Un día, Patricio Manns volvió. Ovacionado y sobre los hombros de sus pares y admiradores que lo fueron a recibir al aeropuerto de Pudahuel, el músico y poeta aterrizó en Chile el 19 de agosto de 1990, tras 17 años de exilio en Cuba, Francia y Suiza, materializando ese anhelo del que cantaba en una de sus composiciones más célebres. Con “cenizas, desgarros y altiva impaciencia”, el autor de Vuelvo ponía otra vez un pie en su país, iniciaba una gira por diversas ciudades y se reencontraba con su gente. El retorno definitivo a Chile, eso sí, tardaría algunos años más.

Tres décadas después, desde el departamento en Concón en el que se instaló definitivamente a fines de los 90 con su esposa, la psicóloga argentina Alejandra Lastra, el cantautor de 83 años le tuerce la otra mano al destino y se prepara para volver otra vez. Un regreso distinto, inesperado, sin multitudes ni aplausos a su alrededor, pero casi igual de significativo para una de las figuras fundamentales de la Nueva Canción Chilena.

A casi tres meses de una operación en su pie izquierdo que lo tuvo más de tres semanas hospitalizado de gravedad en una clínica de Reñaca -debido a complicaciones derivadas de la diabetes que lo aqueja hace años-, la misma en la que fue internada Lastra, el mismo día y a causa de un avanzado cáncer de colon que le causó la muerte sólo días después, el también escritor y novelista prepara su primer concierto después de la tormenta personal que atravesó en el último tiempo. Al espectáculo, que será vía streaming e incluirá a su banda de músicos con todos los resguardos correspondientes, Manns lo bautizó con un título que funciona como manifiesto personal: “Doy por cantado todo lo vivido”.

“Lo que más deseaba era retomar nuestro trabajo, nuestras vidas”, dice el artista al otro lado de la videollamada, de buen ánimo, pese a los problemas de salud del último tiempo y a las cicatrices que le dejó septiembre. Por esos mismos días en que veía apagarse a su lado a la mujer que conoció en París en 1979 -quien se transformaría en su mánager y compañera de vida durante 41 años-, el cantautor volvía a ser omitido del Premio Nacional de Artes Musicales, donde nuevamente fue postulado. Un reconocimiento que junto con hacerle justicia a su monumental obra hubiese ayudado a paliar la millonaria deuda que le dejó la clínica, en un año en el que, además, la pandemia le impidió cualquier posibilidad de tocar en vivo y percibir ingresos.

“Antes eran dos conciertos por semana, por lo menos. Pero ahora, estar parado más de 100 días es mucho”, indica el autor de Arriba en la cordillera. Sus músicos, que lo acompañan desde hace casi una década, aseguran que la última vez que tocaron juntos fue en 2019. Como sea, el sorpresivo regreso a los escenarios, fijado para el 11 de diciembre (y con entradas a la venta en daleticket.cl), es percibido por el músico y su entorno como la mejor forma de recuperar energías y solventar diversas necesidades. Espirituales, artísticas y también económicas.

“Estoy mejorando rápidamente y para el día del concierto voy a estar perfectamente bien. No va a haber problemas”, aclara de entrada el artista. “Patricio está en muy buena situación de salud, muy contento y cantando como los dioses, como el roble que es”, complementa Jorge Rosas, su percusionista y uno de sus más estrechos colaboradores. “Vamos a tener un concierto hermoso, muy diseñado, tenemos alrededor de 12 canciones y va a durar aproximadamente una hora diez”, detalla este último.

Para preparar el recital, el grupo -que completan Enzo Godoy en guitarra, Iván Rodríguez en bajo, Eduardo Acuña en teclado y al que se sumará el baterista Andrés Ibáñez- se ha reunido una o dos veces por semana, con las medidas sanitarias correspondientes para cuidar la salud del octogenario cantautor. “Tomamos las precauciones de rigor. Ninguno de los chicos está contaminado, nosotros tampoco, esta es una casa limpia en ese aspecto. Así que ensayamos sin ningún problema. Es en las salidas a la calle que hay que tener más cuidado, andar con mascarilla y todo el lío de lavarse las manos, de andar con un tubo de desinfectante”, comenta Manns, quien se ha encargado de supervisar cada detalle y ha trabajado en nuevas ideas para un repertorio que incluirá sus obras más reconocidas y también algunas piezas más recientes que aún no estrena en vivo.

Manns junto a la banda de músicos que lo acompaña hace casi una década.

“Bueno, mi trabajo es ese. En el grupo el que compone y el que canta soy yo. Mis canciones me corresponden a mí. Pero ahora están cantando también los chicos, vamos a hacer algunos arreglos vocales que no habíamos hecho antes”, anuncia el músico. “Todas las propuestas musicales vienen de él, nos ha mandado a estudiar harto y a hacer nuevos arreglos. Su expectativa es seguir tocando de aquí para adelante”, asegura Rosas.

De hecho, la intención de Manns es que su reaparición escénica no se agote con el evento del próximo mes. Además de las propuestas que ha recibido para volver a tocar en el extranjero, cuenta que ya ha cerrado algunas fechas en vivo en ciudades de Chile para los primeros meses del próximo año. “Tenemos agendados dos conciertos más, uno va a ser en Santiago y otro va a ser en el Festival del Huaso de Olmué. Eso ya está resuelto”, cuenta.

Lo que no se puede contar

Tras la muerte de Lastra, reconocida entre sus cercanos como el brazo derecho en la carrera de Manns durante las últimas cuatro décadas, ha sido Liselotte, una de las dos hijas del músico, quien ha asumido su cuidado personal y las labores administrativas de su padre. Según todos sus cercanos, es ella quien ha conseguido mantener a flote al autor de El cautivo de Tiltil.

“Ella se dedica ciento por ciento al cuidado de Manns, de su salud, de su bienestar psicológico, emocional, material. Ella nos cuida muchísimo a todo el equipo, es una capitana increíble. En ese contexto, Patricio está muy motivado y muy dedicado a volver a cantar de la mejor forma”, cuenta Rosas.

Fundamental ha sido también el apoyo entregado por sus diversos colegas durante este duro trance. Ya sea con llamados constantes para saber sobre su estado de salud u organizando eventos para ayudarlo a costear los cerca de $400 millones que quedó debiendo a la clínica. Una ayuda que Manns define como “fastuosa” y que se ha traducido en diversas iniciativas y shows virtuales a cargo de artistas como Víctor Heredia y Ana Tijoux. Anoche, su casa discográfica, Alerce, transmitía su propio espectáculo en homenaje al cantautor. “Un reconocimiento popular a Manns, ya que no ha habido un reconocimiento institucional”, explica Viviana Larrea, directora del sello.

“Quizás, en un primer momento, hubo una reacción bastante fuerte de algunos artistas que decían que Manns no necesitaba la caridad”, agrega Larrea, en relación a una carta pública firmada por Roberto Márquez, Francisco Sazo y Jorge Coulon en septiembre. “Yo creo que nunca se planteó como caridad, sino como solidaridad con un artista, un luchador que necesitaba la ayuda en ese momento”, agrega.

Por de pronto, en paralelo a su retorno al escenario, Manns trabaja a toda máquina en su proyecto más ambicioso: un nuevo libro autobiográfico que él mismo ha definido como sus “memorias sin censura”, titulado Doy por soñado todo lo vivido. “Allí cuento toda mi vida, incluso lo que no se puede contar. Tengo escritas 445 páginas y creo que va a ser el doble. Hay interés y seguro que va a ser un libro útil, porque hay muchas experiencias ahí, de trabajo, de creación, de la vida misma”, asegura el autor.