Alemania camina hacia el final de su verano en pandemia y Götz Otto (53), luego de despejar la cámara de su computador, aparece sentado en el estudio de grabación que tiene en su casa. Cuenta que allí en ocasiones realiza su trabajo para audiolibros y toca instrumentos por diversión. Ahora, dice por videollamada, “tú tocas la guitarra”, abierto a recordar su período en Chile un año antes con un ánimo que no decae ni siquiera para tratar los episodios más oscuros.
“Honestamente, he estado en demasiados sets en mi vida profesional, pero ninguno me afectó tanto como este”, señala a Culto al describir su paso por Villa Baviera, en la provincia chilena de Parral. Palabras mayores, considerando su participación en cintas tan emblemáticas como La lista de Schindler (1993), El mañana nunca muere (parte de la saga James Bond en 1997) y La caída (2004).
En todos esos filmes ha dejado su rúbrica –así como en Iron sky, la parodia de 2012 que plantea que los nazis se escondieron en el lado oscuro de la Luna– pero ninguna experiencia le ha resultado tan feroz como Dignidad, la serie chileno-alemana que trata precisamente sobre Colonia Dignidad, que se estrena este viernes a través de Amazon Prime Video y Mega, y donde él encarna al hombre que funciona como eje y villano del relato: Paul Schäfer.
“Sabía de Colonia Dignidad antes de que vinieran a mí y se me acercaran. Pensé: qué gran idea hacer una serie y qué gran honor. Y también qué gran conmoción interpretar a este personaje”, asegura Otto, junto con imaginar un escenario en que no habría aceptado el papel: “Todo lo que concierne al abuso infantil sólo ocurre en la cabeza de la audiencia. Nunca hicimos nada frente a la cámara. De lo contrario, creo que no habría podido interpretarlo”.
En su centro el thriller dirigido por Julio Jorquera muestra a Leo Ramírez (Marcel Rodríguez), un abogado –inspirado en Hernán Fernández, el profesional del caso– que creció junto a su hermano en Colonia Dignidad, pero que en los 90 impulsa la investigación que busca llevar a Schäfer, el personaje de Otto, a la cárcel. El elenco también está integrado por Devid Striesow, Nils Rovira-Muñoz, Antonia Zegers y Jennifer Ulrich.
Luego, mirando más de cerca su complejo personaje, símbolo en Chile de una era oscura y torcida, detalla: “No me parezco en nada a Paul Schäfer. Lo que no quería hacer es como una interpretación o una copia de él. A veces, si haces biopics, realmente quieres que el personaje sea lo mejor posible, pero en este caso Schäfer siempre trató de esconderse, no hay muchas imágenes”.
A partir de sus días en la verdadera Colonia Dignidad –donde rodó y durmió durante buena parte de las grabaciones junto al equipo–, el actor también recuerda conversaciones con colonos que le describían al jerarca como un hombre grosero, además de autor de todos los crímenes que se le conocen. Si bien valora esas charlas como aportes a su construcción, dice que no integró esos elementos en su intento por dar forma a alguien que “da miedo, aunque está muy tranquilo todo el tiempo”.
En la ficción de ocho capítulos producida por Invercine&Wood y la compañía alemana Story House Pictures se pone en la piel del jerarca en dos épocas, en 1976 y a fines de los años 90, cuando se corrió el velo del asentamiento de inmigrantes alemanes fundado tres décadas antes y donde, bajo la fachada de una sociedad educacional y benefactora, se cometieron cientos de vejámenes que fueron desde violaciones hasta desapariciones, según pudo concluir la justicia.
Otto admite haber visto la serie y es claro en sus sensaciones: “Cuando me miro a mí mismo es repugnante, siento repugnancia por ese hombre, por el Paul Schäfer que estoy retratando”. Al mismo tiempo, el éxito de la ficción durante el último año –en Europa fue exhibida por HBO, en Alemania en la plataforma Joyn– probablemente no se entienda sin el particular acercamiento a su rol.
“Pensé que era mucho más profundo y perturbador mostrar a un personaje que es un buen hombre, en cierto modo, y que está haciendo cosas malvadas. De esta manera es más inquietante. Esa fue mi idea de Schäfer. No quería hacer una copia de él. Quería crear un monstruo totalmente nuevo”.
-¿Cómo encontró el equilibrio entre convertirlo en un buen tipo, en algún sentido, y también en un hombre muy perturbador? Es una línea muy delgada, ¿no?
Es una línea delgada, pero lo bueno es que si el guión es bueno y la situación está ahí, no tienes que interpretar la situación, porque está ahí. No es que tenga que decir: oh, hay un niño pequeño, y lo voy a agarrar (pone voz de sobreactuación). No tienes que hacer eso, porque sucede de todos modos. Lo que tienes que mostrar es tu motivación como personaje. Había momentos en el guión en los que podías mostrar su rabia. Y rodamos en Colonia Dignidad, que fue realmente extraño.
“Cuando filmamos La caída, por ejemplo, obviamente el búnker del Führer ya no existía. En La lista de Schindler construyeron los sets completos, dabas vueltas por ahí, pero todo estaba construido. Aquí estabas realmente en el lugar donde sucedió todo, literalmente”.
Otto revive con precisión un episodio que compartió junto a un colono. “Él me dijo: ‘¿quieres saber qué me hizo Schäfer físicamente? ¿Debería decirte?’ Yo le respondí: ‘no, no soy la persona a la que deberías contarle eso, no soy Paul Schäfer’. Ese fue el momento en que pensé, soy un actor, no quiero tener esa información en mi cabeza, no soy alguien que hace cosas, pretendo que las hago, ese es mi trabajo”, sostiene, mientras que acerca del hombre que encarna concluye: “Estaba tan enfermo y sabía que eso no estaba bien. Separó a los niños de las niñas, separó a las familias. La única fuente de amor en la Colonia era él, que era como un Dios”.
Tras una pausa, el actor se refiere a la perspectiva histórica para empezar a abordar desde la ficción las heridas más profundas de un país. “En cierto modo, es triste que Alemania haya tardado tanto en hacer La caída, por ejemplo, y la serie Holocausto es de fines de los 70. Antes de eso todo era sólo académico, y todos entendieron lo que pasó. ¿Hay un buen momento para hablar de eso? Creo que en retrospectiva cada tiempo se refleja de manera diferente en la historia”, afirma. “El mejor momento para hablar es siempre”.
Aunque ante el estreno chileno de Dignidad dice que “cruza los dedos para que funcione”, Otto le quita presión a la recepción que vaya a lograr su rol como Schäfer. “Soy actor. Estoy en el escenario y te pueden abuchear. Claro que quiero que a todos les guste lo que hicimos, pero definitivamente habrá personas que lo odiarán o dirán que lo conocieron y él no era así. Esas cosas ocurren todo el tiempo. Y también es bueno. A medida que la gente hable, hay comunicación, esto es lo que viene con algo así”.