Los directores Tomm Moore y Ross Stewart rememoran en detalle cuando hace siete años empezaron a trabajar en la idea inicial de Wolfwalkers, una historia de amistad entre dos niñas en veredas opuestas, que se inspira en el folclore de Irlanda y se ambienta en el 1650. Al mismo tiempo, en sus reflexiones pueden aparecer un puñado de nombres actuales con los que su filme de animación de alguna manera se conecta: desde menciones a películas de Disney, hasta Greta Thunberg y Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda.
Todo ligado a cómo la cinta marca uno de los últimos sucesos con personajes femeninos a la cabeza. “Tengo una pequeña nieta de tres años. Cuando veo películas con ella, hay muchas opciones, que no creo que con mis hermanas tuviéramos cuando éramos niños. Ella ve Mulán, Frozen, tenemos Wolfwalkers, y se ve a sí misma en pantalla, poderosa y fuerte, y puede observar esta amistad entre dos chicas, sin estar sujetas al héroe masculino”, indica a Culto Tomm Moore, realizador dos veces nominado a los Oscar, por The secret of Kells (2009) y Song of the sea (2014).
En su último y aclamado largometraje, creado a partir de un concepto original elaborado junto a Stewart (estreno este viernes en la plataforma Apple TV+), aportan con dos protagonistas que se suman a los vientos de cambio de la industria cinematográfica: Robyn (voz de Honor Kneafsey), una aprendiz de cazadora que llega a un pueblo de Irlanda junto a su padre, y Mebh (Eva Whittaker), una chica pelirroja que junto a su mamá tiene la capacidad de transformarse en lobo.
El punto de mayor tensión se genera porque Bill (Sean Bean), el papá de Robyn, recibe la tarea de matar a los lobos que rodean la civilización, por encargo del Lord Protector. Un oscuro personaje basado en Oliver Cromwell, jefe de gobierno de Gran Bretaña entre 1653 y 1658, en el período tras la ejecución del rey Carlos I, y hombre clave en la brutal represión en contra de los católicos irlandeses, en quien se inspiraron porque “realizó el mayor daño que una persona podría cometer en nuestra historia en términos de destrucción del medio ambiente. Ordenó la extinción de los lobos y también la destrucción de muchos bosques, es como el villano ambiental perfecto para Irlanda”, detalla Stewart, aquí en su debut como director.
En específico sobre las implicancias de la vertiginosa aventura de Robyn y Mebh, quienes pasan del rechazo a la complicidad luego de conocerse, agrega: “Temáticamente, queríamos hablar de la empatía hacia las personas a las que se les dijo que odiaran. Nos gustaba la idea de que el cazador se convierta en el animal que está cazando, y cómo eso podría obligarlo a ponerse en sus zapatos y aprender sobre ellos”.
Parte de los elogios que ha recibido la cinta –y que la tienen como una candidata fuerte de cara al Oscar a Mejor película animada– radican en cómo incorpora en su mundo de fantasía temas adultos, desde la colonización y el autoritarismo hasta el desprecio a lo desconocido.
“Las historias ayudan a los niños a lidiar con la realidad que viven. Necesitan alguna forma de pensar al respecto, y a veces la alegoría y las historias pueden ser una forma más suave de tratar estos temas que van a experimentar en sus vidas de todos modos”, señala Moore, cofundador del estudio irlandés Cartoon Saloon, productor de este filme, de sus largometrajes previos y de The breadwinner (2017), que también aspiró a los galardones de la Academia.
Deslumbrante visualmente, con una técnica de animación que contrapone la riqueza del bosque frente a lo plomizo y uniforme de la ciudad, Wolfwalkers manejó un concepto fundamental entre el equipo creativo. “Dejar que sea expresivo, en lugar de demasiado perfecto y limpio”, explica Moore. “Queríamos celebrar el hecho de que era hecha por dibujos, así que teníamos que animar a la gente a que no fuera muy pulida”.
“Estoy seguro de que puedes hacer algo hermoso utilizando stop-motion o CGI al contar esta historia, pero creo que la animación dibujada a mano posee un carácter natural, tiene una sensación atemporal, se siente como vieja escuela, y creo que eso ayuda a que el público pueda volver a descubrir la película en 10 o 20 años. Creo que eso es lo que me gusta de Bambi o Mi vecino Totoro, que las puedes ver y todavía lucen como si se hubieran hecho el año pasado”, profundiza Moore.
Luego de años de trabajo que dieron como resultado una de las cumbres de la animación de 2020, la cinta quizás es más urgente que nunca en el escenario actual. Así lo encara Ross Stewart: “Tom y yo esperábamos que fuera menos relevante, porque desde que se nos ocurrió la idea han pasado siete años, pero en realidad se ha vuelto cada vez más relevante”.
Después sigue: “Luego vemos tal nivel de polarización, a líderes que usan el miedo al enemigo y el miedo hacia el otro para controlar las sociedades. Entonces, creo que con las preocupaciones ambientales que enfrentamos, con el cambio climático y también con la pandemia, realmente necesitamos cruzar esos límites y trabajar juntos como especie, como humanos”.