideran que eso puede incomodar “a sectores más conservadores o a gente que le tiene miedo a los cambios”; como ocurrió en mayo, cuando Delight Lab reflectó la palabra “Hambre” en la torre capitalina y recibieron amenazas, o cuando pusieron “Solidaridad” y un camión encendió unos focos que impidieron la lectura.
Sobre las críticas de que algunos de sus mapping incitan al odio, días después Octavio respondió a Culto: “No es cierto”. Argumentó que muchas ocasiones han transmitido palabras positivas, como en el Día de la Mujer (8 de marzo): “Amor” y “Matria”, en el 8M. Reconoció que, a veces, algunos mensajes son “más crudos, pero para generar conciencia”.
En la misma entrevista, recalcó que en Delight Lab no mezclan su intervenciones como artistas “con encargos”, y mencionó que se han adjudicado proyectos de distintos gobiernos, como el de Sebastián Piñera, cuando hicieron un video mapping para la inauguración del Ministerio de Ciencia y Tecnología, en La Moneda, “justo antes del estallido social”, aclaran.
Cuando Andrea y Octavio estuvieron en la comunidad mapuche de Pilmaikén, aprendieron sobre la cosmovisión de este pueblo originario y el carácter sagrado de la naturaleza. “Nos preguntamos cosas, por ejemplo: ¿cómo puede convivir una hidroeléctrica con un río sagrado, donde deambulan sus almas libremente?”, dijo Andrea.
“El arte también sirve para visibilizar conflictos”, planteó Octavio. Piensa que algunas de las exposiciones de Delight Lab representan a un sector de la sociedad: “Es cuando estas intervenciones dejan de ser de nosotros y pasan a ser de las personas, se viralizan y la gente ya ni siquiera sabe de quién son”.
“Nosotros somos súper utópicos”, manifestó Octavio, por lo que intentan contribuir con “una rayito de luz” para que la humanidad le quite el foco al consumo material, y lo ponga en la naturaleza y las relaciones entre personas.
Hashtags, no
“Lo mejor es que tenemos complicidad y una gran confianza en el otro”, dijo Andrea en Cuturizarte. Con pocas palabras ya entienden de qué están hablando, lo que vuelve más fluida el diálogo laboral. Octavio destacó que prácticamente se conocen de toda la vida, por lo tanto comparten referentes culturales desde la infancia.
Desde el 2009, cuando Delight Lab empezó a armarse, ambos hermanos han permanecido asociados por más de una década. El motivo que los asocia hasta hoy, además de tener una buena relación de confianza, es sencillamente “la pasión que tienen por intervenir con luz los espacios”, dice Octavio.
“Nos interesa el lenguaje reflexivo, los juegos de palabras”, señala Andrea, por lo que considera esencial el mensaje que se proyecta y dónde. Ambos se sienten artistas y, por lo tanto, consideran que tienen algo qué decir: “Hemos ido adoptando esta estética y esta poética”, explicó Octavio en el mismo medio. “No caer en el hashtag, en lo obvio, porque para eso están todas las redes”.
El pasado 24 de septiembre. Delight Lab proyectó la frase que es el título de un poema de José Ángel Cuevas: “Destruir en nuestro corazón la lógica del sistema”. Estas palabras rodearon con luz la estatua del General Baquedano.
“Nos interesan los literatos que han llevado su escritura más allá de la escritura”, explican ambos; admiran a escritores que han sabido vincular las palabras con otras formas de arte. Les gusta mucho lo que han hecho los poetas Vicente Huidobro, Raúl Zurita y Juan Luis Martínez. También tienen como referente a la artista conceptual estadounidense, Jenny Holzer, al español Pablo Valbuena y la chilena Lotty Rosenfeld.
Momento de luz
Sus intervenciones en la calle han cruzado el océano Atlántico. El viernes 23 de octubre el noticiero del canal Das Erste, de la televisión pública en Alemania, emitió una nota sobre Delight Lab, titulada “Chile: con arte guerrillero contra la violencia policial”. Las imágenes muestran a los artistas preparando los equipos lumínicos en el azotea de un edificio frente a Plaza Baquedano. También, Octavio Gana aparece siendo entrevistado por un periodista alemán.
Los momentos previos a una proyección tienen un protocolo que, “por razones obvias no los podemos compartir”, dicen Andrea y Octavio. Pero después, cuando terminan la intervención, se dan un abrazo (salvo cuando visibilizan temáticas más conflictivas y dramáticas) y luego se van a tomar una cerveza y compartir una comida, “para poder bajar las tensiones, la ansiedad y la adrenalina”, cuentan los socios de Delight Lab.
Durante las intervenciones que hicieron en octubre del 2019, no le avisaron a nadie lo que planeaban hacer, ni dónde guardaban los equipos de iluminación. Temían que algo pudiera salir mal, todo les parecía incierto. Se esmeraban que nadie supiera qué proyectarían ni dónde.
Una vez que se encienden los focos, ellos apagan sus celulares y dejan que las luces hablen entre la oscuridad más silenciosa, sin hablar.
La noche, la luz. El contraste.
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