La historia de Taiko, el productor chileno de 19 años con dos nominaciones en los Latin Grammy

Taiko
Taiko. Foto: @_taiko

Nicolás Jaña es de Buin, pero ahora vive en Miami donde ha producido a artistas de la talla de J Balvin, Bad Bunny y Ozuna. Su timidez y el aprendizaje autodidacta componen una historia que hoy lo tienen en la primera plana de los premios más importantes de la música latina.


El pasado 28 de febrero, “Jañito”, como le dicen sus cercanos, salió con sus amigos a La Ruta, una disco emplazada en Buin. Ese día Bad Bunny lanzaba al mundo YHGLQMDLGN, su segundo y aclamado álbum, donde Nicolás participa en la producción de una canción:

En la fila del recinto y metido en su celular, Jaña, de 19 años y conocido en la industria musical como Taiko, pedía irse luego para poder escuchar bien el trabajo del puertorriqueño. “Deja tomarme una chela y nos vamos”, dijo uno de sus amigos, engañándolo: porque entraron y se quedaron hasta que el carrete acabó.

Cuando el grupo emprendió la retirada pasado en cervezas y tragos, Taiko —que no bebe alcohol— se fue concentrado en el disco de Bad Bunny de camino a casa.

Según cuentan sus cercanos, así es el joven productor nominado a los Latin Grammy, quien prefiere escuchar su música tranquilo en la comodidad de su cuarto a un club con parlantes ensordecedores y lleno de gente liberando energía al ritmo del perreo.

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Taiko. Foto: @_taiko

El productor desaparecido

A los 14 años, Taiko descargó en su computador el Fruity Loops, un programa para producir música donde comenzó a crear pistas. Aunque esas primeras bases, que sirvieron de ensayo y error, desaparecieron. “Y ojalá nunca encontrarlas” dice riendo desde un video de Casa Parlante, una iniciativa musical que lleva a artistas urbanos a tocar en lo alto de un departamento.

En su vida todo ha sido más o menos rápido: mientras seguía jugando a la pelota en el colegio, por las tardes era la música lo que le movía el piso. A medida que crecía, iba mejorando los componentes de su computador y su familia le regalaba implementos que le servían para producir, como su teclado.

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Taiko. Foto: @_taiko

Con la música a tope y componiendo hasta altas horas de la mañana en días de semana, Taiko tuvo su primer llamado internacional. Tenía 17 años cuando un productor radicado en Miami, cuyo nombre prefiere no decir, le contó que estaba interesado en él y lo invitó a conocer los estudios y firmar.

Esa Navidad, su papá le regaló emocionado los pasajes a Estados Unidos y juntos se fueron por dos semanas. Pero su anfitrión no apareció nunca y no vieron ningún estudio y a ningún artista.

—Me cuestioné si esto era lo mío —dice Taiko a Culto—, mi papá había gastado plata y no pasó nada.

Su padre le dijo que no importaba, que todo pasaba por algo y que a futuro vendría algo mejor, y es eso lo que recuerda hasta hoy de esa extraña experiencia.

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Taiko. Foto: @_taiko

DJ Fome

Antes de producir canciones para gente como Paloma Mami, el español C. Tangana o la nueva estrella del reguetón puertorriqueño, Jhay Cortez, hasta hace unos meses Taiko vivía con su mamá, su abuela y sus dos hermanas, que junto a su papá y sus abuelos las reconoce como las personas más importantes de su círculo más íntimo.

Desde pequeño que su hogar lo unió a lo que terminó siendo su oficio: su madre lo tuvo a los 18 años y siempre gustó del reggaetón. Cuando ella se juntaba con amigas para salir, esa era la música que mandaba.

Por otro lado, su padre tenía una banda de rock, gusto musical que también adquirió. A los diez años tuvo su época metalera. Por entonces Metallica era una de sus bandas favoritas y varios graffitis en hojas de cuaderno adornaban su espacio personal.

Aunque siempre le llamaron la atención los distintos ritmos e intentaba escuchar de todo. Eso lo llevó a ser el pinchadiscos de las juntas familiares, poniéndole ritmo a la visita de primos, tíos y abuelos, y a ganarse un apodo entre las filas familiares: DJ Fome.

Su madre Elizabet Galleguillos lo describe como alguien atento y perseverante, una descripción que suena a lugar común pero que no siempre fue así. A sus 12 años, iniciando la pubertad, Taiko tuvo su época traviesa. “Me suspendieron porque le pegué un combo a un compañero jugando a la pelota, mi abuela me fue a buscar y me agarró de la oreja por todo el colegio”, cuenta avergonzado. Ese fue el punto de inflexión cuando decidió perseguir su sueño: hacer su propia música.

Miami

Entre que produjo bases y las colgó en su cuenta de Instagram, @_taiko, el ascenso fue rápido. El chileno nunca había pisado un estudio profesional de grabación; el primero al que ingresó es el que tiene su jefe en Miami. Sky Rompiendo, famoso productor colombiano, lo descubrió por la red social —donde Taiko publicaba extractos de sus pistas—, le mandó un mensaje y le pidió que le enviara una carpeta con beats.

En enero de 2019, el productor viajó de nuevo a Estados Unidos, ahora invitado por Sky Rompiendo y semanas después de haber rendido la PSU. “Después de esa primera vez dije que esto era lo mío y la oportunidad se dio, por suerte, justo cuando quise”.

Antes de cumplir veinte años firmó por el sello de Sky, Black Koi, y en su primer día en el estudio conoció al colombiano J Balvin y a Bad Bunny, quienes estaban terminando de hacer Oasis, su aclamado álbum en conjunto.

“Benito, para servirle” le dijo el conejo malo cuando lo vio tímido en una esquina del estudio. Como una esponja, dice él, comenzó a absorber todo lo que los cantantes y productores del lugar decían y hacían.

Esta nueva oportunidad llegó un año después de su frustrado paso por Miami. “No creo en Dios, sí creo en que toda la historia está escrita”, dice Taiko.

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Taiko y J Balvin. Foto: @_taiko

José

Cuando J Balvin vino a Chile en diciembre de 2019 en su gira Arcoíris, su madre le dijo que quería comprar entradas porque tenía muchas ganas de ir, pero Taiko no estaba tan seguro. Días después, Sky lo invitó al VIP del Movistar Arena, ofreciéndole ir con alguien. Madre e hijo fueron juntos y estuvieron con el artista, o como él lo llama, José. “¡Taiko, Jesús!” exclamó Balvin cuando vio a quien le había producido un single no publicado en ese momento y que resultó ser un éxito.

“Rojo”, el tema que ambos grabaron en Miami, acumula 234 millones de reproducciones en YouTube, más de 341 en Spotify y le valió dos nominaciones a los Latin Grammy en las categorías “Grabación del año” y “Mejor canción urbana”.

“Fue emocionante ver el trato que tenían con él, todos lo conocían, la gente que andaba con él (J Balvin), su fotógrafo, el mánager”, dice Elizabet a Culto. La chochera la tiene a tope al recordar la escena, para ella Nicolás sigue siendo el mismo que hacía pan en los días de cuarentena, lavaba los platos en la casa y jugaba carioca los viernes en la noche. Y ahí estaba, bromeando con el cantante que ha sido varias veces el más escuchado en Spotify y YouTube, y cabeza de cartel de los principales festivales del orbe.

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Taiko. Foto: @_taiko

Los números no mienten

Las cifras de Taiko son exuberantes. En abril pasado, el chileno ingresó al ranking de mejores productores latinos hecho por Billboard, posicionándose en el puesto número 10. El single “Easy” de Jhay Cortez —su trabajo favorito— tiene tres discos de platino y le permitió hacer su primera colaboración con Ozuna en el remix de la canción.

“Rojo”, por su parte, alcanzó el #1 en el Latin Airplay Chart elaborado también por Billboard. Y “Una Vez”, de los puertorriqueños Bad Bunny y Mora, tiene 89 millones de reproducciones en Spotify, y luego del revuelo que causó el concierto por streaming del conejo, estrenó un video dirigido por Stillz.

Además, Taiko se hizo presente en el último disco de Ozuna, ENOC, produciendo “Que Tú Esperas”, canción en la que también canta la dupla Zion y Lennox.

A comienzos de año, su plan era irse a Miami junto con el sello, aunque la pandemia postergó la idea. Ahora, logró hacer las maletas e instalarse en Norteamérica, para estar más cerca de la primera línea de la música urbana y seguir haciendo lo que mejor sabe hacer. Mientras escucha ideas musicales y crea sonidos en un notebook, sus canciones siguen reproduciéndose y su música sigue sonando fuerte.

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