Fueron unos papeles añosos de roneo, con las marcas aún silentes y eternas de los tipos de la máquina de escribir, con rayones y tachaduras que el mismo autor le hizo a las hojas los que le llegaron a Diego Zúñiga (Iquique, 1987) en agosto de este distópico 2020. Todo como si el paso del tiempo los hubiese querido proteger del bosque profundo del olvido.
Lo de esos papeles no era cualquier cosa. Ad portas de cerrar el libro en que se encontraba trabajando, el material que llegaba era algo así como la guinda de la torta. Ese añadido que le iba a dar una cosa especial al trabajo.
En rigor, el autor de Camanchaca había comenzado a trabajar el proyecto tiempo antes. Era un viaje -literario- a la extensa y solitaria pampa patagónica, a los intrincados canales australes, al frío eterno; a las aventuras de los oreros de Tierra del Fuego, los barcos balleneros, los cazadores de lobos marinos, las estancias, las ovejas, y sobre todo, las rudas y a veces violentas costumbres y modos de vida de esos lugares dibujados por el viento.
*
Conversando con Paz Balmaceda, a cargo de Alfaguara, en una charla informal, como la de dos amigos sentados en la mesa de un mar en una tarde de viernes, fue que la idea llegó a la orilla de Zúñiga. Se trataba de un nuevo volumen de la colección de cuentos de la mencionada editorial, dedicada esta vez, a Francisco Coloane Cárdenas. Legendario escritor chilote, Premio nacional de Literatura 1964, quien retrató con maestría el duro paisaje agreste del extremo sur de Chile.
Orientada básicamente en realizar la selección y el prólogo, la propuesta le gustó al también periodista. “Me pareció una buena idea, ¿no? qué buena excusa para sentarme y leer todos los cuentos de Coloane, alguien a quien tenía pendiente”, cuenta Zúñiga, quien -como todo el mundo- había leído al chilote durante su etapa escolar, por lo que conservaba un vago recuerdo de su obra.
La idea le calzó con un timming preciso al iquiqueño, debido a su interés por la literatura nacional, reflejado en el lanzamiento en diciembre del 2019 de libro María Luisa Bombal, el teatro de los muertos (Ediciones UDP), dedicado a la autora de La última niebla.
Oportunidades como esta, siente Zúñiga -al teléfono con Culto-, permiten volver a leer con ojos del presente la literatura del pasado. “Hace mucho rato que he estado tratando de leer mucha literatura chilena, de volver a pensar en la tradición, leerla desde este presente. Por eso me alegraba que [Marta] Brunet volviera a circular, me alegran las reediciones que hay de Carlos Droguett, de ahí viene el libro de María Luisa Bombal que hice. Siento que en estos últimos años me he vuelto a conectar con la literatura chilena”, dice Diego.
Así, Diego Zúñiga comenzó el proceso. En la calma de su departamento en Ñuñoa lo acompañaron los cuentos del oriundo de Quemchi. El proceso fue un goce para él, un lector consumado. “Eso fue a comienzos del 2020, antes que explotara la pandemia. Pasé un buen rato leyéndolos, revisándolos, y los disfruté mucho, porque descubrí una serie de elementos re interesantes de un escritor que sería bueno sacar de esa lectura hegemónica que hay de él”.
No cree el autor de Racimo -en todo caso- que esa mirada tan anclada en lo canónico y en lo clásico haya perjudicado a su carrera literaria. “Pero que es bueno cada cierto tiempo ir hacia la tradición, traerla al presente, y que el presente la interrogue”.
En esta lectura fue que Zúñiga comenzó a pensar -como en un álbum- en qué secuencia pondría los cuentos que iba seleccionando a medida que iba pasando las páginas. “Es un orden cronológico, que me hizo mucho sentido, porque Coloane cuando publicó sus libros de cuentos y cuando hizo sus propias antologías, había algo en la cronología que siempre le funcionaba muy bien en el orden. Entonces, me pareció que tenía sentido no doblarle la mano, seguir la idea que él había hecho de sus propios montajes”.
“Sus cuentos han resistido muy bien el paso del tiempo”
También, Diego explica que esta disposición cronológica funciona como un orden geográfico y literario. “Se puede ver cómo los personajes se van endureciendo, cómo también van surgiendo la violencia y la naturaleza, ¿no? que son dos de los grandes temas de los cuentos de Coloane. Ahí se me fue configurando”.
“Uno atraviesa el mar, está la pampa, están esos cielos abiertos –añade Zúñiga–. Son elementos que yo sentía que había que darle un orden para que el lector fuera atravesando este paisaje. Aunque suene quizás un poco a lugar común, me parece que los cuentos de Coloane son realmente vivir un viaje geográfico. Nos vamos al sur de Chile con toda su singularidad”.
-¿Cuál fue el criterio que usaste para la selección?
- Yo quería que estuvieran todos los cuentos más reconocidos de él. Entiendo cuando alguien hace una selección y dice: “No voy a poner los típicos cuentos”, pero a mí me parecía importante volver a darle vida a los relatos. No podía no estar “El témpano de Kanasaka”, que sí es un clásico y que quizás todo el mundo lo ha leído, pero quizás no todo el mundo lo ha leído y este libro apunta a la búsqueda de nuevos lectores. Me parece que lo mejor de Coloane en la narrativa breve está ahí.
-Además de escritor, eres editor, ¿hiciste algún tipo de trabajo de edición en los relatos?
-Uno se hace mucho esa pregunta con las escrituras que nos antecedieron, ¿no? En este caso, creo que fue bien importante respetar los cuentos como estaban. Porque también son el registro de una escritura en un tiempo determinado, me parece que eso es re importante, y obviamente me parece que si el autor no está, es súper injusto hacer edición sin que haya un diálogo. Puede que a lo mejor en algunos relatos yo pensara “esto pudo haber terminado antes” o a lo mejor yo hubiera contenido un poquito más ciertos diálogos, detalles, pero me parecía importante que los cuentos se publicaran como estaban. Por lo demás, Coloane era alguien que editaba mucho, sus cuentos tuvieron varias versiones. Me parece que han resistido muy bien el paso del tiempo.
-Eso que se editaba él mismo, ¿consideras que es un rasgo de los escritores de su época? porque acá no hablamos de un caso como el de Raymond Carver que prácticamente un editor lo “inventó”...
-No, no, no, lo que pasa es que a Coloane le tocó compartir generacionalmente con la mayoría de los escritores chilenos más importantes del siglo XX, ¿no? y de atravesar un momento donde habían más revistas literarias, proyectos editoriales muy atractivos, donde los textos se publicaban en los diarios, realmente circulaban. Le tocó un campo literario donde había mucho espacio donde exponer los textos. Él mismo hizo antologías de sus cuentos, me parece que un poco la época lo llevaba muchas veces a volver sobre sus relatos y a corregirlos de manera que quedaran lo mejor posible. Los mismos Cuentos completos de Alfaguara en el ’99 se publican con él en vida. Fue alguien que trabajó minuciosamente sobre su escritura y que la consideró como un oficio, y me siento cercano a esa figura de escritor.
“Los personajes saben que si pueden descifrar la naturaleza, pueden descifrar la vida”
-Hablemos de Coloane como escritor. ¿Cómo podemos caracterizar su literatura?
-Yo creo que la escritura de él está atravesada por un realismo que, leyendo estos cuentos, se me hizo mucho más complejo de lo que yo recordaba, o de lo que me habían enseñado de lo que era Coloane en el colegio. Son cuentos que abordan la realidad de una manera bien feroz, pero que también dejan ciertos espacios para -algunos- volverlos relatos medios fantasmagóricos, y dejan ciertos espacios para que lo onírico se introduzca en estas escrituras y eso me sorprendió al momento de hacer la selección. Eso lo vuelve mucho más contemporáneo, ¿no? Por eso me parece que tiene sentido publicar estos cuentos hoy día.
-¿Lo sitúas dentro de los escritores costumbristas?
-Más que pensarlo en el costumbrismo, que podría ser, yo pensaría inevitablemente en vincularlo a una literatura social. Hay una entrevista muy buena -que la cito en el prólogo- que le hizo Carlos Droguett, donde ahí le saca en cara que no se metió de manera muy explícita con lo político en su literatura, y la Patagonia es un territorio muy político, donde hubo masacres de los pueblos indígenas, y en dictadura hubo un campo de concentración. Igual yo creo que hay una mirada sobre un mundo de los trabajadores, es un mundo precario. Yo lo pienso más que un escritor costumbrista, en sus relatos aparece una mirada social y política quizás como un fuera de campo, pero no deja de ser importante. Además, todo el vínculo entre el hombre, la naturaleza y los animales son temas súper contemporáneos, los personajes saben que si pueden descifrar la naturaleza, pueden descifrar la vida, hay algo ahí que me parece re interesante.
-Según Hemingway, la narrativa es como un iceberg, que lo que se lee es la punta y lo que está debajo va por entre líneas, ¿podríamos decir que en este caso lo social es lo que está en la parte inferior del iceberg?
-Efectivamente, por eso creo que son cuentos que en la primera lectura uno se queda con la anécdota, y muchos de ellos son anécdotas muy reconocibles, hay cuentos terribles. Me parece que uno logra inmediatamente identificar esa violencia y queda dando vueltas, pero si uno los lee con un poco más de atención va descubriendo de debajo de esas anécdotas hay una serie de capas donde se descubren nuevas cosas, una lectura más social, más política, o el tema de la naturaleza, de los animales.
-¿Qué es lo que hizo distinto a Coloane para que tuviera trascendencia hasta hoy?
-Yo creo que una de las mayores singularidades de Coloane es haber escrito sobre un paisaje nuevo, haber agregado a la literatura chilena un territorio nuevo, una cosa que me parece muy valiosa. Antes de él, había una serie de personajes y de geografías que tenían una ausencia para la literatura y él puso el ojo en una serie de historias que lo configuraron como un proyecto bastante singular, ¿no? No hay grandes descendientes de Coloane, nadie dice que tiene a Coloane como referente principal, pero yo no lo veo como un problema, es una escritura que indagó hasta las últimas instancias que pudo con la propia experiencia a la que se enfrentó. Me pasa que estos relatos están contando una experiencia que generalmente no tiene nadie, ¿quién se ha subido a un barco?, ¿quién ha ido a cazar ballenas o lobos marinos?, ¿quién ha tenido esa experiencia con lo salvaje? Esos relatos encierran esa magia, es la fascinación que se produce cuando alguien viaja a un lugar y vuelve para contarnos lo que no conocemos.
-Cuando se lee a Coloane a imposible no acordarse de Colmillo blanco, o La llamada de la selva. De hecho, en Francia a Coloane le apodaron el “Jack London chileno”, ¿qué te parece ese mote?, ¿tiene algo de sentido?
-O sea, yo creo que tiene sentido. Para un lector francés debe ser una cosa muy nueva leer algo así en algún punto, y a su vez, las referencias de Coloane son a Jack London, a [Joseph] Conrad, a [Herman] Melville. Son referencias reales, que están ahí, y cuando alguien desde otro lugar del mundo lee a un autor, recurre a las referencias que tiene a mano. Son motes que pone la prensa, pero que tienen sentido.
-Hoy la literatura está en otros caminos, el del realismo autobiográfico y lo fantástico, no hay tanto relato que se ligue con lo natural. Una escritura así parece un tanto extemporánea. ¿Por qué leer a Coloane ahora?
-Eso es muy interesante, porque a la luz de las literaturas contemporáneas que son hegemónicas hoy día, me parece que permiten sacar a Coloane de esta idea costumbrista. “El témpano de Kanasaka” me parece un cuento muy Mariana Enriquez, si lo quieres ver así. Podría ser un cuento que dialogue con los fantasmas y con los muertos que aparecen en los relatos de ella, no me parece tan descabellado ese vínculo. Hoy leer a Coloane puede resultar un proyecto medio excéntrico, ¿no? como este realismo situado en el sur de Chile, pero a su vez la gracia de ciertas obras canónicas es convocarlas al presente.
-Para alguien que no conoce a Coloane, ¿qué cuentos recomiendas como puerta de entrada?
-(Piensa un poco) Obviamente que “El témpano de Kanasaka” sí o sí hay que leerlo, para descubrir la singularidad de la imaginación de Coloane. Ahora, un cuento que a mí me parece extraordinario por la experiencia, y que es muy violento, es “Cabo de Hornos”, y obviamente que me encantaría que la gente leyera “Galope en la Patagonia”. Hay muchas de las obsesiones de Coloane contenidas en esos tres relatos, y también de sus capacidades.
*
Fue Paz Balmaceda quien le avisó a Diego de la aparición de esos papeles roñosos que facilitaron los familiares de Coloane y que contenían relatos inéditos. Entre ellos, uno destacó de inmediato sobre el resto: “Galope en la Patagonia”.
“Apareció casi al último, Paz me dice que encontraron un cuento más, que lo leyó, que le gustó mucho, y que me lo iba a mandar para ver qué me parecía. El cuento original venía en hojas de roneo y después lo pasaron a Word y se podía leer mucho mejor. El libro lo cerramos en septiembre y en agosto apareció este cuento”, cuenta Diego.
“Galope en la Patagonia” trata sobre el tema del aborto en medio de un paisaje tan duro como el del extremo sur, con toda su precariedad. “Me sorprendió muchísimo, incluso te diría que es de los mejores de Coloane. Me lo leí esa misma noche que me lo mandaron y me pareció buenísimo”, dice Diego.
Para Zúñiga, hay un punto en este cuento que destaca por sobre todo. “Que haya una protagonista mujer es muy central, a diferencia de buena parte de la narrativa breve de Coloane, que está centrada en personajes masculinos. Además, hay algo muy bonito, una complicidad entre ella y el personaje que la descubre. Qué alegría que haya sido inédito, sentía que había algo nuevo”.
Los Cuentos escogidos de Coloane ya se encuentran disponibles en las librerías de nuestro país.