El Pato Donald está de cumpleaños, y para la ocasión recibe una gran caja con una tarjeta firmada por “sus amigos de Latinoamérica”. El emocionado plumífero abre uno de los paquetes y encuentra una película que reproduce inmediatamente.
“Aves raras” es el nombre del clip, el que relata la historia de un pingüino friolento llamado Pablo que sueña con vivir en climas más cálidos. Entre sus opciones están Río de Janeiro, Carrasco, Acapulco y Viña del Mar. Decidido, el ave del polo sur emprende su viaje por la costa del Pacífico.
Sin embargo, parece que los parajes chilenos no llamaron su atención lo suficiente, ya que tras avistar el Archipiélago de Juan Fernández —donde dice que vive Robinson Crusoe—, y pasar de largo Viña del Mar y la —mal escrita— ciudad de Valparaíso, decide seguir trepando por el mapamundi para finalmente asentarse en una hamaca en las Islas Galápagos.
Una mención más bien decepcionante de Chile considerando la cita de Walt Disney en el Hotel Carrera en Santiago el año 1941. Fue una de sus varias paradas en Latinoamérica, en busca de inspiración para sus siguientes cintas animadas: Saludos Amigos (1942) y Los Tres Caballeros (1944).
La Segunda Guerra Mundial estaba en pleno desarrollo cuando Disney decidió hacer un viaje con un grupo de 18 personas, entre ellas, el director musical Charles Wolcott, el encargado de negocios John C. Rose, y varios miembros de su equipo de dibujantes.
Con Brasil, Uruguay, Argentina y Chile entre sus destinos, fue el 27 de septiembre de 1941 que el equipo de Walt Disney comenzó a instalarse en la capital chilena. Primero llegó John C. Rose y dos días después aterrizó el magnate.
“Mi viaje, repito una vez más, es de mera observación; lo que no impedirá que el más profundo y más simpático personaje creado bajo mi inspiración personal, esto es, Mickey Mouse, haga dentro de poco en el terreno fílmico y de la fantasía, un viaje por tierras sudamericanas”, dijo Walt Disney en conversación con la revista Ercilla.
Declaraciones que el empresario y productor de cine hizo en relación al ambiente político de ese entonces, dado que, desde Estados Unidos, existía una creciente preocupación respecto de la posición de los países latinos en la guerra entre los aliados y el eje.
“No tengo misión oficial. Naturalmente, soy un gran amigo de Sudamérica y fui el primero en pensar dirigir especialmente la producción cinematográfica hacia los países latinoamericanos”, añadió. “Jamás he pretendido hacer propaganda política, religiosa ni social en mis filmes. Ellos están dirigidos a las masas, por lo tanto, yo trato de cumplir los deseos del público”, registra por su parte la revista El Siglo.
Pero no todo fue conferencias de prensa en el hotel. También visitó el Fundo Santa Ana en Quilicura —propiedad de José Ureta Morandé—, donde Disney y su equipo presenciaron un rodeo, bailaron cueca e intentaron tocar una guitarra. Después de la jornada, el Diario Ilustrado publicó que el artista se autodenominó “un perfect chilean huaso”.
Incluso, según muestra el documental Cómo se hizo Saludos Amigos, uno de los dibujantes realizó animaciones en tiempo real para los niños del lugar. ¿El favorito? Pluto.
Pedro, el chileno
Precisamente, Saludos Amigos fue el primero que mostró a Chile al resto del mundo. Eso sí, no con huasos, empanadas y bellos paisajes, sino a través de la historia de un pequeño avión llamado Pedro.
Fue en honor al presidente de ese entonces, Pedro Aguirre Cerda, que decidieron bautizar a un avioncito rojo que vivía en un aeropuerto de Santiago con el sueño de entregar correo entre Argentina y Chile.
Con una musicalización que recibió nominación a los Oscar, trazos pulcros y animación del nivel característico del imperio Disney, Chile fue retratado con la tierna historia de un valiente avioncito que supera el terrible obstáculo de volar la cumbre del Aconcagua, el punto más alto de la cordillera de los Andes.
La cinta fue estrenada en Chile al año siguiente, en 1942, lo que despertó la emoción por parte de los locales al ver su país representado en una cinta del gigante de la animación en Hollywood.
Por ejemplo, la revista Ecran tituló “Walt Disney no se olvidó de Chile” sobre el filme que mostraba al avioncito Pedrito cumpliendo una difícil misión que concluye en un guiño a Jorge Délano, caricaturista chileno que colaboró en el proyecto de Disney como director de Topaze.
Más adelante, Ecran añadió que la película es “un reconocimiento de lo que Chile ha hecho por la aviación comercial. Representa lo heroico, lo esforzado, lo que está más allá del cálculo y el gesto interesado”.
“Era heavy porque me acuerdo que la primera vez que vi estas películas creo que fue en la tele, probablemente en Canal 13”, recuerda Ernesto Garratt, crítico de cine en Radio ADN y The Clinic, y director de Nerdnews.cl. “Era darnos cuenta que Chile parecía existir, o parecía ser notado. por esos personajes que nos hablaban desde un altar. Uno siendo chileno, y sobre todo creciendo en los ochenta, tenía una noción y claridad de que había una desigualdad de relación. Recuerdo que el hecho de que Chile fuera mencionado en este tipo de producción, era como un asombro”.
Pero dejó un gusto amargo, ya que a diferencia de Brasil o Argentina, donde destacaron con mayor ahínco los paisajes y personajes tradicionales —como el loro José Carioca y los gauchos, o la visita de Donald y Goofy al lago Titicaca—, acá se mostraba una travesía netamente aérea, donde lo más pintoresco fue su encuentro con un cóndor.
“No me molestó cuando vi el avioncito, porque creo que refleja nuestra personalidad quieta, tranquila, más bien introvertida. Quizás lo estoy filtrando también desde la experiencia de haber vivido en una Dictadura, donde dar tu opinión no era bien visto. Entiendo sí que en vista de toda la inversión de tiempo durante esa visita —escuché esa misma crítica—, que el chileno o la cultura y el pensar de la época, se sintió profundamente ofendido por cómo fue representado Chile”, añade Garratt en conversación con Culto.
El historiador Fernando Purcell lo explica en su artículo “Cine, propaganda y el mundo de Disney durante la Segunda Guerra Mundial” responsabilizando a las expectativas que la visita generó.
El Mercurio informó por ese entonces que “Disney y sus colaboradores han dejado en nuestro ambiente, el recuerdo cordial de su permanencia dispuesta a la comprensión de nuestras costumbres y modalidades para traducir en su magnífico arte, posteriormente, todo lo que ellos con su sensibilidad de artistas han podido captar consciente y cariñosamente”.
Caso similar para La Nación, medio que afirmó que el equipo estadounidense agradecería “toda información que se le proporcione, referente a obras artísticas o aspectos de la chilenidad, que sean aprovechables para la rama del cine que cultiva, y espera enriquecer su acervo con algunas creaciones de la cultura chilena”.
Según afirma en su artículo Fernando Purcell, docente titular en la Facultad de Historia de la U. Católica, la reseña que mejor resume las impresiones de Saludos Amigos es la publicada en la revista Ercilla.
“Cuando se estrenó ‘Saludos’, nuestros espectadores no disimularon cierto desencanto por el carácter episódico que le cabía a Chile en la sucesión de estampas sudamericanas. Brasil con su naturaleza en plena floración, Bolivia con el prodigio de sus indígenas y sus altos paisajes, Argentina con la pampa extendida como un océano de cuero, atrajeron la atención de Walt Disney y su equipo de dibujantes. Chile, en cambio, adquirió un carácter más internacional a los ojos del creador de los cartoons. Más que lo folclórico, se interesó Disney por grabar el empuje y el espíritu de sacrificio que encarna la cordillera de los Andes. De ahí que ni el huaso ni nuestro ‘Verdejo’ figuraran en la semblanza de Chile”, publicó Ercilla en noviembre de 1942.
Casi 80 años después, el análisis es aún más profundo respecto a la visión de Walt Disney de su paso por Latinoamérica. “Refleja un paternalismo tremendo. Asume que se tiene una debilidad como país sudamericano donde todo es más exótico y retrasado. Si te pones a analizar, la forma en que nos muestran realmente cae en varios clichés, como el subdesarrollo y que estamos siempre en contacto con la naturaleza quizás como algo más básico, pero no necesariamente más inteligente”, explica Ernesto Garratt.
“Entiendo el espíritu de la época y el espíritu con el que fue hecho, pero siento que ahora podría caer mal en algunos segmentos. Un avioncito medio lerdo, cruzando Mendoza no creo que sea el Chile de hoy. El Chile que despertó, el Chile social. Creo que está muy alejado de un avioncito sumiso”, dijo sobre el avión Pedrito que con esfuerza cruza el Aconcagua.
“Y lo del pingüino también, Pablo que es friolento y medio torpe. Y que de Sudamérica le llevan regalos al Pato Donald. Es como que de Sudamérica le rinden tributo al ave desarrollada. ¿Por qué no es Donald quien le manda regalos a sus amigos latinos? Los dos filmes están planteados desde una sociedad perfecta hacia sociedades imperfectas, donde hay cosas que son pintorescas, pero hay una crítica, de que es muy salvaje, no muy desarrollado…”, concluye el crítico de cine y autor.
El nacimiento de Condorito
Los espectadores no fueron los únicos que quedaron insatisfechos con Pedrito como representante chileno. René Ríos Boettiger, más conocido como Pepo, tampoco tuvo una opinión muy favorable, pero a diferencia de quienes solo criticaron, decidió hacer algo al respecto.
Pepo, quien participó de la visita internacional, consideró que el avión Pedro no representaba la esencia chilena, por lo que a modo de armas, tomó lápiz y papel, sumado a conocimiento de su país e inspiración de su colega gringo; para crear a un personaje inmortal.
“Pensé en nuestro escudo, pensé en el huemul y el cóndor, pensé que entre las dos figuras, tú [Condorito] estabas mucho más cerca de lo que nosotros somos (...), por eso te hice bajar a ti de la cordillera. Te calcé ojotas, te puse sombrero de huaso, te hice vivir en el mundo de los humanos”, dijo el historietista sobre su proceso creativo, según registra Memoria Chilena.
Si bien Saludos Amigos fue estrenada en 1942, Condorito salió a la luz recién en 1949 en la revista Okey, en una tira cómica a dos páginas que lo mostraba robando una gallina y luego pagando por su crimen en la cárcel.
Proveniente de un pueblo llamado Pelotillehue, vistiendo una polera roja, actuaba siempre con picardía. Si bien en un comienzo tenía evidentes aires al Pato Donald, con el paso del tiempo fue perfeccionado hasta lo que conocemos actualmente. Un reflejo del típico “roto chileno” en respuesta a Disney.