La invitación que le hizo el Doctorado en Arquitectura de la Universidad Católica al investigador Enrique Walker era hablar sobre La Ciudad de Perec, en una conferencia virtual que se enmarca en el programa La Ciudad y las Palabras.
Arquitecto, profesor en la Universidad de Columbia y autor de los libros The Ordinary: Recordings (2018), El diccionario de ideas recibidas / Bajo constricción (2017) y Lo ordinario (Gustavo Gili, 2010), Walker hizo justamente su tesis de doctorado en Georges Perec (1936-1982), como recordó en su conferencia el jueves pasado.
El investigador decidió centrarse en un proyecto que el inclasificable escritor francés abandonó tras haberle dedicado 11 años: Lieux (Lugares), cuyo foco era justamente la ciudad de París. “Me voy a referir a este proyecto inconcluso de forma bastante perecquiana”, alertó Walker. “La única manera posible de referirse al proyecto es inventariando”, agregó.
Y efectivamente su exposición fue un verdadero inventario. Uno a uno, el arquitecto fue entregando abundantes antecedentes. Desde los otros nombres que tuvo el proyecto, por ejemplo, Soli Loci - juego de palabras que aludía a “soliloquio” y al libro de Raymond Roussel-, cada una de las ocasiones en que Perec le describió a alguien lo que estaba haciendo y los otros proyectos que se desprendieron de Lugares y que sí se concretaron. Igualmente, detalló qué sucedió, físicamente, con todo el material, tanto desde el punto de vista editorial como su ubicación exacta: la Caja 57 de la Biblioteca del Arsenal, en el barrio de La Bastilla.
La decisión de inventariar, en el caso del expositor, es un claro guiño a un concepto clave en la innovadora producción literaria de Georges Perec y, al mismo tiempo, una herramienta que este autor decidió utilizar hasta las consecuencias más extremas justamente como resultado de su trabajo para Lugares. O más bien, como consecuencia de haberlo abandonado: el motivo de su abdicación terminaría dando origen, directamente, a su indiscutida obra maestra: La vida instrucciones de uso (1978).
Perec le iba a dedicar 12 años al proyecto, indicó Walker. Pero sólo fueron once. “Seleccionó 12 lugares en París vinculados de una u otra manera a su experiencia de vida; lugares donde había vivido, conocido gente, amigos, su esposa, otra pareja; lugares donde había pasado suficiente tiempo y se habían vuelto importantes en una suerte de valor autobiográfico. Decidió escribir sobre cada uno de estos doce lugares dos veces por año”, detalló el arquitecto.
A cada lugar le dedicaría dos textos diametralmente distintos al año. Uno lo escribiría in situ y sería descriptivo. El otro serían sus memorias sobre ese mismo lugar, y lo redactaría en cualquier otro sitio. “Toda vez que Perec terminara uno de estos textos, lo deslizaría al interior de un sobre y lo sellaría con cera. Este ejercicio lo desarrollaría durante 12 años”, apuntó Walker.
Para poder ejecutar su misión, el artista le solicitó a un matemático una figura que hiciera viable que nunca se repitiera el mismo par de sitios que elegía en un mes, a lo largo de los 144 meses del proyecto. La solución fue un cuadrado grecolatino de orden 12.
“Después de esfuerzos inenarrables de su parte, de volver a someterse a la restricción que le imponía la escritura de dos piezas por mes durante 12 meses, Perec abandona el proyecto el 27 de septiembre de 1975”, relató el expositor. “La constricción temporal parece haber sido la única constricción que Perec no pudo dominar en vida”, agregó. Sólo inició dos proyectos de este tipo y ambos quedaron inacabados a su muerte, en marzo de 1982. El otro era la novela 53 días.
Sin embargo, Lugares, sirvió como incubadora de otros proyectos que sí se concretaron, entre ellos, Tentativa de agotamiento de un lugar parisino (1975), donde inventarió la plaza de Saint-Sulpice durante tres días consecutivos, y un poema sobre la calle Vilin, en el barrio judío de Belville, donde nació y vivió hasta que su madre fue deportada, el cual publicó en el poemario La clôture (1976).
De las piezas que escribió como parte de Lugares, en tanto, sólo publicó cinco, y todas eran descripciones in situ, de sitios como la calle donde nació, Vilin, que estaba en proceso de demolición en ese momento y que terminó siendo absorbida por un parque; y la Plaza de Italia, donde Perec escribió su primera novela, que no se publicó y está perdida, Les Errants.
Pero su mayor herencia fue otra.
“Su principal preocupación era no olvidar, no recordar”
Enrique Walker citó en su charla una declaración del propio Georges Perec, de la época en que estaba trabajando en Lugares, donde él “confiesa que tiene una idea muy poco clara de qué hacer con el material, pero que espera que le permita rastrear el envejecimiento de los lugares, de su escritura y de sus recuerdos”.
El arquitecto planteó que una posible lectura del Lieux sería entenderlo “como una autobiografía a través de la ciudad, es decir, el uso de la ciudad como depósito de recuerdos, un arte de la memoria”. Sin embargo, aclaró, “por las reglas del proyecto es imposible describir el lugar para recordarlo o establecer una relación uno a uno entre lugar y recuerdo”.
De hecho, allí radica una clave de este proceso creativo, que tendría consecuencias en la obra futura del artista francés. “Las reglas del juego para recordar y para escribir eran insuficientes”, aclaró Walker. En su ejercicio, el propio Perec detecta demasiadas imprecisiones. Por ejemplo, al mirar una calle específica siempre la miraba en relación a lo que había visto antes en ese lugar. Si un edificio había desaparecido, eso era lo que veía; no la calle misma.
El arquitecto, además, profundizó en esta noción con un artículo que el propio Perec escribió respecto de la película Hiroshima Mon Amour; “La reconquista perpetua”. Lo que el escritor francés destaca es una decisión de edición cinematográfica que grafica cómo opera, inevitablemente, la memoria. La protagonista, una francesa que se enamora de un japonés, mira fijamente la mano de su amante dormido. Y en ese momento la imagen se fusiona con otra mano, temblorosa, del pasado. Es la mano del soldado alemán del que ella se había enamorado, agonizante, cuando es abatido en la Liberación de Francia. EL vínculo tiene una razón de ser: la mujer había huido del escándalo en su pueblo natal yéndose a París y al llegar a esa ciudad se entera de que habían detonado la bomba atómica en Hiroshima y Nagazaki.
A juicio de Walker, Perec hace ese mismo ejercicio: “Registra un lugar para detonar la memoria de otro lugar diferente. Su principal preocupación era no olvidar, no recordar”.
Así, cuando abandona Lugares, Perec comienza un nuevo proyecto autobiográfico, que nada tiene que ver con indagar en el pasado. “Su único objetivo es guardar el presente”, dijo Walker y entonces, aclaró, “los intentos de descripción pasan a ser intentos de inventario”.
Esto coincide con el cierre de tres años de sicoanálisis, en que mantuvo un diario que no tenía nada de personal, sólo anotaba hechos cuantificables. “Por compulsión empieza a coleccionar objetos, en general objetos banales que a futuro le permitieran reconstruir su vida cotidiana, en lugar de objetos memorables”, detalló el arquitecto.
Lo que quería preservar no eran las cosas importantes, sino “aquello que se evapora”, el “ruido de fondo” que Perec identifica junto a Jean Duvignaud y Paul Virilio en el célebre artículo “Lo infraordinario”, en la revista Cause Commune.
“Lo infraordinario se vuelve para Perec una suerte de síntoma urbano. Hace un llamado a interrogar aquello que no se ve, aquello que por banal justamente ni podemos percibirlo. Lo infraordinario detona los inventarios en Perec, y lo que logra él es reducir el mundo a palabras”, aseguró Walker.
Al sustituir las descripciones por inventarios, Perec estaba dando un paso adelante en su obra, y ése es el gran legado de su proyecto inconcluso. “De Lieux sobrevive la estructura matemática que le permite a Perec organizar el encuentro azaroso de una serie de pares, y también deja una técnica de inventario que le permite reducir el mundo a palabras”, apuntó Walker.
“Desde las palabras y desde los pares, lo que Perec hace ahora, justamente en base a elucubrar desde puras palabras, sin necesidad de mirar lo real, es construir un edificio. Es decir, Lieux, en última instancia, se transforma en la cantera de La vida instrucciones de uso”, declaró el arquitecto.
En el fondo, explicó Enrique Walker, para Georges Perec el inventario se transforma “en la organización de palabras que a través de sus permutaciones y sus combinaciones le permiten ahora erigir un edificio”. Así, inventariar, es para él una herramienta para “someter a orden todo aquello que antes entendía como desordenado”.