No para de escribir ni de publicar. En estos días, el argentino Luciano Lamberti (1978) viene de sacar a las vitrinas allende Los Andes una novela que tituló Los Abetos, una biografía novelada del escritor irlandés Samuel Beckett. Pero es inquieto, y el motivo por el que lo llamamos por teléfono una tarde soleada de diciembre, es porque en nuestro país acaba de salir una antología de sus cuentos titulada Grandes éxitos, sí, como si fuese un compilado de canciones.
Publicado por la editorial Banda propia, el volumen reúne 14 relatos que han sido publicados en diversas plataformas, entre ellas dos libros. Los cuentos alternan entre lo realista y lo fantástico.
“La cuestión fue así. Ellas, las chicas de Banda Propia, me ofrecieron publicar una antología de mis dos primeros libros de cuentos, y yo no quise ponerle un título engañoso, que de la idea de que estaba publicando un libro nuevo. A partir de eso, le puse Grandes Éxitos como una forma de ponerle antología que no quede demasiado aburrido”, cuenta Lamberti.
“Es un poco irónico, evidentemente los escritores en general no somos de hacer grandes éxitos, quería jugar con esa idea. Nos juntamos una tarde con las chicas de Banda Propia y pensamos en esa tapa como de cantante de bolero, ¿no? Es un poco un chiste, pero me parece que no queda mal y es atractivo a la vez”, agrega.
- Como remite al bolero, me imagino que alguna relación debes tener con la música…
- Yo di talleres de escritura, ¿viste? y siempre les digo a mis alumnos que armar un libro de cuentos en gran medida es como armar un disco, y que empiecen a escuchar los discos con ese criterio. Qué va primero, qué va segundo, qué va tercero. Me parece que un libro de cuentos es lo más cercano que podemos tener a un disco, ¿no? Los cuentos tienen que estar ordenados para lograr determinados efectos. La parte más linda de un libro es armarlo, es casi hacer un montaje, poner lo más impactante primero. Viste que los lectores son de tener poca paciencia, tienen demasiados estímulos en su vida como para tenerle paciencia a un autor del cual no han escuchado demasiado, entonces trato de poner al principio un cuento que los enganche.
-¿Cómo es tu proceso de creación de cuentos?
-Depende un poco de cada cuento. En general, lo que sucede es que un cuento yo lo escribo de una sentada y después voy dando los retoques y revisiones, transformándolo. A veces, un cuento puede llegar a tener siete reescrituras hasta que cobra la que para mí es su forma más acabada, ¿no? Hay cuentos que salen bastante armaditos en la primera versión y solo tengo que corregir el maquillaje. Eso me pasó dos o tres veces en 20 años de carrera de cuentista. Entonces, yo insisto eso con mis alumnos, a lo mejor te sale un cuento genial en el primer borrador, pero en general lo que vas a tener que hacer es escribirlo, buscarlo, y en esa búsqueda también encontrar el sentido del cuento, que es una pregunta que uno tiene que hacerse en el momento hacerse. ¿Cuál es el sentido del cuento? Porque eso termina de cerrar la historia y termina de cerrar la forma del cuento también. La escritura es corrección, el cuento es un género muy exigente, más en Argentina donde tenemos una tradición muy grande. No es fácil escribir y que pase a la carpeta de publicables.
-Solo considerando a Cortázar hay un monstruo del cuento...
-Cortázar, Borges, Bioy Casares, Mujica Láinez, Quiroga, ¡son todos monstruos! son como las sombras terribles que nos presionan más allá de todos los escritores que uno lee que no son argentinos. Bolaño, por decir alguno, que yo lo amo, ya para ustedes debe ser un lugar común aburrido pero yo me doy el lujo de amarlo. Para mí es un gran cuentista, tiene grandes cuentos, y muy contemporáneos además, que rompen con cierta estructura más cerrada, más esférica, y como que pasa a usar otros materiales, que es interesantísimo, ¿no? Escribir con esos gigantes echándote sombra es difícil, pero a la vez está bueno porque es exigente.
-¿Qué lecturas crees que tuvieron cierta influencia a la hora de escribir estos cuentos?
-Diferentes, diferentes, ponele los cuentos de El asesino de chanchos los escribí más con el influjo de Carver, Juan José Saer y de toda la poesía de los ’90: Fabián Casas, Alejandro Rubio, Gambarotta, que eran todos escritores que me volaban la cabeza por completo. Y para los cuentos más fantásticos...es raro, soy más lector de realismo que de terror. Es raro el tema de las influencias, uno quisiera ser influenciado por tal o cual escritor y al final terminas siendo influenciado por otro que leíste a la rápida, no creo que haya una influencia directa, o sucede meses después, ¿viste? Cuando salió El asesino de chanchos, un argentino me dijo que yo le había robado todo a Bolaño, a Los detectives salvajes. Probablemente, hay algo del tono del libro que me encantó, por más que hayan sido historias muy propias. El tema de las influencias no es directo.
- Hay mucha cosa familiar en estos cuentos. Hay hermanos (como el hermano que volvió del bosquecito siendo otro), abuelos, padres...
- A mí me gusta situar los cuentos en situaciones más o menos reconocibles y más o menos familiares para el lector, y a partir de ahí generar cierta extrañeza o cierta perturbación, me parece como lo más sano. Uno se va a sentir cómodo y va a sentir que está en cierto ámbito conocido y tranquilo, y me gusta usarlo como punto de partida. Es como una especie de yeite de guitarra, un riff, algo repetido del realismo. Yo cuando empecé a escribir cuentos más de género, más fantásticos, lo que hacía era apoyarme en mi experiencia como realista y a partir de eso, empezar a pensar otras búsquedas. En la familia están contenidos los grandes problemas de la humanidad, en familias chiquititas de pueblo, paternidad, viste, el amor, la identidad. Son temas que los podemos encontrar en casa.
“A mis alumnos los mando a leer poesía”
La carrera de Luciano Lamberti no se agota en los libros de cuentos. También ha sacado volúmenes de poesía (San Francisco, 2008) y dos novelas (La maestra rural. Random House Mondadori, 2016 y La Masacre de Kruguer, Random House, 2019). Al género lírico, Lamberti le tiene un cariño particular.
“Para mí la poesía es como fundamental. El sentido del ritmo, el color de las palabras, la intensidad tiene que estar en la prosa, y si no está como que le falta una pata –dice Lamberti–. A mis alumnos los mando a leer poesía, porque el trabajo que hace con el lenguaje está genial. Está bien es otro género, es otra búsqueda, y probablemente para alguno escribir poesía es una embolia, pero sí que tiene que estar el costado poético en la narrativa para mí”.
-¿Es el cuento el formato que más te acomoda?
(Piensa un poco)
-No sé cuál es mi preferido, voy cambiando porque también me aburro y hago otras cosas. No sé, me gusta mucho escribir y me sirve casi como terapia, en el sentido que hace bien escribir, me centra, me pone los pies sobre la tierra, y si pasa un tiempo que no escribo ya empiezo a mirar el hacha con cariño, ¿no?
La literatura fantástica: “Ojalá pudiera estar a la altura”
-En tus cuentos mezclas realidad con ciertas distopías fantásticas (como el loro que habla, el abuelo que le habla a los animales, los “residentes” que son extraterrestres) ¿Por qué decidiste escribir ese tipo de cuentos?
-Yo había escrito el primer libro, El asesino de chanchos, que venía desde mi experiencia con la poesía. Es un libro muy representativo de los paisajes de mi infancia, y del realismo casi por momentos de denuncia, que mostraba los restos que nos habían dejado las presidencias de Menem, el reguero de destrucción que dejó su paso. Y con el segundo libro [El loro que podía adivinar el futuro] quise hacer algo distinto, recuperé lecturas que había dejado de lado por haber estudiado letras y que en letras eran mala palabra: Stephen King, Bradbury, Cortázar, todos estos campeones de la imaginación. Empecé a releer a estos tipos y me empezaron a salir naturalmente como manzanitas esta clase de ideas, entonces dije bueno, probemos por ahí. No estaba de moda Stephen King como está ahora, te hablo hace ocho, diez años, era palabra prohibida para un escritor porque era “mala literatura”. Entonces, me interesó trabajar sobre esos géneros “bajos”, en el buen sentido de la palabra.
-¿Pensaste en transformar en novela a alguno de estos cuentos?
-La verdad es que no me gustaría que estos cuentos pasen a otra cosa, porque sentiría que el lector se siente estafado, bueno, hay gente que lo hace y yo lo hace muy bien. Faulkner transformó un montón de cuentos en novelas y, es Faulkner.
-En el último tiempo, en Argentina ha tomado bastante auge la literatura de lo extraño, de lo fuera de lo común, con Mariana Enriquez o Samanta Schweblin. ¿Te consideras parte de esta nueva escena literaria?
-Sí, por supuesto, ojalá me pudiera considerar dentro de ese grupo, las que nombrás son muy buenas escritoras, y aparte hay otros: Santiago Craig, Tomás Downey, Mariano Quirós, Diego Muzzio, Ricardo Romero. Yo me siento privilegiado de estar en una época en la que hay tantos escritores, no sé si de género o fantásticos, que no escriben realismo como se debería escribir realismo, hacen cosas extrañas y eso a mí me interesa un montón. Disfruto un montón leyendolós y siento que sí, ojalá pudiera estar a la altura de esas mentes privilegiadas porque está buenísimo lo que pasa.
-¿Puedes mencionar alguno de los cuentos al que le tengas un cariño particular?
- Hay uno que odio mucho, que es un éxito, que es “La canción que escuchábamos todos los días”, que le gusta a todo el mundo. Lo odio profundamente, como mi hit “Creep”, me tiene harto, todo el mundo me lo cita. Es como ese hijo lindo que odiás porque preferís a los feúchos. Igual, ponele ese cuento me costó mucho escribirlo, no se nota porque la última versión quedó bastante natural, ¡pero me costó un montón! Hice como cinco, seis versiones y no encontraba la forma. Me gusta mucho “Comido por las hormigas”, es un cuento que escribí para una antología sobre peronismo. Hay mucha literatura sobre el peronismo muy interesante, es como un tema muy rico. Me costó un montón escribirlo, me di muchas vueltas hasta que salió eso, es un cuento que cuando lo leo en público funciona muy bien. Es un cuento para ser escuchado.
“Desconfío un poco del éxito”
-¿Algún autor o autora de Chile que te guste?
-Y, me encantan los poetas sobre todo. Tengo más conocimiento de los poetas, Enrique Lihn, Parra, estos poetas más clásicos, incluso De Rokha, que es como una especie de Neruda. Y lo último que leí fue precisamente Poeta chileno. Acá en Argentina se percibía como un libro tan exitoso que lo fui a leer con mala leche, diciendo ‘a ver qué es esta porquería’, y me gustó (risas), porque yo desconfío un poco de éxito, de las redes sociales, ¿viste?...
-De Zambra...
- De Zambra, sí. Lo fui a leer y me gustó mucho. Me parece un libro súper bien escrito, poco ambicioso, divertido. Yo lo sigo a Zambra desde Bonsai digamos, y este libro realmente me parece que por momentos tiene cuestiones en el lenguaje, en la forma en que se cuelga jugando con el lenguaje que son bellísimas.
-¿Estás preparando algún nuevo trabajo?, ¿qué viene ahora?
-Acaba de salir la novela Los Abetos. Ahora voy a publicar una especie de grandes éxitos en Random, acá en Argentina, pero va a tener un libro nuevo de cuentos, así que estoy escribiendo, revisando cosas viejas, renegando, sufriendo, partiéndome la cabeza con cuentos nuevos y escribiendo como apuntes para una novela futura que me está bullendo en el interior. Vamos a ver. Lamentablemente, escribo un montón.
-Está bueno eso...
-Para mis editores no, porque ya están hartos de mí (risas). Yo lo hago porque me gusta. Igual tiro mucho también no. Escribí una novela de 400 páginas al comienzo de la pandemia que me parece una basura absoluta y probablemente la vaya a tirar, en algún momento veré si hay algo que rescatar, pero lo más probable es que se quede sin nada.
Grandes éxitos, de Luciano Lamberti ya se puede encontrar en librerías y en el sitio web de la editorial Banda Propia.