Corre el año 1953 y los sectores más conservadores de occidente montan en cólera por el Informe Kinsey, nombre con el que se conoce el resultado de una serie de estudios sintetizados en los títulos Sexual behavior in the humane male (1947) y Sexual behavior in the human female (1953), volumen este último que, publicado por Alfred Kinsey y una serie de colaboradores, aborda temas entonces considerados tabú, como la frecuencia de las conductas homosexual y bisexual de las mujeres, la cotidianeidad de la masturbación femenina y del coito extramarital, la práctica sadomasoquista, etcétera. El documento, a su turno, es objeto de un reporte realizado por Ernest Havemann y, en ese marco, la revista Life pide a Gabriela Mistral la redacción de un artículo en el que ella exponga su propio parecer.
La Premio Nobel lee el texto y su respuesta mecanografiada en seis carillas no tarda en llegar a la periódica edición estadounidense, que la publica en castellano el 26 de octubre de ese año. “Me ha interesado mucho”, comienza diciendo la chilena, quien agrega: “El tema es tan viejo como el mundo; las edades lo han tratado desde el Kamasutra hasta los estudios de Havelock Ellis, y seguirán tratándolo sin relajo, porque siempre importará a hombres y mujeres el hecho de su felicidad o de su fracaso”.
La autora de Tala (1938) apela a la mirada ofrecida por las 6.000 féminas que dan testimonio en el estudio y afirma: “ocurrió en el comienzo que el hombre no dialogaba sobre el tema: monologaba. Ahora la mujer ha resuelto romper su silencio cabal y entrar de lleno en la ardua discusión. Hay que escucharla recordando que ella representa la mitad del debate y nada menos… criatura que calló por varios siglos bien merece ser oída…”.
Tras criticar que las relaciones conyugales sean “tratadas con no poca hipocresía”, Mistral lamenta que en nuestra cultura el abordaje de la sexualidad cruce las conversaciones “casi como una alusión delictuosa”, y advierte que “hasta hoy el catolicismo de tipo español domina en el continente sur y con ello queda dicho que veintiuna naciones han optado por la vía fácil de mantener sin añadir nada en sus costumbres. Los padres dan a sus hijos una formación moral bastante rígida y contraria al divorcio aun cuando el matrimonio fracase”.
En esa línea, declara que “esta mentalidad que acepta el sacrificio sin discusión y sin réplica ha sido creada entre nosotros, en primer lugar, por la Iglesia Católica”.
La intelectual, quien califica de “crudo e informativo” el libro de Kinsey, señala que “se observa en las muchachas de hoy una tácita voluntad o una decisión de ser ante todo felices. La mayoría de ellas, saliendo de los hábitos coloniales, adoptan las llamadas profesiones liberales o trabajan como obreras en las fábricas. Conjuntamente con la liberación económica, parece que las muchachas vayan hacia una clara liberación del españolismo del siglo pasado, pero esto ocurre en las muchachas super-cultas o en las llamadas temperamentales. En todo caso, el llamado ‘amor libre’ no tumba todavía la recia montaña de la moral sexual recibida del cristianismo. La novedad más visible que observamos en la juventud y que nos es grata es la relación más frecuente, más sana y más espontánea que existe hoy entre mozos y mozas […]. Las Gorgonas del siglo pasado -abuelas, madres y padres- ya no rugen al encontrar por las calles o ver en las ‘Salas de Té’ a la muchachada mixta, feliz de una libertad que no es, no, prima del libertinaje”.