Hacer humor en un año sin humor: la batalla de Javiera Contador y Fabrizio Copano
Ríe cuando todos estén tristes: en 2020 los comediantes se han enfrentado al desafío de elaborar rutinas en una temporada incierta y de presentarlas frente a una pantalla en vez de teatros repletos. Como parte de sus especiales de aniversario, Culto juntó a Javiera Contador y Fabrizio Copano para hablar sobre el tema. Ve aquí el video con la entrevista.
Javiera Contador: “Tienes que dar por hecho que los chistes funcionan”
Apenas se bajó del escenario de la Quinta Vergara, donde presentó una de las rutinas más aplaudidas del último Festival de Viña, el teléfono de Javiera Contador (46) se llenó de ofertas y su cabeza, de nuevas ideas. Una obra de teatro, giras y shows acordados hasta fines de año eran parte de su cronograma. Hasta febrero pasado.
“Tenía una agenda llena hasta diciembre. Y llegó marzo y la pandemia y chao, se me canceló todo, pero como que algo quedó”, cuenta la actriz sobre ese brusco frenazo que, como a todos sus colegas, la obligó de golpe a cambiar de planes, reinventarse y volcarse a los shows online, a los videos en Instagram y a resucitar a su entrañable personaje de “Kena” Larraín.
“Yo siento que el humor es muy importante. La risa también, siento que es libertad en todos los términos: políticos, éticos, de pandemia. Entonces sentí que lo hice un poco para mí y empezó a resultar que había feedback de eso. Creo que no podemos perder la risa”, dice la actriz, quien el 22 de diciembre estrenará -en Comedy- un nuevo video de comedia junto a su tradicional compañero Fernando Larraín.
-¿Cómo ha sido esto de no saber quién está viendo su trabajo al otro lado?
Al principio, súper difícil. Me pasó que no cachaba si los chistes funcionaban o no, entonces tienes que dar por hecho que funcionan porque no te vas a chaquetear a ti mismo. Es súper raro. Yo igual, en general, trato después de cachar un poco el feedback en el chat para sentir algo. Porque además uno está dándolo todo en la casa. Yo hice un estudio con cortinas, compré luces. O sea, igual hice una inversión. Al final siento que he aprendido.
-Al final terminó incluyendo a su familia en las rutinas. Su show Mamá en cuarentena, por ejemplo, centrado en la vida doméstica, los problemas del teletrabajo.
Porque me parece interesante también. Mis hijos igual ahora ya están medios chatos. Mi hija de 7 tuvo un período de muy mal humor, tiene que aprender a leer y tuvimos unos encontrones pero esto es una válvula para que ella se pueda reír de mí y yo de ella. Han aprendido mucho a estar muy irónicos los dos. Y sí, me gusta que sean parte de eso (...) O esto de que ahora hay que saber hacer pan de masa madre... todas esas cosas me parecen graciosas y de eso me alimento harto. Estamos en un momento de muchas contradicciones entonces hay harto material.
-¿Hay algún humorista que ya no le haga ninguna gracia?
Más que el comediante, el personaje que no me gusta y nunca me gustó mucho es Tony Esbelt (Mauricio Flores). Siempre me hizo sentir muy incómoda. Nunca me sacó risas. No es que ahora lo encuentre fome. Nunca me cautivó.
Fabrizio Copano: “Empecé a cuestionarme mis propios discursos”
A Fabrizio Copano (31) le cuesta definir cuándo comenzó todo. “Me pasaron varios procesos en paralelo. Tuve un hijo, me casé, vino la pandemia, la crisis social de Chile. Entonces es como bien difícil decir qué fue lo que me cambió un poco la cabeza”.
Más allá del punto de inicio, lo cierto es que el comediante, radicado en EE.UU. desde 2016, se vio obligado a cambiar su forma de hacer reír al resto. “Empecé a cuestionarme mis propios discursos, desde dónde quiero hablar y desde dónde no, qué cosas me parecen interesantes. Empecé a leer de nuevo, a ver cosas que no eran de comedia, a ver películas que no había visto en mucho tiempo. Estaba intoxicado con mucha comedia, buscando la última coma del chiste para mejorarlo. Todo muy matemático”, explica.
En un año de muertes, angustias y distancia social, Copano debió reinventarse y estrenó en la web dos micropogramas de análisis -humorístico- de la actualidad: No estamos solos y Una buena. El 4 y 6 de diciembre se presentará en vivo en el teatro San Ginés en un innovador formato, actuando -por seguridad- dentro de una burbuja plástica, tal como hiciera alguna vez la banda estadounidense The Flaming Lips. “Pero hay unos ajustes técnicos que no nos habíamos dado cuenta. Por ejemplo, respirar”, cuenta riendo.
-¿Cómo ha sido imaginarse rutinas en un contexto tan distinto?
Ha sido horrible, la verdad. Para mí. Tengo que ser súper honesto. Yo estaba acostumbrado a una dinámica para hacer stand-up, construyendo mi material mientras lo estaba haciendo. Escribía algo y lo probaba. Luego con Zoom y todas estas tecnologías me pasó muchas veces decir “ok, esto es un show de stand-up, pero no debería llamarse así”. Es como cuando hacen teatro online. Hay gente que está haciendo cosas muy interesantes en Zoom pero para mí ha sido súper difícil.
-¿Cree que estos formatos seguirán existiendo como complemento al mundo real?
Espero que sí, creo que hay algo ahí. Como que se rompió un dique y empezó a entrar agua a otras hectáreas del internet, empezó a entrar dinero a otros proyectos más chicos en los que hay gente muy talentosa que necesitaba esos recursos. Veo que al fin hay marcas, dos o tres, que están poniéndole ojo a podcast, a cosas en Youtube y ahí se está generando una industria que, cuando termine esto, va a florecer mucho más incluso. Yo creo que las marcas no van a volver a atrás. Van a saber que ahí hay un lugar donde de verdad pasan muchas más cosas que poner un comercial en Telecanal a las 3 de la tarde.
-A estas alturas, ¿hay algún comediante que ya no le haga gracia?
Fíjate que al revés: el que partió muy fome y ha mejorado mucho es Checho Hirane. Ahora está bien cómico, lo que habla, el personaje que tiene en Radio Agricultura. Creo que de toda esa generación es lo peor. b
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