Más allá del mito del artista atormentado que, a pesar de su sordera, se consolida como un genio de la música, hay una obra tierna y tormentosa, y que conserva su vigencia a pesar de que han transcurrido más de doscientos años desde su creación. The New York Times le pidió a distintos especialistas que recomendaran una pieza para introducirse en el imaginario del compositor alemán Ludwig van Beethoven, quien nació el 16 de diciembre de 1770.
Joshua Barone, editor cultural del Times, sugiere olvidarse de aquel retrato del hombre con cejas arqueadas, rostro apretado y cabello desparramado. Él considera que, a pesar del dolor que transmite en ocasiones, la suya es una obra que “rebosa esperanza”. Recomienda la “Sonata para piano n. ° 31 en La bemol (Op. 110)”, una pieza que mezcla el júbilo con ciertas recaídas, pero que, finalmente “es combatida por sus majestuosos acordes”: una melodía que se eleva paulatinamente.
“Beethoven está en su mejor momento cuando te arrastra con él, ya sea a los cielos o a las profundidades más oscuras”, dice David Allen, escritor del diario neoyorkino. “Coriolan Overture (Op. 62)” es la mayor materialización de esa característica según él. “Son nueve minutos de agresión furiosa, eruptiva y bastante aterradora”, concluye.
En medio de un periodo histórico de incertidumbre, la directora de orquesta estadounidense, Marin Alsop, elige “Cavatina del cuarteto de cuerdas (Op. 130)”. “Para mí, este movimiento es una experiencia verdaderamente espiritual, una meditación sobre nuestra existencia, un consuelo que afirma la vida”, dice. La considera una invitación que te guía para hacerte cuestionamientos, que te llena de dudas, pero que también te tranquiliza. Finalmente, “encontramos consuelo en la esperanza de que el bien y la belleza de la humanidad finalmente prevalezcan”.
Probablemente la apertura de la “Quinta Sinfonía” sea la composición más conocida de Beethoven. El trombonista Weston Sprott recomienda escuchar esta pieza completa, en la cual, tras veinte minutos “de lucha entre la oscuridad y la luz, surge la alegría descarada”. Para él es una lucha épica en que, por momentos, todo pareciera venirse abajo. Pero al final viene la redención con enorme esplendor.
El compositor Steve Reich era un adolescente la primera vez que escuchó el “Cuarteto de cuerda en La menor (Op. 132)”: de inmediato el movimiento lento, silencioso, intenso, se apoderó se robó toda su atención. Beethoven escribió esta composición tras recuperarse de una dura enfermedad intestinal, apenas dos años antes de morir. “La música captura esto”, asegura Reich.
“Algunos consideran que esta primera pieza es vibrante y eficaz, pero que todavía no es el Beethoven “real”, dice Anthony Tommasini, crítico jefe de música clásica del Times, pero él recomienda no creerle a esa gente. Se refiere al “Segundo Concierto para piano”. “Debajo de toda la alegría juguetona, aparece un compositor de ojos salvajes que intenta desafiar las sutilezas clásicas”, argumenta. “Los pasajes de diálogo aparentemente lúdico entre el solista y la orquesta tienen una intensidad casi combativa”.
Más allá del genio en disputa
La escritora y periodista, Patricia Morrisroe, considera que en el tercer movimiento de “Moonlight” es el momento que explica “cómo Beethoven se convirtió en Beethoven”. Para ella, en este segmento de la obra, la genialidad del músico se funde irremisiblemente con su biografía, en que el compositor enfrentaba la pérdida de su sentido auditivo: una lucha de supervivencia artística. “Con arpegios ultrarrápidos y acordes estrepitosos, se tambalea al borde de la locura pero nunca cae al abismo”, dice.
Zachary Woolfe, también editor en el Times, recomienda la única ópera que compuso el alemán, “Fidelio”, una obra en que una mujer se disfraza de hombre para infiltrarse en la prisión donde se encuentra detenido su esposo por cargos falsos; así se desarrolla una historia en que en que, con coraje y fortuna, ella logra liberarlo. Para el periodista, esta obra es un clímax en que “la felicidad individual y los principios de justicia, responsabilidad personal y cívica, se alimentan mutuamente, fuentes duales de cohesión social”.
El pianista Paul Lewis menciona que es bien conocido el sentimiento de lucha que transmiten muchas de sus obras, pero considera que su personalidad musical es más que eso: “El primer movimiento su ‘Op. 78 Piano Sonata’ es puro resplandor y profunda belleza lírica”, dice el pianista sobre una pieza que el propio Beethoven calificó como una de sus favoritas. “Es una de las piezas más modestas, sentidas y reflexivas de un compositor más a menudo es reconocido por su carácter intratable e intransigente”, comenta.
La violinista Meredith Ezinma Ramsay (más conocida como Ezinma), considera “Op. 131 String Quartet” como una de sus obras favoritas. “Cualquiera que tenga la idea de que la música clásica es sofocante o mansa, necesita escuchar este cuarteto, específicamente el último movimiento”, dice la instrumentalista. “Como alguien que habita los espacios de la música clásica y popular, imagino que este movimiento se convierte en una pista de hip-hop o house”. Para ella, Beethoven es un adelantado a su tiempo.
El británico Armando Iannucci, guionista y director de cine, piensa que uno de los momentos más sorprendentes de Beethoven sucede en la parte central del “Cuarto Concierto para piano”. “La línea del piano suena como si se remontara a Mozart, pero las cuerdas inquietas se quejan de algo más inestable”, comenta sobre la pieza que califica como la más “experimental y atrevida” del compositor.
Para Terrance McKnight, presentador de la radio WQXR, el segundo movimiento de la “Sonata para piano núm. 32″ es una obra de “curación espiritual”. Él la interpreta como un relato en que el compositor hace una pausa para testificar: relata sus dolencias físicas y los impulsos suicidas que marcaron su adultez avanzada. Pero luego viene una melodía que danza “como si nadie estuviera mirando, trascendiendo los problemas de este mundo, encontrando el lugar que le corresponde entre las estrellas”.