Siempre dijo que si no hubiese sido escritor, le habría encantado ser campeón de ping pong, juego para el cual tenía bastante habilidad. El narrador, ensayista y poeta uruguayo Mario Benedetti (1920) era sin dudas un gran seguidor del deporte.
Hincha de los colores de Nacional de Montevideo, parte de su obra se la dedicó al balompié. No podía ser de otra forma, dada la desbocada pasión que en el país oriental se le tiene al deporte rey amén de dos títulos olímpicos (1924 y 1928), dos mundiales (1930 y 1950), 15 copas américa, y los campeonatos internacionales obtenidos por sus clubes. De hecho, su equipo ha obtenido 3 Copas Libertadores, 1 Recopa sudamericana y también pose en sus vitrinas las extintas copas Intercontinental e Interamericana.
Así, como lo han hecho nombres como Eduardo Sacheri, Juan Villoro o Eduardo Galeano, Benedetti escribió cuentos como “El césped” y “Puntero izquierdo”, dedicados al deporte rey, siempre en un ámbito del fútbol barrial.
Pero escribir ficción sobre la redonda no le bastó. Si hubo un jugador al que le profesó admiración, ese fue a Diego Maradona. El uruguayo –como a todo el mundo– se escandiló con la deslumbrante actuación del “Barrilete cósmico” durante la Copa Mundial de México 1986. Sobre todo, en el duelo de cuartos de final entre la albiceleste y la selección de Inglaterra, en el Estadio Azteca.
Sobre el gol que Maradona convirtió con la mano para ganarle en el salto al espigado portero Peter Shilton, Benedetti siempre señaló que era “la única prueba fiable de la existencia de Dios”, esto en referencia al mote con que se conoció el tanto: “La mano de Dios”.
Pero fue más lejos. En 2008, un año antes de su fallecimiento, Mario Benedetti llevó su gusto por el astro argentino a los versos, y decidió escribirle un poema. Se llamó “Hoy tu tiempo es real”, y lo hizo con la métrica del soneto, una de las estructuras líricas clásicas de la poesía.
Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa
Y aunque otros olviden tus festejos
Las noches sin amor quedaron lejos
Y lejos el pesar que desalienta.
Tu edad de otras edades se alimenta
No importa lo que digan los espejos
Tus ojos todavía no están viejos
Y miran, sin mirar, más de la cuenta.
Tu esperanza ya sabe su tamaño
Y por eso no habrá quien la destruya
Ya no te sentirás solo ni extraño.
Vida tuya tendrás y muerte tuya
Ha pasado otro año, y otro año
Les has ganado a tus sombras, aleluya.