Acaban de cumplirse 500 años desde el cruce del Estrecho de Magallanes que hizo posible la primera vuelta al mundo. Cinco naves habían partido desde Sevilla hacía 14 meses, y sólo una de ellas, la Victoria, lograría volver al puerto español, ya en septiembre de 1522, completando la primera circunnavegación de la Tierra.
La hazaña náutica está siendo conmemorada alrededor del mundo, pero hasta ahora el foco ha estado en un solo relato de la travesía: Relación del primer viaje alrededor del mundo (1524), del noble veneciano Antonio Pigafetta, uno de los 18 tripulantes que logró volver a Sevilla con Sebastián Elcano, quien completó la vuelta tras el deceso de Hernando de Magallanes en Filipinas.
Sin embargo, desde Temuco llega ahora un contrapunto. La editorial Ofqui publica tres testimonios poco conocidos en la colección Narrativas de viaje en torno a la primera circunnavegación al orbe. Se titulan Relación escrita por Maximiliano Transilvano, Relación de viaje de Ginés de Mafra y Derrotero de Francisco Albo, y los dos últimos se conservan en el Archivo General de Indias.
Estos relatos, indica la editora Oriette Sandoval, “dan cuenta de todo lo que no está en Pigafetta. Son registros muy diferentes sobre esta gran travesía que posicionó a Chile, y en particular a su estrecho austral, en el mapamundi”.
Aclara que la primera noticia que se tiene de la expedición de Magallanes es de Maximiliano Transilvano. “Cuando llega Elcano, con su flota reducida a una nave y 18 personas, de las más de 250 que habían partido, ellos dan testimonio de lo que había sucedido en este gran viaje”, dice.
Transilvano, quien era secretario de Carlos V, entrevista a los testigos y envía su relación al cardenal arzobispo de Salzburgo y obispo de Cartagena, Mateo Lang de Wellenburg, el 5 de octubre de 1522. “Esta carta se edita tres veces en años consecutivos; en Colonia, París y Roma, y es muy anterior al relato de Pigafetta”, apunta Sandoval.
Las descripciones recogidas por el secretario real son coloridas. Por ejemplo, del primer encuentro con los habitantes de la Patagonia, en marzo de 1520. Los “indios”, escribe, “eran de muy valientes cuerpos como gigantes, y andaban vestidos de pellejos de animalías fieras, y su color era algo tostada y morena, mas de lo que el sitio de aquella tierra y región requería y demandaba”.
Los patagones, como los llaman, los agasajan con “cerimonias bestiales y por es hacer gran fiesta según su manera, mataron luego para comer un animal que era como un pequeño asnillo que allí consigo tenían”. Cuenta que secuestran a un mancebo nativo y lo llevan a la nao, y que “se murió dentro de pocos días de puro coraje, sin querer comer como es costumbre de los indios y de las bestias bravas”.
Oriette Sandoval explica que esta narración tiene una virtud especial: “El objetivo comercial, y principal del viaje, era llegar a las Molucas, por las especias, y en este relato aparece alguien que se menciona muy poco, pero fue fundamental: Cristóbal de Haro, un comerciante muy conocedor del comercio asiático y que financia la expedición”.
Los otros dos títulos de la colección también tienen puntos de vista únicos. Francisco Albo es un experimentado piloto en navegación de altura, es decir, mediante observaciones astronómicas y entrega con precisión el momento exacto en que se produce el avistamiento del nuevo estrecho, a las 12 horas en punto del 21 de octubre de 1520.
“Su diario es una fuente historiográfica importante, porque manifiesta los métodos e instrumentos científicos que se tenían en la época para registrar la latitud y longitud. El relato es más bien técnico”, dice la editora.
Por el contrario, Relación de viaje de Ginés de Mafra es muy literaria. Su autor es un piloto jerezano que viajó dos veces con Colón y que en la expedición de Magallanes es tomado prisionero en las Molucas. Tras años en cautiverio, es uno de los tres sobrevivientes que retornan a España en 1527, del total de 47 tripulantes de la Trinidad, pago de rescate incluido.
Oriette Sandoval destaca que Mafra “da noticias de cosas que nadie más lo hace, por ejemplo, cómo era la vida en los barcos y cómo fue la invernada en el golfo de San Julián. Hace una narrativa de los infortunios, del hambre, del padecimiento que él mismo vivió”.
Igualmente, entrega luces sobre la personalidad de Magallanes. “Lo muestra como un ser contradictorio, que a veces está muy triste porque no sabe si va a descubrir el paso hacia el Pacífico, y otras veces es un déspota que quema aldeas. No considera lo que le dicen y eso lo conduce a la muerte; hay algo obsesivo en él. No escucha las recomendaciones y eso lo conduce a su muerte en Filipinas”, explica.
La pluma de Mafra es notable. “Una noche el que velaba dijo que parecían unos fuegos en tierra a los cuales Magallanes envió alguna gente para traer alguna carne fresca, si la hallasen”, escribe. Tras tomar de los indígenas algunas “ovejas muy grandes de grandeza y hechura no vista”, le cuentan al explorador cómo eran los nativos y que uno de ellos “en edad parecía mozo y que en cuerpo era tan alto que pasaba de quince palmos de alto. Magallanes se enojó porque no le habían traído”. Así que manda a secuestrar al mancebo. Los patagones se defienden; hieren de muerte a un europeo. “Magallanes mostró mucha tristeza y mandó que treinta hombres entrasen por la tierra y matasen los que hallasen en venganza del muerto”, relata Mafra.
La colección se puede adquirir en ofquieditorial.cl, cuyo catálogo es rico en narraciones de viajes australes. Por ejemplo, reveladores testimonios de un misionero jesuita que recorrió desde Chiloé hasta la laguna San Rafael, en el siglo XVIII, y de capuchinos que vivieron 40 años en La Araucanía en el siglo XIX, así como las mordaces impresiones de Tierra del Fuego de John Macdouall, escribiente del Beagle.
“Mi propuesta es que cualquier persona tenga acceso a estos documentos; no es fácil llegar a ellos, tampoco interpretarlos. Estas fuentes nos dan informaciones fundacionales para estos territorios”, explica Oriette Sandoval.